Examínate: despacio, con valentía. -¿No es cierto que tu mal humor y tu tristeza inmotivados -inmotivados, aparentemente- proceden de tu falta de decisión para romper los lazos sutiles, pero "concretos", que te tendió -arteramente, con paliativos- tu concupiscencia? (Camino, 237)
Acaba siempre tu examen con un acto de Amor -dolor de Amor-: por ti, por todos los pecados de los hombres... -Y considera el cuidado paternal de Dios, que te quitó los obstáculos para que no tropezases. (Camino, 246)
Hay un enemigo de la vida interior, pequeño, tonto; pero muy eficaz, por desgracia: el poco empeño en el examen de conciencia. (Forja, 109)
No esperes a la vejez para ser santo: ¡sería una gran equivocación!
–Comienza ahora, seriamente, gozosamente, alegremente, a través de tus obligaciones, de tu trabajo, de la vida cotidiana...
No esperes a la vejez para ser santo, porque, además de ser una gran equivocación –insisto–, no sabes si llegará para ti. (Forja, 113)