D. Esteban Aranaz, sacerdote de la diócesis de Tarazona, ha dedicado más de dos décadas a la misión en Asia, primero en Taiwán durante siete años y, desde hace una década, en Shanghái.
Lee la entrevista original en Omnes (Javier García Herrería)
Su labor pastoral, según cuenta, se centra en la atención a la comunidad católica hispanohablante y de lengua portuguesa, además de viajar regularmente a Pekín para impartir retiros a jóvenes.
Una de las grandes preocupaciones con la Iglesia clandestina china son las restricciones para sacerdotes extranjeros en el país, aunque según cuenta Aranaz su situación ha mejorado en los últimos años, permitiéndole desarrollar su ministerio con mayor estabilidad. Además, su integración en la vida eclesial local se ha fortalecido con su labor como organista en la catedral de Shanghái.

La Iglesia en China, aunque minoritaria, vive con gran fervor su fe. Se estima que hay entre 15 y 20 millones de católicos, lo que representa aproximadamente el 1% de la población, mientras que la comunidad evangélica es algo más numerosa.
Una Iglesia silenciosa pero viva
A diferencia de Occidente, donde muchas veces la práctica religiosa se ha enfriado, en China la piedad es profunda y visible, afirma el Padre Esteban. En la catedral de Shanghái, por ejemplo, cada domingo se congregan hasta 700 fieles en una liturgia solemne, con gran respeto y devoción.
“La reverencia ante lo sagrado se manifiesta en gestos significativos: muchos fieles oran de rodillas, mantienen las manos juntas durante toda la misa y participan activamente en la liturgia. La música litúrgica es especialmente valorada en China, con coros bien preparados que contribuyen a la belleza de la celebración”, cuenta.
Preguntado sobre el crecimiento de los creyentes y las conversiones, relata que “no es masivo ni ruidoso, sino discreto y basado en el testimonio cotidiano. La fe se transmite en pequeños círculos, en la confianza personal y en el silencio de quienes la viven con autenticidad”.

Las conversiones son constantes, pero el contexto requiere prudencia y adaptación. La Iglesia en China sigue siendo una comunidad minoritaria, con presencia en prácticamente todas las ciudades del país, aunque su influencia en la sociedad está limitada por el marco político. En algunas provincias, como Hebei o Shanxi, hay comunidades católicas más numerosas y templos bien cuidados. Además, la Iglesia mantiene obras sociales, como residencias para ancianos y orfanatos gestionados por religiosas o laicos comprometidos.
La relación entre la Iglesia y el Estado: estabilidad y diálogo
Otro de los temas que tratan en esta entrevista es las relaciones entre la Iglesia y el Gobierno chino, que no ha estado exenta de dificultades y complicaciones desde hace décadas. En ese sentido, Aranaz celebra el acuerdo de 2018 entre la Santa Sede y el Gobierno chino, que “ha permitido normalizar la situación de muchos obispos y fortalecer la unidad de la Iglesia en el país”.
Aunque el contenido del acuerdo no es público, su objetivo es preservar la comunión eclesial y garantizar que todos los obispos estén en plena unión con el Papa. Este pacto, renovado periódicamente, pasará a tener una vigencia de cuatro años a partir de 2024, lo que el padre Esteban considera un signo positivo de estabilidad y diálogo. Este sacerdote aragonés cree que la estrategia del Papa Francisco, basada en la prudencia y el diálogo, ha dado frutos y ha abierto puertas que antes estaban cerradas.
Otro de los temas tratados es la formación del clero en China, que según explica, ha mejorado significativamente en los últimos años. Cuenta que existen seminarios bien organizados en ciudades como Pekín, Shanghái y Shijiazhuang, este último con más de 100 seminaristas, lo que lo convierte en el más grande del país.

Además, muchos sacerdotes han podido completar estudios en universidades de Roma, Alemania, España y otros países, elevando notablemente el nivel de preparación del clero chino. Roma nunca ha considerado a la Iglesia en China como cismática, ya que la sucesión apostólica se ha mantenido intacta, y la doctrina, la moral y la liturgia no han sufrido alteraciones.
La amistad juega un papel fundamental en su misión en China, algo que él mismo define como el “octavo sacramento”. Aunque su labor pastoral está dirigida a extranjeros, ha desarrollado una profunda relación con fieles chinos a través del arte y la música, dos de sus pasiones. En encuentros como “Amigos de la Belleza”, organiza tertulias donde comparte la riqueza cultural de China y el humanismo cristiano en un ambiente de fraternidad.
#VIDEO - Esteban Aranaz, #misionero en Taiwán y #China: "Me quedo con el cariño y la amistad de la gente" @OMP_ES @TRECE_es #DOMUNDhttps://t.co/VN6gEBl9kK
— Ecclesia COPE (@ecclesiacope) October 24, 2022
A pesar de los desafíos, el padre Esteban mantiene una visión optimista sobre el futuro de la Iglesia en China. Cree firmemente que la fe sigue viva y que el diálogo con las autoridades permitirá seguir avanzando. Destaca que la Iglesia ha sabido adaptarse a lo largo de la historia y que, aunque el camino sea complejo, siempre encontrará formas de evangelizar. En su opinión, la clave está en seguir fomentando un espíritu apostólico vibrante y fortalecer la comunión con la Iglesia universal.
El Opus Dei: un impulso en el acompañamiento y la formación del clero
Su fortaleza y optimismo, según ha respondido en las respuestas de esta entrevista, se sostienen en la oración. Destaca especialmente el papel del Opus Dei y la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz en su acompañamiento espiritual y formación, así como en la de muchos sacerdotes en todo el mundo, valorando su contribución en la preparación del clero a través de instituciones como la Universidad de Navarra, el Seminario Internacional Bidasoa y la Pontificia Universidad de la Santa Cruz en Roma. Formado en estas instituciones, el padre Esteban reconoce que su vocación sacerdotal se ha enriquecido con una visión universal de la Iglesia.
Con una profunda gratitud por su misión, concluye con una declaración que resume su entrega total al pueblo chino:
“Nuestra existencia se la debemos a Dios y a nuestros padres. Formamos parte de una tradición con nuestros antepasados. Pero el corazón solo responde a la libertad del amor. Y yo, porque soy libre, por amor a Cristo, he decidido dárselo para siempre al pueblo chino. No importa dónde la Providencia me lleve, allí donde esté, quiero ser siempre un chino más”.