Una isla en Casavalle

En el barrio con más exclusión, CADI -Centro de Apoyo al Desarrollo Integral, obra corporativa del Opus Dei en Uruguay- facilita la inserción laboral.

Prof. Laura Zanoli, Directora de CADI

"El lugar no puede determinarte la vida”. Con esa frase la directora del Centro de Apoyo al Desarrollo Integral (Cadi), Laura Zanolli explica la premisa que mantiene en pie a la institución que atiende a más de 600 familias de Casavalle, un barrio calificado como de extrema pobreza y con los peores índices educativos. Lo hace desde hace 20 años sin reconocimiento oficial. La misión es la promoción sociocultural de la infancia y la familia en situación de riesgo social, a través de la inserción educativa, laboral y comunitaria de la mujer a contracorriente de lo que muchos suponen que es nacer y vivir en una zona roja de Montevideo.

El presupuesto anual de Cadi es de US$ 100.000. Esta cantidad se consiguió con el apoyo de 103 empresas y con aportes de particulares y fundaciones en 2011. Desde 2009, no hay más ayuda que la privada. Hasta ese entonces y por tres años se funcionó con US$ 150.000 que había otorgado el gobierno de Japón y el Banco Interamericano de Desarrollo. “La plata se acabó y sigue vivo. Esto tiene que seguir. Es una experiencia que para este lugar y para estas mujeres está resultando”, manifestó Zanolli a El Observador.

En Cadi funciona el centro Caif –en convenio con el INAU– más grande de Uruguay: 600 niños de entre 0 y 3 años. Los más pequeños participan de un taller de estimulación temprana junto con sus padres para fortalecer el vínculo. Se trata de reuniones de juegos, merienda y asesoramiento con psicomotricistas y psicólogos, que son requisito para la inscripción del bebé en el Caif.

Cuando las nenas pasan a la escuela, pueden sumarse al Club de niñas, otro programa en convenio con INAU, dado que su objetivo es la prevención de la situación de calle. En Casavalle, el 20% de los niños vive a la intemperie.

El club atiende a 120 niñas de entre 5 y 12 años a contrahorario de la escuela y realizan actividades que van desde los deberes vigilados hasta inglés, informática y música. Las que no almorzaron en su escuela, lo hacen en Cadi. “A las más grandes las preparamos para el liceo”, contó Zanolli. La preparación no es en balde. Más del 70% de los jóvenes del barrio han desertado del sistema educativo y no buscan empleo. Entre ellos hay 3.000 chicas de entre 15 y 19 años. Una vez terminada la escuela, Cadi ofrece más para que se queden. El proyecto del Club juvenil, que comprende a unas 40 adolescentes, permite continuar con su formación integral.

Y, por si fuera poco, las abuelas de Casavalle también tienen su club.

Aquí está CADI

Después de las vacaciones de julio se iniciará el primer curso de gestión multimedia, la tercera opción del Politécnico de Formación Laboral, un programa que prepara a las adolescentes para el trabajo. Por dos años, las alumnas serán instruidas para desempeñarse en funciones de help desk, testing de software y call center para atender la voraz demanda laboral del sector tecnológico.

Las otras opciones son educación inicial y atención al cliente que este año cursa la tercera generación. El Politécnico tiene unas 70 alumnas.

Ellas se forman en lo que se conoce como “competencias transversales” al sumar lo académico con lo humano. De ahí que tengan asignaturas tales como Vivencia a través del Arte y Carácter y Personalidad. “Es una experiencia innovadora que mejora su autoestima y su relacionamiento”, expresó Zanolli. El resultado, en números, es el 90% de inserción laboral; en rostros, “son gurisas con ganas de comerse el mundo”.

En el “Uruguay de los sellitos”, como apuntó Zanolli, la burocracia hace que todo cueste el doble. Por eso, hasta ahora el Cadi puede certificar solo el portugués. Las otras aptitudes adquiridas no tienen todavía la habilitación del Ministerio de Educación y Cultura.

“Probá y confiá”, es lo que le dice la directora a las empresas que aportan más de la mitad del presupuesto anual. Pero tiene resultados que la ayudan a convencer: de las pasantías culminadas, más del 80% fue evaluada de forma positiva. Casi la mitad de las chicas obtuvo su primer empleo en ese período y muchas ya tienen una experiencia laboral de cinco años.

Otro dato: es alto el porcentaje de chicas que, una vez egresadas y aun trabajando, emprenden nuevos estudios al ver que pueden superar sus expectativas. Es el caso de Daiana, de 21 años, que empezó yendo al Club de niñas de Cadi y hoy es maestra en el Caif. Luego de su turno, va al liceo para terminar lo que había abandonado y su propósito es estudiar una carrera terciaria.

La formación antes duraba tres años, pero ahora se redujo a dos. “Tres años en la vida de estas jóvenes es una eternidad”, explicó Zanolli. Algunas alumnas quedan embarazadas y abandonan el curso. En muchos de estos casos las han ido a buscar para reinsertarlas y para que el niño ingrese al Caif.

El próximo sueño de Zanolli es la construcción de @Casavalle, un polo tecnológico donde puedan trabajar los jóvenes del barrio sin enfrentar el prejuicio por el que muchas veces su currículo no sale del fondo de la pila. Y no es un sueño lejano. Les donaron un terreno con un galpón que ya están refaccionado para transformarse en la próxima revolución de Casavalle.

Testimonios “Hay una mala interpretación del barrio”

“Me acerqué por una vecina que venía acá. Hace un año y medio que estoy trabajando y tuve la oportunidad de quedarme en el centro como recepcionista desde hace un mes. Ahora tengo otro horizonte laboral. Casavalle tiene sus cosas como todos los barrios pero hay mucha gente que trabaja, que se esmera, que quiere salir adelante. Hay una mala interpretación del barrio”. (Eliana, 22 años, egresada de atención al cliente)

“No hay que tener prejuicios en Casavalle”

“Empecé a venir a Cadi en el Club de niñas. Seguí en el Club juvenil y después me anoté en el Politécnico en educación inicial. Hice mi pasantía acá y quedé trabajando. Hay buen ambiente. Ahora quiero seguir formándome y estudiar algo relacionado. Le doy gracias a mis padres que me mandaron de niña. Cadi ha demostrado que hay que tener cero prejuicios con Casavalle. Todos tenemos las mismas posibilidades de estudio”. (Daiana, 21 años, egresada de Educación Inicial)

Entre estas graduadas en 2010 está Daiana

María Orfila // Diario El Observador, sección Nacional - Ciudad, 8/7/2012