“El Apóstol Santiago viajó a Hispania para evangelizarla. A su regreso a Jerusalén, fue apresado y martirizado. Sus discípulos recogieron su cuerpo (sin cabeza) y lo trasladaron por mar hasta Iria Flavia, en Galicia. Unos kilómetros más allá, en el interior, lo enterraron. Las sucesivas invasiones de los pueblos bárbaros y musulmanes silenciaron el emplazamiento del sepulcro de Santiago”. Así arranca Hacer el camino, un folleto de don Santiago Climent. Aquel silencio de muchos siglos en torno a la tumba del pescador de Galilea lo romperían las pisadas de los incontables romeros que, desde el descubrimiento del sepulcro, llevan siglos caminando a Compostela.
Es un camino que “también ahora muchos peregrinos lo hacen con actitud de conversión, particularmente los años santos. Tiempo privilegiado de gracia y salvación, que la Iglesia ofrece a todos para una renovación interior de la vida cristiana”, escribe Climent.
En esta línea apunta el autor: “quien comienza el camino a Santiago, tiene un interés, un motivo más o menos profundo, quizá una luz que se ha encendido en su alma (una petición que hacer; un deseo de Dios que nace en el corazón y que necesita madurar en la soledad del tú a tú con Él para estar seguro; el reparar una vida pasada con un montón de equivocaciones y comenzar una nueva andadura con un corazón renovado...”.
“La alegría es parte integrante de tu camino”
La geografía de la ruta jacobea, desde las áridas etapas castellanas a los verdes tramos gallegos, es un reflejo de las dificultades de una ruta que, no obstante, impulsa al optimismo. Así lo destaca Climent recogiendo un texto de san Josemaría: “La alegría es parte integrante de tu camino”.
San Josemaría peregrinó a Santiago varias veces durante su vida, la primera de ellas en julio de 1938 cuando, como ocurre ahora, se prolongó el año santo de 1937, entonces a causa de la guerra, hoy por las restricciones de movilidad a causa de la pandemia.
El fundador del Opus Dei “fue un contemplativo itinerante porque se encontró con Jesús en el camino de su vida y ya no lo dejó nunca. Puede que también Jesús se haga el encontradizo contigo durante el camino”, aventura el autor. El texto está dividido en cuatro apartados: “La salida y la meta”, “El camino”, “Los obstáculos, las caídas” y “La ayuda de los otros”.
En cada uno de ellos, tras una breve introducción, recoge textos de san Josemaría, la mayor parte de ellos de su libro Camino, pero también de otros como Forja, Surco o Es Cristo que pasa.