Evangelio del lunes: el banquete del Reino

Comentario al Evangelio del lunes de la 31.ª semana del tiempo ordinario. “Cuando des un banquete, llama a pobres, a tullidos, a cojos y a ciegos; y serás bienaventurado, porque no tienen para corresponderte”. En compañía de Jesucristo, entramos pobres y salimos ricos, Él nos da su corazón para que quepan las preocupaciones de los demás.

Evangelio (Lc 14,12-14)

Decía también al que le había invitado:

—Cuando des una comida o cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos, no sea que también ellos te devuelvan la invitación y te sirva de recompensa. Al contrario, cuando des un banquete, llama a pobres, a tullidos, a cojos y a ciegos; y serás bienaventurado, porque no tienen para corresponderte. Se te recompensará en la resurrección de los justos.


Comentario al Evangelio

En el Evangelio de hoy, Jesús nos enseña a través de la imagen del banquete. El contexto es una comida en sábado en casa de uno de los principales fariseos. Varios doctores de la Ley y algunos fariseos están disgustados porque Jesús realiza milagros en sábado. Pero Jesús no se amedrenta, y enseña la centralidad de la caridad con imágenes como la del banquete. Tras explicar la importancia de la humildad, quiere enseñarnos que esta virtud debe completarse con la práctica de la caridad.

Porque la caridad consiste en salir de uno mismo, en buscar siempre el bien del otro, en no buscar ninguna ganancia propia, en desechar nuestra propia alabanza o recompensa. La caridad está en amar a Dios y al prójimo como a uno mismo. El hombre, para ser feliz, debe buscar la felicidad del prójimo. Por eso, el propio Jesús nos invita a dar a quien no puede devolvernos la ayuda prestada, como los pobres.

Dios mismo vino al mundo y se hizo pobre. “A esto conduce el amor de Cristo, que nos ha amado hasta el extremo (cfr. Jn 13, 1) y llega hasta los confines, a los márgenes, a las fronteras existenciales. Llevar las periferias al centro significa centrar nuestra vida en Cristo, que «se ha hecho pobre» por nosotros, para enriquecernos «por medio de su pobreza» (2 Cor 8, 9)”[1]

Para ayudar a poner a Cristo en el centro, nos servirá descubrir al propio Cristo en el prójimo. San Josemaría repetía “hijos míos, ¿sabéis por qué os quiero tanto? Porque veo bullir en vosotros la Sangre de Cristo”»[2]. Ver a Cristo en el prójimo, ver a Cristo en el pobre. Esto nos moverá a realizar acciones concretas en favor de los demás.

En compañía de Jesucristo, entramos pobres y salimos ricos. Él nos da su corazón para que quepan las preocupaciones de los demás, para que podamos compartir lo propio, los dones que nos ha dado con todos, para poder disfrutar y gozar en este mundo con grandeza de alma.

[1] Papa Francisco, Audiencia General, 19 de agosto de 2020

[2] Citado en A. Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei, vol. III, Rialp, Madrid 2003, 405