60 muchachos y 3 toneladas

“Reúne a 60 jóvenes con ganas de trabajar desinteresadamente por los más necesitados, y todo lo demás es posible”. Esta sería una manera de resumir el resultado del campamento de trabajo social organizado por el Centro Cultural Pozoviejo, en Maracaibo, del 16 al 21 de diciembre.

Alrededor de 60 jóvenes —estudiantes universitarios y de bachillerato— se reunieron en el Centro de Encuentros Portones, en el municipio Mara del estado Zulia, con el fin de aliviar un poco las necesidades de los pobladores del lugar, y como una manera de concretar la virtud de la solidaridad cristiana.

Los 5 días que duró la actividad estuvieron precedidos por varios meses de preparación y coordinación, que incluyeron a su vez otras muchas actividades. La primera de ellas fue lo que los muchachos llamaron “El Paquetazo”: un operativo de recolección de alimentos en las salidas de los principales supermercados de Maracaibo.

A las puertas de los supermercados

Organizándose por turnos, varios grupos de muchachos se instalaron a las salidas de los supermercados para pedir a los compradores que donaran algún paquete de alimento para las personas pobres del municipio Mara, uno de los más deprimidos del país.

Sin embargo, la búsqueda de donaciones no fue sólo de alimentos, también incluyó juguetes y medicinas. Resultado: 3 toneladas de comida, 260 juguetes, 1.800 medicamentos y 120 vacunas para animales.

Con esas “cifras” se trasladaron al municipio Mara y, desde el Centro de Encuentros Portones, comenzó la organización inmediata para entregar lo acopiado. Se prepararon 200 bolsas de comida, que fueron entregadas una a una por los muchachos, en las casas de las personas beneficiadas.

“Cuando entregábamos las bolsas nos quedábamos a conversar un rato con las familias. En varias ocasiones hasta cantamos, con la única intención de hacerles pasar una rato agradable a esas personas”, cuenta Jesús Adán Rincón, estudiante de comunicación social.

Los juguetes del Niño-Jesús y un Preescolar

Luego vinieron los juguetes. Se preparó un show para los niños de la zona, que fueron reunidos entre canciones y bailes, para recibir los regalos del Niño-Jesús.

En paralelo, un grupo de muchachos se dedicó a reparar y acondicionar las instalaciones del Pre-escolar Palo I, que sirve de plantel a los niños de la zona.

Entre las muestras de solidaridad de las personas que colaboraron con sus donaciones, estuvo la del dueño de una industria de medicamentos veterinarios, que donó decenas de vacunas para animales domésticos. Con ellas se pudo hacer una jornada de vacunación de unas 60 mascotas de los habitantes del municipio, con el fin adicional de evitar enfermedades en los dueños.

Médicos , medicinas y actividades culturales

Se realizó también una jornada médico-odontológica, que contó con dos unidades móviles: una para atención médica y otra para casos odontológicos, y con la participación de 12 médicos especialistas y 4 odontólogos.

Los médicos atendieron un total de 600 pacientes, en su mayoría de la etnia wayúu, a los que se les donaron las medicinas de su respectivo tratamiento. Las consultas incluyeron las áreas de pediatría, medicina de adultos, ginecología y vacunación. Los odontólogos, por su parte, atendieron un total de 200 pacientes.

Además de las actividades sociales, los muchachos tuvieron una serie de coloquios sobre temas de actualidad, con distintos profesionales zulianos; adicionalmente, se organizaron tertulias musicales y charlas de formación humana y cristiana para los asistentes.

Las razones y los frutos

“La verdad es que se logró aliviar un poco las necesidades de las personas de ese sector del municipio. Una cosa así sólo sale cuando hay una motivación cristiana, de amor a Dios y a los demás. Esto tiene la ventaja de servir también como un medio muy eficaz en la formación humana y cristiana de los muchachos que asisten a las actividades del Centro Cultural Pozoviejo”, explicó el Dr. Luis Mosqueda, uno de los directivos de Pozoviejo y director del campamento de trabajo.

“Fue mi primera vez” , comenta Felipe Guevara, estudiante de ingeniería industrial. “Las expectativas que tenía acerca del campamento fueron superadas. Crecí humanamente y fue edificante. Uno se da cuenta del dolor y de la pobreza en esas zonas, y además te ayuda a valorar un poco más todas las cosas, y sobre todo a dar gracias a Dios por lo que uno tiene. Lo que más valor tuvo para mí en este campamento fue la oportunidad de servir a los más necesitados.”

“Fue una oportunidad muy valiosa para mí, como joven, poder ayudar a los más necesitados. El compartir y llevarles un regalo en Navidad no les soluciona todos los problemas, pero se les hace pasar un rato agradable en estas fechas tan especiales. Aprendí la importancia de servir a los más necesitados y a sensibilizarme ante las duras circunstancias en las que viven hoy en día”, comenta Marlon Montero, ingeniero y co-organizador del campamento.

“Tanto en la preparación como en la ejecución de todo el programa en sus cinco fases —afirma Luis Mosqueda—, se experimentó una participación activa de los jóvenes estudiantes de universidad y bachillerato, que ayudando a los demás, se vieron sorprendidos por la precariedad de tanta gente necesitada de atención y cariño. Eso los hizo tomar una actitud distinta ante la vida”.