Dios, que en tu providencia admirable te has dignado enviar a tus santos ángeles para nuestra custodia; te suplicamos nos concedas vernos siempre defendidos por su protección y gozar eternamente de su compañía.
Colecta de la misa de los Ángeles Custodios.
Bebe en la fuente clara de los "Hechos de los Apóstoles": en el capítulo XII, Pedro, por ministerio de Ángeles libre de la cárcel, se encamina a casa de la madre de Marcos. —No quieren creer a la criadita, que afirma que está Pedro a la puerta. "Angelus ejus est!" —¡será su Ángel!, decían. —Mira con qué confianza trataban a sus Custodios los primeros cristianos. —¿Y tú?
No podemos tener la pretensión de que los Ángeles nos obedezcan... Pero tenemos la absoluta seguridad de que los Santos Ángeles nos oyen siempre.
Señor, que tus hijos sean como una brasa encendidísima, sin llamaradas que se vean de lejos. Una brasa que ponga el primer punto de fuego, en cada corazón que traten... —Tú harás que ese chispazo se convierta en un incendio: tus Ángeles —lo sé, lo he visto— son muy entendidos en eso de soplar sobre el rescoldo de los corazones..., y un corazón sin cenizas no puede menos de ser tuyo.
Sé que te doy una alegría copiándote esta oración a los Santos Ángeles Custodios de nuestros Sagrarios: Oh Espíritus Angélicos que custodiáis nuestros Tabernáculos, donde reposa la prenda adorable de la Sagrada Eucaristía, defendedla de las profanaciones y conservadla a nuestro amor.
Gustosamente harían su oficio los Santos Ángeles Custodios con aquella alma que les decía: "Angeles Santos, yo os invoco, como la Esposa del Cantar de los Cantares, 'ut nuntietis ei quia amore langueo' —para que le digáis que muero de amor".