Diálogo con Guadalupe

Alicia Álamo, artista de teatro y pionera en las aulas universitarias -como Guadalupe-, escribe sobre la nueva Beata

No la conocí personalmente, aunque coincidimos en vida y en la Obra, pero no en país ni continente. Estuve en España cuando ella vivía; y en México en 1975, ya no estaba allí, incluso iba a morir un par de meses más tarde y días después de San Josemaría. Juntos recorrieron los primeros tiempos del Opus Dei y pasaron al cielo con pocos días de diferencia.

Guadalupe, por su nombre de pila -nació el 12 de diciembre de 1916, fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe- estuvo desde su bautismo predestinada para comenzar y llevar adelante, en admirable poco tiempo, la labor femenina del Opus Dei en tierra azteca. Tuvo una especial bendición de la Patrona de México y de América, enternecida por la hija extranjera en esa tierra, pero nacida en su fiesta y llevando su nombre. Por eso el prodigioso fruto de su trabajo en México donde sólo estuvo seis años. Lo realizó con mucho empeño, perseverancia, alegría y amor a Dios y a San Josemaría.

Si Guadalupe Ortiz de Landázuri fue pionera del Opus Dei en México, lo fue también en otros aspectos de su vida: en las aulas del bachillerato y de la universidad. Su padre, militar, lo destinaron a Tetuán, al norte de Marruecos, cuando ella tenía 10 años, empezó allí la escuela secundaria, como única mujer entre varones. Se destacó en ese ambiente por su inteligencia, dedicación y personalidad, la mejor estudiante de la clase. De regreso a la capital española en 1932, terminó el bachillerato, en 1933 entró a la Universidad Central de Madrid, se inscribió en la escuela de Ciencias Químicas junto a sólo cuatro mujeres en un grupo de 70 alumnos. Culminó exitosamente su carrera y, con el paso de los años, con un trabajo abrumador, dictando clases, haciendo cabeza en las actividades apostólicas, encontró tiempo para seguir estudiando hasta culminar un doctorado, con aporte novedoso en su tesis para la ciencia química.

A esta Guadalupe, pionera como yo, en las aulas universitarias, me quería referir cuando me sugirieron escribir un artículo con motivo de su beatificación el 18 de mayo. Sin embargo, ante la pantalla en blanco, me quedé también en blanco hasta que…

Toqué la puerta de su eternidad, abrió y me recibió sonriente.

GUADALUPE – Pasa. Te estaba esperando.

ALICIA – Gracias. Tenía tantos deseos de conocerte…

GUADALUPE – (Riendo) ¡Pues ya nos conocemos!

ALICIA – Vengo a hacerte preguntas.

GUADALUPE – Y estoy dispuesta a contestarlas.

ALICIA - ¿Cómo conociste a San Josemaría?

GUADALUPE – Sentía yo una inquietud espiritual, como si algo me faltara, lo comenté

con un amigo y le pedí que me recomendara un sacerdote para hablar con él; me dio el teléfono del Padre Josemaría Escrivá de Balaguer y le pedí una cita. Fue el 25 de enero de 1944.

ALICIA - ¿Cuál fue tu primera impresión del Padre?

GUADALUPE – Yo diría que desde el primer momento presentí al santo a través de un hombre sencillo, afable y alegre.

ALICIA - ¿Y cuándo presentiste tu vocación al Opus Dei?

GUADALUPE – También desde ese primer momento y se lo dije a don Josemaría: yo tengo vocación para eso. Debió pensar que yo era una loca y me habló de esperar. No fue mucho lo que esperé, porque después de unos días de retiro espiritual, vi clara mi vocación y pedí mi admisión el 19 de marzo, día de San José.

ALICIA - ¿Ya te habías graduado en Ciencias Químicas?

GUADALUPE – Sí y estaba trabajando. Tenía 27 años.

ALICIA - ¿Cómo pudiste compaginar tu actividad científica con tu intenso trabajo apostólico?

GUADALUPE – Siguiendo lo que predicaba el Fundador de la Obra: un entramado de actividades distintas. Es como un entredós: la cinta y el encaje son diferentes, pero se entrelazan armoniosamente.

ALICIA – Tú, que eres científica, ¿sentiste alguna vez que podría haber conflicto entre tu ciencia y tu fe?

GUADALUPE – No, porque la ciencia es creación de Dios y quien ve algún conflicto es por ignorancia de la fe o porque su ciencia está equivocada. No puede haber contradicción en lo creado por Dios.

ALICIA – Como pionera en los estudios universitarios de tu tiempo, ¿sufriste alguna vez el rechazo de tus compañeros varones?

GUADALUPE – Tal vez en un principio algo, pero eso se solventa pronto, primero, por excelencia académica y, luego, por vivencia real de la feminidad. A los hombres, lo que les molesta, es que tratemos de imitarlos, lo que, de paso, es un feminismo equivocado, un complejo, una forma tácita de aceptar el machismo, pues es pensar que la actividad masculina es la valiosa.

ALICIA - ¿Tú piensas que el trabajo doméstico de la mujer es tan importante como el de las profesiones liberales?

GUADALUPE - ¡Por supuesto! Yo trabajé intensamente en sacar adelante el CEICID, el Centro de Estudios e Investigaciones en Ciencias Domésticas.

ALICIA – Leí tus cartas a San Josemaría y me llamaron la atención dos cosas, una, que te describes con un carácter…

GUADALUPE – Arrebatado, no puedo negarlo. A veces quería exigir a las otras, a las nuevas vocaciones, más de lo que debía. Me costó ser más ponderada. ¿Y la otra cosa que te llamó la atención?

ALICIA – Que te costaba cumplir alguna práctica de piedad. Varias veces le escribiste al Padre que no habías hecho la lectura espiritual.

GUADALUPE – Cierto y por eso le pedía que rezara por mí.

ALICIA – Se ve que lo hizo y Dios lo escuchó, porque sin eso no hubieras podido llegar a ser santa. ¿Te das cuenta de que vas a ser el primer laico beatificado del Opus Dei y precisamente una mujer?

GUADALUPE – Si, y estoy anonadada. El primero debía haber sido Isidoro…

ALICIA - ¿Le discutirías eso al Señor?

GUADALUPE - ¡Por Dios, no, sus razones tendrá!

Me despierto y veo la pantalla… seguirá en blanco… no, hay algo escrito… ¡he escrito soñando!

Alicia Álamo Bartolomé