​Viaje pastoral de mons. Álvaro del Portillo a Japón en 1987

Comunicación presentada por Seiko Kondo en el Congreso con motivo del Centenario de Álvaro del Portillo, en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz (12-14 de marzo de 2014).

INTRODUCCIÓN

«Yo tengo mucho cariño y mucho respeto por el Japón. Allí son capaces de toda clase de sacrificios por la patria; y eso me hace pensar en lo que serán capaces de hacer por el Dios verdadero, cuando lo conozcan»[1]. Estas palabras son una pequeña muestra de la universalidad de los horizontes apostólicos de San Josemaría, que tenía gran cariño por Japón. Mons. Álvaro del Portillo también mostraba un gran afecto por este país, quizás por haberlo aprendido después de tantos años viviendo junto al fundador del Opus Dei, o tal vez se debió a que en la época de la guerra civil española estudió con afán apostólico nuestra lengua durante un tiempo[2]. Enbastantes ocasiones, mons. Del Portillo nos manifestó el cariño paterno de San Josemaría y el suyo, como muestran estas palabras que trascribimos: «Ya sabéis la trampa que hacía nuestro Fundador, y sigo imitando yo. Recibía todos los días un montón de cartas; las iba abriendo todas y las dejaba en un montón, para leerlas después. Pero, si veía una del Japón, no la dejaba con un montón: la ponía aparte y seguía abriendo. Y al final, leía primero la de Japón. Yo sigo haciendo lo mismo.Porque estáis más lejos, necesitáis más oración y más cariño»[3].

Muchas personas oyeron decir a San Josemaría que le gustaría ir a esas tierras del Extremo Oriente[4], pero no pudo hacerlo personalmente. Por ello, la estancia de mons. Del Portillo, del 11 al 23 de febrero de 1987, significó no solamente una visita a los fieles del Opus Dei, sino también un acontecimiento de valor histórico: era la primera vez que el Prelado del Opus Dei estaba en Japón, cumpliendo el deseo del Fundador[5]. En este viaje, frecuentemente decía «he venido en su nombre» o «deseaba venir, porque quería cumplir un deseo de nuestro Fundador que no pudo realizar en vida».

En esta comunicación, quisiera presentar, con gran agradecimiento al actualmente Venerable y próximamente Beato Álvaro del Portillo, un breve análisis y algunas consideraciones sobre cómo fue este viaje histórico, cómo se sucedieron aquellos inolvidables días que pasó con tantas personas, qué peculiaridad tenía su catequesis con personas cristianas y no cristianas, y las enseñanzas e impresiones que quedaron de su figura a través de este viaje.

Para realizar este trabajo se han utilizado, principalmente, dos fuentes:

a) Las transcripciones de los encuentros con don Álvaro en Japón, a partir del material de audio y vídeo.

b) Los testimonios personales escritos, recogidos en 1987, tras su viaje pastoral a Japón; en 1994, después de su tránsito al cielo; y en enero 2014, en el centenario de su nacimiento.

I.BREVE DESCRIPCIÓN DEL ITINERARIO DEL VIAJE PASTORAL DE 1987

En este viaje, mons. Del Portillo acudió a los lugares donde había labor apostólica estable de la Prelatura. El avión en el que venía aterrizó en el aeropuerto de Osaka, y con motivo de los encuentros con gran número de personas, se trasladó, desde la ciudad de Ashiya[6]a Nagasaki y a Kioto[7]. En Osaka, deseó rezar ante la tumba del cardenal obispo de la diócesis, mons. Yasugoro Taguchi, quien había pedido al fundador del Opus Dei que se empezara la labor apostólica del Opus Dei en Japón.

Las palabras que dirigió don Álvaro en Japón el 14 de febrero, en el primer encuentro con un nutrido y variado grupo de personas en Ashiya, pueden ayudar a comprender cómo fue este viaje pastoral. Había venido en nombre del Fundador, con la disposición de «aprender» y con el deseo de hablar sólo de Dios: «Lo que no logró llevar a cabo nuestro Padre, el Señor me lo ha concedido a mí: que pase unos días con vosotros, para aprender»[8]. En esta actitud de sacar partido de lo bueno de cada lugar –él dijo que lo había aprendido del fundador– pienso que las personas que le escuchaban, fueran o no cristianas, descubrieron una manifestación de su sincera humildad.

Ante este público, que en su mayoría no estaba bautizado, sus palabras fueron una profunda catequesis. Mons. Del Portillo expresó su deseo de hablar sólo de Dios, como una actitud de coherencia radicada en la fe y en su condición sacerdotal: «La fe es un don sobrenatural que Dios otorga a quien quiere, no como pago de méritos especiales, sino porque Dios libérrimamente la concede. Yo rezo porque así lo haga con todos vosotros, porque para mí ese don es lo más grande que hay en el mundo. Si no pensara así, no sería sacerdote. Estoy muy orgulloso y agradecido a Dios porque me llamó a ser ministro suyo y ha hecho que me vista así, dando testimonio de que soy sacerdote de Jesucristo»[9].

A continuación, se presenta un esquema del itinerario de su viaje destacando algunos aspectos de interés histórico.

a) Ashiya, del 12 al 14 de febrero:El día 12, jueves, llegó mons. Álvaro del Portillo, acompañado por mons. Javier Echevarría y mons. Joaquín Alonso al aeropuerto de Osaka. Al día siguiente, visitaron al obispo de la diócesis. En la tarde del 14 de febrero tuvo lugar la primera reunión informal con don Álvaro, en la sala Yamamura Salon, de Ashiya, a la que me he referido previamente.

b) Nagasaki, del 14 al 18 de febrero: El día 14, mons. Del Portillo se trasladó a Nagasaki. Al día siguiente, después de celebrar la Santa Misa en el oratorio de Mikawa Cooking School, visitó el Santuario de los Veintiséis Mártires Japoneses[10] y la catedral de Urakami[11]. Los asistentes al encuentro que hubo en el Colegio Nagasaki Seido se conmovieron al escucharle hablar sobre el cariño de San Josemaría por Japón, y concretamente por algo muy cercano a ellos: cómo había rezado por Hiroshima y Nagasaki[12].

El 16 de febrero, hizo una breve peregrinación a la Virgen de la Invención de los Cristianos, en la iglesia de Oura[13] y visitó al cardenal Satowaki[14]. El 18 de febrero por la mañana, le pidieron que plantase un árbol de cerezo japonés en el colegio.

c) Ashiya,del 18 al 23 de febrero, y Kioto[15], el 19 de febrero: A su regreso de Nagasaki, en Ashiya, se acercó a rezar a la tumba del cardenal obispo de Osaka, mons. Yoshigoro Taguchi en el cementerio de Kabutoyama, cercano a la ciudad. El día 19 de febrero, hubo una reunión con estudiantes y profesionales en la residencia universitaria Shimogamo Academy, de Kioto[16]. Al día siguiente,hubo varias reuniones familiares en Ashiya. El día 21, mons. Del Portillo administró los sacramentos de Bautismo, Eucaristía y Confirmación a una joven que llevaba tiempo estudiando la doctrina cristiana y había manifestado vivamente su deseo de ser bautizada por él[17]. El mismo día, bendijo el altar y la imagen de la Virgen de una ermita en Okuashiya Study Center. Más tarde, hubo una reunión con estudiantes en Ohara Bunka Center.

El día 22, al terminar el alegre y numeroso encuentro en Seido Language Institute de Ashiya, como en otras ocasiones, el prelado del Opus Dei impartió su bendición, que también era la del Papa[18], y siguiendo la costumbre del fundador del Opus Dei, invitó a los presentes a rezar un Padrenuestro, Avemaría y Gloria por las autoridades civiles, eclesiásticas y militares de Japón. El día 23, partió desde el aeropuerto de Osaka hacia el aeropuerto internacional de Tokio, Narita, con destino a Roma.

II.LAS CARACTERÍSTICAS DE SU CATEQUESIS

Deseo describir en este apartado las características de su catequesis, en el marco de un país de 125.000.000 de habitantes con un 0,351% de católicos[19], quisiera hacer una breve síntesis,y algunas consideraciones y destacar dos temas: la convivencia de los católicos con personas de otras religiones o sin religión y el deseo ardiente de la salvación de toda la humanidad, incluidas las personas no bautizadas. Por último, añadiré otras enseñanzas y testimonios.

a) La convivencia de los católicos con personas de otras religiones o sin religión

La historia del cristianismo en Japón es joven. Los primeros cristianos convertidos a raíz de la evangelización de San Francisco Javier, a partir de 1549, fueron prácticamente eliminados en su totalidad tras la persecución del siglo XVII. La segunda evangelización empezó después de la llamada Restauración de Meiji, en 1868[20]. Por eso, actualmente, la mayoría de los cristianos en Japón es conversa[21].

En algunos encuentros informales, personas conversas hicieron partícipe a don Álvaro del Portillo de sus inquietudes, especialmente sobre el modo en que podían explicar la fe católica a sus familias. En diversos momentos, mons. Del Portillo sugirió entrar por la puerta de la oración, el respeto, la humildad, acudir a los medios sobrenaturales y, al mismo tiempo, quererles, y manifestarles cariño, no darles lecciones sino manifestarles mucho respeto. Esto es, precisamente, lo que hacía mons. Del Portillo en esas catequesis en nuestro país.Teniendo en cuenta que, entre los presentes, le escuchaban no cristianos, él mostraba –con su palabra y con su actitud–, delicadeza y respeto a su libertad, al tiempo que les hablaba de la Verdad con claridad.

El día 15, en Nagasaki, dirigiéndose a un estudiante catecúmeno que le había preguntado por el origen de la felicidad, mons. Del Portillo le dijo: «Puedes y debes rezar por tus padres, que vean tus obras y nada más. Si alguna vez te preguntan por la religión cristiana, habla de lo que tienes dentro de tu alma. Pero sin discutir, porque ellos están en buena fe y también porque no es ése el camino: la fe es un don que no se adquiere con el propio raciocinio, a fuerza de estudio. Dios lo otorga a quien quiere. Hay personas que no reciben el don de la fe, y quizá se comportan mejor que muchos cristianos: nos dan ejemplo de sinceridad, de honradez, de comprensión. Además, hijo mío, en este caso concreto se trata de tus padres: para ellos, no debes tener más que amor, agradecimiento y respeto. Y reza por ellos. Si te parece que alguna vez puedes abrirles tu corazón, sin molestarles, entonces sí debes hacerlo»[22]. Y explicó que el modo de provocar esta ocasión es que le notasen contento, porque es la mayor felicidad para un padre ver felices a sus hijos. Y, entonces, si le preguntan por qué está feliz, les podrá hacer partícipes de su fe:«Entonces se preguntarán: ¿qué le pasa a nuestro hijo que está más feliz que antes? Y a lo mejor te lo preguntan. Yo encomiendo a Dios que lo hagan. Entonces, tú les podrás decir: es la fe cristiana. Y la avalarás con tu ejemplo de laboriosidad y de entrega, con tu disponibilidad para servirles en todo, con la demostración de que les quieres y les ayudas. Así verán esta luz que se ha encendido en tu alma, la luz de la fe cristiana, la amarán y terminará por guiarles también a ellos, si Dios quiere»[23]. Estas palabras hicieron asentir, sonriendo, a los presentes, pues estaban llenas de fe sobrenatural y simpatía humana. Estas palabras fueron un ejemplo del respeto a la libertad de las personas, pues los no católicos no se sintieron heridos y los católicos tuvimos la oportunidad de entender la importancia de la caridad cristiana.

Algo semejante respondió a una chica que estaba preocupada por sus padres[24]. Ella misma cuenta: «Pregunté a don Álvaro sobre la diferencia entre mi religión –catolicismo– y la de mis padres budistas. Él me sugirió no discutir de fe con ellos, sino tratarles con mucho cariño. Años más tarde, en 1991 pude ir a Roma con mis padres a la ordenación episcopal de don Álvaro [...]. Seis años después, cuando mi madre se encontró en peligro de muerte, mi hermano, que no es católico, recordando que tiempo atrás ella había pedido ser bautizada, cumplió su deseo. Después, se recuperó y se alegró enormemente de que la hubieran bautizado. Esto ocurrió doce años después de ese encuentro con don Álvaro, a quien estoy muy agradecida porque se hizo realidad lo que me respondió en aquella reunión en Nagasaki»[25].

En otra ocasión, propuso una útil sugerencia a los católicos. En ocasiones, por vivir en un ambiente lejano al cristianismo resulta difícil vivir con coherencia la fe y compatibilizar los deberes como cristianos con las costumbres ancestrales de la familia y el ambiente de la sociedad: «El espíritu cristiano nos impone humildad, sin pretender dar lecciones a los demás, pues siempre tenemos algo que aprender de ellos. Pero, si en esas costumbres ves cosas que te apartan de Dios, bien porque van contra la ley natural o bien porque te hacen perder el tiempo y el tiempo es mucho más que oro: ¡es gloria!, sin dar lecciones a nadie, procura decir lo que tienes en el corazón. No hables con esas personas juntas, sino una a una. Ábreles tu corazón: yo creo que esto no lo debemos hacer, pienso que estamos perdiendo el tiempo, me parece que obrando así ofendemos a Dios [...]. A solas y hablando con honradez, con cariño y humildad, sin querer dar lecciones, te escucharán»[26].

La sugerencia de don Álvaro de ser humildes y aprender, como primera actitud ante las personas que no profesan la misma religión fue una llamada a reflexionar[27]. Firmemente radicado en el mensaje evangélico, el camino que señaló –particularmente adecuado a las circunstancias de un país en el que los cristianos son minoría como es Japón– fue el de la humildad, la oración y la caridad, junto con la claridad y fortaleza para dar testimonio coherente de la fe.

b) El deseo de la salvación de todos

«Pensad en China, donde hay más de mil millones de personas, de las que muy pocas han oído hablar de Cristo. Y el Señor murió por cada una de ellas. Es muy doloroso. Debemos rezar, y hacer apostolado, ¡con la boca bien abierta para hablar de Dios!»[28]. Estas palabras suyas durante una reunión en Ohara Bunka Center, que invitan a mirar más allá de lo inmediatamente cercano, pienso que provienen de una fe profunda y muestran los horizontes apostólicos universales que nacen del deseo de que todos se salven. Como en las catequesis en otros países, en Japón nos habló de los sacramentos, en cuanto que son medios ordinarios de salvación. Pero... ¿y para los que no son católicos?

En un encuentro con jóvenes, contestando a una chica universitaria[29], mons. Del Portillo habló del significado que tiene la voluntad salvífica de Dios para toda la humanidad. Lo explicó de forma pedagógica, y se podría decir que fue una breve síntesis de la enseñanza teológica del Concilio Vaticano II[30]. Trascribo casi todas sus palabras: «Es un problema difícil, uno de los misterios de Dios Nuestro Señor, que es infinitamente grande y que no puede caber dentro de nuestra cabeza [...]. No somos capaces de entender su infinita Sabiduría, y sus planes para cada uno de los hombres. Cuando pienso, por ejemplo, que en Japón hay más de ciento veinte millones de personas, de las que solamente pocos miles conocen al Dios verdadero; cuando considero que –según las últimas estadísticas que he leído hace dos o tres días– en China viven unos mil setenta millones de personas, ¡más de mil millones!, de las que casi ninguna ha oído hablar de Jesucristo; y que, sin embargo, el Señor murió hace veinte siglos, en muerte tremenda de Cruz para abrir el Cielo a toda la humanidad. ¿No es éste un gran misterio? Diariamente, en la Santa Misa, se renueva el Sacrificio de Jesús, para el bien de la Iglesia y de las almas todas; y, por otra parte, ¡cuánta oscuridad hay! [...]. Vino a los suyos, y los suyos no le recibieron. Esto sigue pasando; Dios lo permite, y nosotros no lo podemos entender». Y continuó: «De todas maneras, has de partir de un dato de fe: Dios es Padre de todas las criaturas humanas, de los cristianos y de los no cristianos. Permite que haya personas que nazcan en países donde no se conoce a Jesucristo, pero eso no significa que esas almas se vayan a condenar. En Teología se suele explicar ese misterio por medio de una comparación: se dice que a la Iglesia se puede pertenecer de dos maneras: una, formando parte del cuerpo de la Iglesia: son los que han recibido el Bautismo. Y otra, como formando parte del alma de la Iglesia; son las personas que obran según la ley natural, siguen los dictámenes de su recta conciencia, cumplen las prescripciones buenas de su propia religión, y se portan bien; a esas personas, Dios les concede su gracia, para que también tengan acceso al Cielo. Hablar del cuerpo y del alma de la Iglesia es sólo una comparación, para expresar que para salvarse es necesario pertenecer a la Iglesia, al menos en una forma invisible: cuando Dios da su gracia al que de su parte se porta bien, aunque no conozca la verdadera religión. Lo importante, hija mía, es que no hemos de pensar que Dios es injusto: ¡eso sería una blasfemia! Dios es infinitamente Justo, infinitamente Bueno, y quiere que absolutamente todos los hombres y las mujeres se salven»[31].

Y así como explica la constitución Lumen Gentium, el mandato de Cristo, que urge a la evangelización del mundo entero[32], el prelado del Opus Dei orientó y alentó a realizar un apostolado ad fidem, hacia la fe. Explicó que el camino de los cristianos es el seguro, porque es el revelado por Dios y porque hay unos medios eficaces –los sacramentos– para llegar al Cielo. Después prosiguió: «Esas almas nos preocupan, porque no disponen de los sacramentos, para vencer al pecado y para obtener con seguridad la gracia, vamos a rezar por ellas. Vamos a pedir que, si no pueden recibir la luz de la fe, porque no hay quien les predique el Evangelio, por lo menos se porten bien, de tal manera que Dios esté contento de ellos, les conceda su gracia y vayan al Paraíso. [...] El Señor derramó su Sangre para salvar a todos los hombres. Por eso, ansiamos que el mundo entero se salve, y pedimos a Dios Nuestro Señor que conceda a las almas las gracias necesarias para que, si pueden abrazar la verdadera religión, la abracen; y si no, que por lo menos cumplan la ley natural –que incluye el conocimiento de la existencia de Dios–, y así estén dispuestas a que Dios les de su gracia»[33].

Mons. Del Portillo había participado en el Concilio Vaticano II e hizo suyas las enseñanzas del mismo. Nos sorprende su capacidad de hablar adecuando pedagógicamente el discurso, en este caso, a una chica universitaria de 20 años. Su explicación fue sencilla, a la vez que no dejó de transmitir la profundidad de su contenido. Los presentes nos sorprendimos vivamente de la fuerza de sus palabras, con las que nos hizo entender la voluntad salvífica de Dios. Mons. Del Portillo animó a todos a cooperar con esta obra salvífica de Dios; y, ante la posibilidad de no recibir respuestas positivas, recordó que San Josemaría aseguraba que siempre que había llamado a un corazón noble, esa alma terminaba por responder bien.

c) Otras enseñanzas y testimonios

c.1) El sentido cristiano del trabajo

Se puede decir que Japón esun país económicamente desarrollado[34]. Después de la derrota de la Segunda Guerra Mundial en 1945, los japoneses se unieron y no se perdonaron descanso hasta ver reconstruido el país. Con ese motivo, trabajaron y lograron cumplir su objetivo a finales de los años 50. Sin embargo, después de ese gran éxito económico, gradualmente se fueron olvidando los fines de progreso y se entró en un materialismo consumista; el trabajo y el desarrollo económico fueron asumidos como un fin en sí mismo o como un medio para conseguir bienes materiales.

Mons. Del Portillo, conocedor de la situación del país, respondió a la pregunta de una estudiante en Ashiya de este modo: «Os pido que tengáis un corazón grande, que mostréis compasión por los que sufren, que procuréis aplicar la justicia y la caridad cristiana para resolver los problemas del mundo»[35].En el mismo sentido, en otra ocasión, habló del modo de vivir con coherencia y honradez en la vida profesional, a raíz de la pregunta de un empresario[36]:«La pobreza en sí misma no es virtud, así como la riqueza de por sí no es una cosa mala. Lo que es meritorio o no es el modo de vivir en medio de la carencia o de la abundancia de medios. Dices que el dinero es necesario para abrir escuelas o para atender a los pobres. Es evidente, pero no podemos escudarnos en eso y olvidarnos de que hay que comportarse como personas honradas: ser buenos maridos y buenos padres de familia, profesionales honrados, cristianos ejemplares en el recto uso de los bienes materiales. ¡Otra cosa sería un desorden! En cambio, el hecho de poseer más o menos dinero no es en sí un desorden. El desorden sólo se produce cuando se emplea el dinero de una manera mala»[37]. Y continuó: «Has hablado del problema de la competencia con otras compañías. Mientras emplees medios honrados, esa competencia es lícita y saludable. Conviene que la haya, porque así las empresas se controlan unas a otras y se logra que los precios sean más justos. La competencia leal no es mala; lo malo sería actuar con falta de honradez; pero, mientras los medios sean nobles, es una cosa que agrada al Señor y que va bien para toda la sociedad. De todas maneras, si tienes alguna duda, acude a un sacerdote, que te hará preguntas concretas y podrá orientarte en tu caso particular. Pero pienso que con lo que te he dicho tienes suficiente para resolver el problema y para quedarte muy tranquilo, siempre que procures no poner tu corazón en el dinero, sino en Dios, y en los demás, por Dios». Pienso que éstas, como otras palabras suyas, fueron acogidas como si hubieran sido dirigidas a cada uno personalmente. Contaba la hija de un hombre de negocios presente en esa reunión, que su padre «cambió completamente de actitud al escuchar su respuesta sobre la coherencia y honradez cristianas vividas en el ámbito profesional. Le impresionó que don Álvaro conociera bien los asuntos sociales y económicos y hubiera dado criterios rectos para vivir la fe en la realidad de la sociedad actual. Al día siguiente, se acercó feliz, a saludarle y, aunque no entendía castellano, no pudo olvidar nunca la confianza que le inspiró la gran sonrisa con la que le habló en esos minutos»[38]. Las palabras de mons. Del Portillo fueron una luz para comprender el sentido cristiano del trabajo, la justicia social y actuar con coherencia de vida cristiana.

c.2) Padre y pastor.

El Prelado del Opus Dei, no era, ni mucho menos, «un extranjero» en Japón. Los horizontes apostólicos universales de San Josemaría y de mons. Álvaro del Portillo, les llevaban al mismo tiempo a saber adecuar su predicación, sus palabras, a las personas en sus circunstancias particulares, con desvelo de padre y pastor.

Sirva como ejemplo este testimonio, después del encuentro en el Colegio Nagasaki Seido: «Un poco antes de empezar la tertulia, don Álvaro me preguntó por el porcentaje de católicos que habría entre los asistentes, le dije que más de la mitad no eran cristianos. Yo estaba segura de que lo que dijera aprovecharía a todos y aún los no cristianos le comprenderían, pero no pude evitar algo de preocupación sobre si serían capaces de entender toda la riqueza de contenido de lo que iban a recibir. Habló con muchísimo cariño al pueblo japonés y a la gente de Nagasaki –el cariño se sentía– y muy adecuado a los sentimientos del pueblo japonés»[39]. Mons. Del Portillo comenzó, en aquella ocasión, a dirigirse a los asistentes mencionando algo que llevaban muy en el corazón: los mártires, fruto de las persecuciones, y los sufrimientos ocasionados por la bomba atómica. El prelado relató cómo San Josemaría había rezado por Nagasaki y Hiroshima, y comentó que había acudido a rezar al santuario de los Veintiséis Mártires japoneses, entre los que había un pariente suyo. La misma persona a la que me he referido comentó: «Después de la tertulia, yo misma, pude comprobar que todo superaba mis esperanzas. Todos pudieron sacar provecho personal de sus palabras, y quedaron contentos y agradecidos». Al visitar el colegio «pasamos un rato largo recorriendo todo y mostrándole clase por clase; todos sus comentarios eran profundamente espirituales y nos animaba a seguir trabajando con esmero en esa tarea de almas que teníamos encomendada, también tenía siempre la palabra adecuada a cada persona: niñas, maestras y empleadas»[40].

III.CONCLUSIÓN

Dos días antes de dejar Japón, en un encuentro informal con jóvenes estudiantes, mons. Del Portillo dijo: «Antes, deseaba venir, porque quería cumplir un deseo de nuestro Fundador que no pudo realizar en vida; he venido en su nombre. Pero ahora que llevo aquí unos días, estoy tan enamorado de Japón, que ya no me querría ir nunca, y... tengo que volver a Roma»[41].Al poco de llegar a Roma, contestó a un telex de Japón: «Me ha dado mucha alegría encontrarme, a mi llegada a Roma, con el cariñoso télex [...]. Pido al Señor que, en esta nueva etapa que emprendéis, os ayude a entregaros con generosidad cada día renovada, y que colme de eficacia vuestro apostolado, llevando la fe a tantas almas como os están esperando»[42].

Las palabras de mons. Del Portillo en sus catequesis durante su viaje pastoral a Japón, fueron de gran claridad, firmeza y fortaleza en la fe, conjugadas con un palpable respeto a la libertad de las conciencias. Japón es, sin duda, como otros muchos países, una tierra en la que millones de almas esperan conocer a Jesucristo. Hoy, en esta época de evangelización y reevangelización del mundo entero, estoy convencida de que los consejos de mons. Del Portillo, de profundos y universales horizontes apostólicos, como los de San Josemaría, nos sirven de guía para llevar la fe a todos los hombres y que conociendo a Dios, le amen y vivan verdaderamente felices.

Pienso que no exagero al decir que don Álvaro transmitía, con su ejemplo y su palabra, seguridad para seguir con fidelidad las huellas de San Josemaría. Se quedó en el corazón de cada uno, con los tesoros de su ejemplo y sus palabras durante este viaje pastoral. Actualmente experimentamos su intercesión.

Seiko Kondo


[1]San Josemaría Escrivá de Balaguer, palabras pronunciadas en un encuentro familiar, 2 de octubre de 1962, cit. en Catequesis del Padre 1987, p. 393, en Archivo General de la Prelatura del Opus Dei (en adelante AGP), Biblioteca, P05.

[2]«Ahora ya no me acuerdo de nada: sólo de algunos verbos, de contar hasta diez, y pocas palabras más. [...] Lo estudié durante uno o dos años, pero como luego no lo practiqué, se me olvidó», citado en S. Bernal, Recuerdo de Álvaro del Portillo Prelado del Opus Dei, Rialp, Madrid 1996, p. 188.

[3] J. Medina Bayo, Álvaro del Portillo, un hombre fiel, Rialp, Madrid 2013, p. 598.

[4] Por ejemplo, el 6 de marzo de 1968, San Josemaría comentó a un estudiante japonés: «Si Dios me deja vivir un poco y Soichi me enseña su tierra cuando estén los cerezos en flor, yo gozaré mucho. Tendré que ir con un bastón. Me gustaría ir a aquella tierra, que es como un trozo de cielo», citado en J. M. Cejas, Los cerezos en flor. Relatos sobre la expansión del Opus Dei en Japón, Rialp, Madrid 2013, p. 120.

[5]«Se cumple un sueño de nuestro fundador: que el Padre viniese a Japón. Soñaba con esto, para él mismo, desde hace tantos años. En los escritos suyos que se conservan de los primeros años treinta, anotaba con frecuencia su deseo de venir al Imperio del Sol Naciente. En 1936, me animó a estudiar japonés». Homilía de mons. Álvaro del Portillo durante la Santa Misa celebrada en Ohara Bunka Center, Ashiya, 14 de febrero de 1987, en Catequesis del Padre 1987, p. 399, en AGP, Biblioteca, P05.

[6]Ashiya, ciudad cercana a Osaka, pertenece a la diócesis de Osaka.

[7] En 1987 había Centros del Opus Dei en estas tres ciudades.

[8]Palabras de mons. Álvaro del Portillo, encuentro en Yamamura Salon, Ashiya, 14 de febrero de 1987, en Catequesis del Padre 1987, p. 404, en AGP, Biblioteca, P05.

[9]Palabras de mons. Álvaro del Portillo, encuentro en Yamamura Salon, Ashiya, 14 de febrero de 1987, en Catequesis del Padre 1987, p. 404, en AGP, Biblioteca, P05.

[10] Uno de ellos, San Felipe de Jesús, era pariente lejano de mons. Del Portillo. Él quiso hacer una visita al Santísimo Sacramento en la iglesia que está en el santuario, dedicada a este mártir mexicano y construida con las limosnas de los fieles de esa nación.

[11] La catedral de Urakami, destruida por la bomba atómica del 9 de agosto de 1945, fue reconstruida en 1959.

[12]«Recuerdo también la conmoción de nuestro fundador cuando le llegó la noticia de que las bombas atómicas habían destruido esta ciudad y la de Hiroshima. Ante aquel horror, no se me olvida el dolor de nuestro Padre: rezaba por todas las víctimas y por los heridos graves, para que no se desesperasen, para que tuviesen un encuentro con Dios en medio del sufrimiento. Recordaba en su oración también a los que quedarían vivos, pero con secuelas que todavía se ignoraban». Palabras de mons. Álvaro del Portillo, en el Colegio Nagasaki Seido, Nagasaki, 15 de febrero de 1987, en Catequesis del Padre 1987, p. 416, en AGP, Biblioteca, P05.

[13] La iglesia de Oura, construida el 19 de febrero de 1865, en honor de los Ventiséis Mártires japoneses fue la catedral de Nagasaki hasta 1962. La historia de la advocación se refiere a su descubrimiento o encuentro (inventus): el 17 de marzo de 1865 unos fieles fueron a hablar con el padre Petitjean, misionero francés: «Nuestro corazón, es el mismo que el suyo; ¿dónde está la estatua de Santa María?». El padre Petitjean descubrió que eran Kakure Kirishitan –cristianos ocultos–, descendientes de los primeros japoneses cristianos que habían permanecido tales en la clandestinidad. Rápidamente, miles de cristianos salieron de su ocultamiento. El papa Pío IX lo denominó «el milagro del Oriente». Y a aquella estatua de la Virgen se le dio la advocación de Beata Maria Virgo de Inventione Christianorum. Cfr. T. Nagai, Nagasaki no Kane, Hibiya syuppansha, Tokio, 1949 (La campana de Nagasaki, Oberon, Buenos Aires, 1956); P. Glynn, Réquiem por Nagasaki, Palabra, Madrid 2013.

[14]El cardenal Asajiro Satowaki (1904-1996) propuso que algunos fieles del Opus Dei comenzaran un colegio en Nagasaki, que empezó en 1978.

[15] Antigua capital (794-1868), trasladada a Tokio en 1868.

[16]«Suponía que la gente de Kioto estaría orgullosa de ese pasado imperial. Y yo pensaba que nosotros, los católicos, recibimos a Nuestro Señor y que, con eso, nuestra alma es mucho más que Kioto. No es ya el recuerdo de la venida de un rey a nosotros: tenemos la realidad, constantemente repetida, de que Dios, Rey de Reyes y Emperador de Emperadores, viene a nuestra alma. No es un recuerdo histórico: se trata de una realidad viviente, y por eso nuestra alma vale mucho más que Kioto y “mil Kiotos” juntos». Palabras de mons. Álvaro del Portillo, encuentro en Shimogamo Academy, Kioto, 19 de febrero de 1987, en Catequesis del Padre 1987, p. 459, en AGP, Biblioteca, P05.

[17]En la homilía, explicó el sentido de los sacramentos. Una vez en Roma, mons. Del Portillo recordó que tuvo la alegría de celebrar cuatro sacramentos en la misma jornada: «Tres intra Missam: Bautismo, Confirmación y Primera Comunión. El cuarto, como nos tocaba ese día confesarnos, fui a la confesión». Palabras de mons. Álvaro del Portillo, encuentro familiar, en Catequesis del Padre 1987, p. 489, en AGP, Biblioteca, P05.

[18]«Al saber que íbamos a venir a Japón, entre otros sitios, el Papa [Juan Pablo II] se puso muy contento y no sólo me dio la bendición de viaje, sino que me dijo que a todos los que viera, fueran o no miembros del Opus Dei, junto con la bendición del Papa, les llevase su cariño, su recuerdo y sus oraciones». Palabras de mons. Álvaro del Portillo, encuentro enYamamura Salon, Ashiya, 14 de febrero de 1987, en Catequesis del Padre 1987, p. 410, en AGP, Biblioteca, P05.

[19]Catholic Bishops Conference of Japan, Statistics of the Church in Japan 2012. Japón ocupa el número 128 de una lista de 141 países, según porcentaje de católicos (https://www.nationmaster.com, consultada el 26 de enero de 2014).

[20]En 1889 una nueva constitución japonesa declaró la libertad de religión. Antes hubo varias oleadas de persecución entre 1868 y 1870, y un gran número de fieles católicos de Urakami (área norte de Nagasaki) habían sido capturados y exiliados a diversas regiones de Japón. Unos murieron allí, otros pudieron regresar a su tierra en 1879. En Nagasaki, ellos mismos construyeron la iglesia de Urakami, consagrada en 1879.

[21]Exceptuando Nagasaki, la mayoría de los católicos actualmente son conversos o de tercera a quinta generación, después de 1878. Se narra un interesante relato de Kei Koriyama sobre «la tercera generación de cristianos» en J. M. Cejas, Los cerezos en flor,pp. 144-159.

[22]Palabras de mons Álvaro del Portillo, encuentro en el Colegio Nagasaki Seido, Nagasaki, 15 de febrero de 1987, en Catequesis del Padre 1987, p. 423, en AGP, Biblioteca, P05.

[23]Palabras de mons Álvaro del Portillo, encuentro en el Colegio Nagasaki Seido, Nagasaki, 15 de febrero de 1987, en Catequesis del Padre 1987, p. 423, en AGP, Biblioteca, P05.

[24]En aquella ocasión mons. Del Portillo le dijo: «El consejo que te doy es que quieras mucho a tus padres, que los respetes, que los veneres. Si tú has recibido el don de la fe es, ciertamente, por voluntad de Dios; pero tus padres te han facilitado el camino al practicar sus creencias con rectitud. Quizá sin darse cuenta, han hecho de ti una persona religiosa, capaz de recibir la semilla de la fe. A tus padres no les puedes dar ninguna lección, sino que debes quererles y tratarles con mucho respeto. Lo que sí puedes y debes hacer es rezar por ellos: ya que son tan buenos y religiosos, y hacen tantas obras de beneficiencia, pídele al Señor que les conceda la luz de la fe cristiana. Es el mayor tesoro que se puede tener en la tierra, y es lógico que lo pidas para tus padres, porque les debes querer de tal manera que desees para ellos lo mejor. Y la fe es lo mejor, la causa de tu felicidad». Palabras de mons. Álvaro del Portillo, encuentro en el Colegio Nagasaki Seido, Nagasaki, 15 de febrero de 1987, en Catequesis del Padre 1987, p. 423, en AGP, Biblioteca, P05. Cfr. también Bernal, Recuerdo de Álvaro del Portillo, p. 164.

[25] Testimonio de Mizue Imamura, escrito con ocasión del centenario del nacimiento de mons. Álvaro del Portillo, enero de 2014.

[26]Palabras de mons. Álvaro del Portillo, encuentro en Yamamura Salon, Ashiya, 14 de febrero de 1987, en Catequesis del Padre 1987, p. 409, en AGP, Biblioteca, P05.

[27]«No te dejes llevar por la impaciencia de querer ganar a todos rápidamente; has de poner los medios sobrenaturales, y después, ser muy paciente [...]. Comprende que Dios te ha dado a ti algo que a los demás no ha concedido todavía; y que , por eso, tiene derecho a pedirte a ti más entrega, más fidelidad que a los otros. Pensar en esto te ayudará a comprenderles y a disculparlos y te animará a darles la mano». Palabras de mons. Álvaro del Portillo, encuentro en Yamamura Salon, Ashiya, 14 de febrero de 1987, en AGP, Biblioteca, P05.

[28]Palabras de mons. Álvaro del Portillo, encuentro en Ohara Bunka Center, 14 de febrero de 1987, en Catequesis del Padre 1987, p. 402, en AGP, Biblioteca, P05

[29]La pregunta fue: «Algunas personas nacen en países cristianos y oyen hablar de Dios; pero otras no llegan a enterarse de su existencia, y mueren paganas. ¿Cómo explicar la voluntad salvífica de Dios?». Encuentro en Ohara Bunka Center, 21 de febrero de 1987, en Catequesis del Padre 1987, p. 498, en AGP, Biblioteca, P05.

[30]«Por fin, los que todavía no recibieron el Evangelio, están ordenados al Pueblo de Dios por varias razones. [...] Y el Salvador quiere que todos los hombres se salven (cf. 1 Tim 2,4). Pues los que inculpablemente desconocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia y buscan con sinceridad a Dios, y se esfuerzan bajo el influjo de la gracia en cumplir con las obras de su voluntad, conocida por el dictamen de la conciencia, pueden conseguir la salvación eterna. La divina Providencia no niega los auxilios necesarios para la salvación a los que sin culpa por su parte no llegaron todavía a un claro conocimiento de Dios y, sin embargo, se esfuerzan, ayudados por la gracia divina, en conseguir una vida recta. La Iglesia aprecia todo lo bueno y verdadero, que entre ellos se da, como preparación evangélica, y dado por quien ilumina a todos los hombres, para que al fin tenga la vida[...]». Concilio Vaticano II, const. Lumen Gentium, n. 16, en Acta Apostolicae Sedis 57 (1965), p. 20.

[31]Palabras de mons. Álvaro del Portillo, encuentro en Ohara Bunka Center, 21 de febrero de 1987, en Catequesis del Padre 1987, pp. 498-499, en AGP, Biblioteca, P05.

[32]«Pero con mucha frecuencia los hombres, engañados por el maligno, se envilecieron con sus fantasías y trocaron la verdad de Dios en mentira, sirviendo a la criatura más bien que al Creador (cfr. Rm 1,21 y 25), o, viviendo y muriendo sin Dios en este mundo, se exponen a la desesperación extrema. Por lo cual la Iglesia, acordándose del mandato del Señor, que dijo: “Predicad el Evangelio a toda criatura” (Mc 16,15), procura con gran solicitud fomentar las misiones para promover la gloria de Dios y la salvación de todos éstos. Como el Hijo fue enviado por el Padre, así también Él envió a los Apóstoles (cfr. Jn 20,21) diciendo: “Id, pues, y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Yo estaré con vosotros siempre hasta la consumación del mundo” (Mt 28,19-20)».Concilio Vaticano II, const. Lumen Gentium, nn. 16 y 17, en Acta Apostolicae Sedis 57 (1965), pp. 20-21.

[33]Palabras de mons. Álvaro del Portillo, encuentro en Ohara Bunka Center, 21 de febrero de 1987, en Catequesis del Padre 1987, p. 499, en AGP, Biblioteca, P05.

[34]Según una estadística de Naciones Unidas, hasta 2008, el GDP (Gross Domestic Product) de Japón fue el segundo del mundo durante largo tiempo. El dato de 2012 es de 5.960.180.293.678 (US$), el tercero del mundo, después de EE.UU. y China.Datos obtenidos de la página web de National Accounts Main Aggregates Database consultada el 18 de febrero de 2014 (https://unstats.un.org/unsd/snaama/selbasicFast.asp...

[35]Palabras de mons. Álvaro del Portillo, encuentro en Yamamura Salon, Ashiya, 14 de febrero de 1987, en Catequesis del Padre 1987, p. 410, en AGP, Biblioteca, P05.

[36]La pregunta fue: «El Señor bendijo a los pobres de corazón, y sé que debemos vivir fielmente esa enseñanza, pero me parece que es muy difícil practicarla con fidelidad. Lo que más se valora en este mundo es el dinero [...]. También para [...] tantas cosas buenas hace falta dinero. Y para ganarlo es necesario trabajar mucho. En mi caso, para conseguir contratos, no pocas veces tengo que competir con otras empresas [...]. Me siento acosado entre dos fuegos: por un lado las necesidades que acabo de expresar y por otro el ideal de vida cristiana. Le agradecería que me ayudara a compaginar estas dos cosas». Pregunta de un empresario a mons. Álvaro del Portillo, encuentro en el Colegio Nagasaki Seido, Nagasaki, 15 de febrero de 1987, en Catequesis del Padre 1987, p. 421, en AGP, Biblioteca, P05.

[37]Palabras de mons. Álvaro del Portillo, encuentro en el Colegio Nagasaki Seido, Nagasaki, 15 de febrero de 1987, en AGP, Biblioteca, P05.

[38] Testimonio de Mizuko Araki, Nagasaki, enero de 2014.

[39]Testimonio de Kazuko Nakajima, Nagasaki, abril de 1994.

[40]Testimonio de Kazuko Nakajima, Nagasaki, abril de 1994.

[41]Palabras de mons. Álvaro del Portillo, encuentro en Ohara Bunka Center, 21 de febrero de 1987, en Catequesis del Padre 1987, p. 496, en AGP, Biblioteca, P05.

[42]Télex de mons. Álvaro del Portillo, 24 de febrero de 1987, en Catequesis del Padre 1987, p. 510, en AGP, Biblioteca, P05.