El borrico La elección del amor
Si la condición para que Jesús reinase en mi alma, en tu alma, fuese contar previamente en nosotros con un lugar perfecto, tendríamos razón para desesperarnos. Pero «no temas, hija de Sión: mira a tu Rey, que viene sentado sobre un borrico» Un 12, 15). ¿Lo veis? Jesús se contenta con un pobre animal, por trono. No sé a vosotros; pero a mí no me humilla reconocerme, a los ojos del Señor, como jumento: «Como un borriquito soy yo delante de ti; pero estaré siempre a tu lado, porque tú me has tomado de tu diestra» (Sal 73, 22-23), tú me llevas por el ronzal (Es Cristo que pasa 181).
El Señor ha pensado en él, lo ha escogido, no va a buscarlo Él mismo, sino que se lo encarga a sus discípulos. El borrico. ¡Es curioso!: Jesús ha pensado hasta en los menores detalles. «Id a la aldea de enfrente. Al entrar encontraréis un bo ¡rriquillo atado, sobre el que nadie ha montado todavía; desatadlo y traedlo. Si alguno os pregunta: "¿Por qué lo desatáis?", le diréis así: "El Señor lo necesita"» (Lc 19, 30-31).
Inexperto –nadie lo ha montado jamás– y, sin embargo, escogido por el Mesías para su entrada triunfal en Jerusalén. El Señor tenía prisa por cumplir la voluntad de su Padre. Subiendo a Jerusalén, iba delante (cf. Lc 19, 28): el amor no espera para darse. Pero él quería tener necesidad de los hombres. Se detiene por el camino, cerca del monte de los Olivos, para dar estas precisas instrucciones a dos discípulos. Incluso se adelanta a las preguntas que podrían hacerle.
El pequeño burro no protesta, no pide que sea el Maestro mismo quien venga a buscarlo. Los discípulos ponen sus mantos encima y Jesús se monta. Cuando llega la entrada triunfal en Jerusalén, el borrico sabe que las aclamaciones no están destinadas a él. Por otra parte, los discípulos no entienden la elección de Cristo. Solamente más tarde se darán cuenta de que la Escritura se ha cumplido.
¡Ah Jesús! –díselo tú también– : «ut iumentum factus sum apud te!» –me has hecho tu borriquillo; no me dejes, «et ego semper tecum!» –y estaré siempre Contigo. Llévame fuertemente atado con tu gracia: «tenuisti manum dexteram meam...» –me has cogido por el ronzal; «et in voluntate tua deduxisti me...» –y hazme cumplir tu Voluntad. ¡Y así te amaré por los siglos sin fin! –«et cum gloria suscepisti me!» (Forja 381, cf. Sal 73 [721, 22-24).
No te importe decírselo: Señor, aquí me tienes como un perro fiel; o mejor, como un borriquillo, que no dará coces a quien le quiere (Forja 73).
Agradecemos a la editorial Ciudad Nueva que nos haya permitido reproducir algunos párrafos del libro “15 días con Josemaría Escrivá”, escrito por D. Guillaume Derville.
- 15 días con Josemaría Escrivá (textos anteriormente publicados)