Un empresario con fama de santidad

Artículo escrito por el Vicario regional del Opus Dei, Carlos Ma. González, para la Revista digital del IEEM "Hacer empresa".

En el verano de 1970 conocí en Buenos Aires a un estudiante universitario de mi edad, que actualmente es sacerdote del Opus Dei y reside en Kenia. Me enteré que su padre había fallecido hacía pocos años. Se llamaba Enrique Shaw (1921-1962) y fue un empresario muy conocido en Argentina. Tuvo a su cargo la empresa Cristalerías Rigolleau, participó en el directorio de otras, colaboró con el nacimiento de la Pontificia Universidad Católica Argentina, fundó la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa e impulsó diversas iniciativas sociales.

un amigo sacerdote norteamericano lo convenció de que su mejor contribución a la sociedad sería la evangelización del mundo empresarial

De joven había renunciado a las comodidades de una familia sin necesidades (propietarios del Banco Shaw) e ingresó en la Escuela Naval, en la que dejó un recuerdo imborrable. Quienes inicialmente se habían opuesto a su ingreso, le reprochaban luego su intención de dejar la Armada porque “quería ser obrero”. Pero un amigo sacerdote norteamericano lo convenció de que su mejor contribución a la sociedad sería la evangelización del mundo empresarial.

Cuandole tocó considerar despidos en la empresa por problemas económicos, agotó antes todas las instancias. Después, además de una justa indemnización, hizo trabajar a quienes debía despedir en un proyecto que les permitió ser proveedores de la empresa. Cerca de su prematura muerte, sus empleados acudieron masivamente a donar sangre para él y regresaron luego a trabajar, en honor a quien admiraban y apreciaban profundamente.

Se conserva una recopilación de escritos, “Enrique Shaw: Notas y apuntes personales”, sobre la relación de un jefe con sus empleados

Debido a la fama de santidad de su vida, la iglesia católica comenzó hace unos años el proceso de beatificación y canonización para proponerlo como modelo de vida cristiana. Se conserva una recopilación de escritos, “Enrique Shaw: Notas y apuntes personales”, sobre la relación de un jefe con sus empleados para revalorizar el componente humano en la empresa y buscar la excelencia. Comentaré a continuación algunas de las recomendaciones que hace y que tienen una redacción esquemática y concisa, propia de unas consideraciones personales.

Más que “dar” algo, el buen líder hace descubrir a la gente lo que ellos ya tienen

1. Facilitar la realización de los empleados. “Somos responsables de la ascensión humana de nuestro personal, haciéndoles descubrir lo que ellos tienen de bueno, ayudándoles a pensar y a tener iniciativa”. El empresario no solo es responsable del funcionamiento global de la empresa, sino también del crecimiento humano de los empleados. Más que “dar” algo, el buen líder hace descubrir a la gente lo que ellos ya tienen. En todo trabajo se debe poder desarrollar la personalidad de cada uno, utilizando la libertad en el cumplimiento de objetivos y preservando siempre la dignidad humana. Es importante que los trabajadores tengan iniciativa propia, que piensen, actúen, sugieran y no esperen simplemente las ideas de “arriba”. La empresa es un molde en el que se definen responsabilidades y se premia a quien se lo merece. Al facilitar el trabajo, se ahorra energía, se trabaja mejor y más feliz. Por eso, tiene que haber comprensión para no endurecerse.

La empresa puede ser un instrumento de santificación produciendo bien material y espiritual, y sirviendo a la paz social

2. Vincular el trabajo a la vida espiritual. “La empresa puede ser un instrumento de santificación produciendo bien material y espiritual, y sirviendo a la paz social”. Cuando un empresario vincula su vida espiritual a la empresa, lo hace con un deseo verdaderamente profundo de hacer algo bueno en ella. Es un espacio en el que se usa todo el potencial de los hombres y de la tierra para dar un beneficio material, pero también uno espiritual. Los empleados deberían darse cuenta de que valemos en cuanto personas. Aunque un empleado obedezca, tiene que conservar su personalidad. Todos queremos ser apreciados, que se nos consulte y no ser ciegos ejecutores de órdenes.

cuanto más eficiente sea nuestra labor, más recursos habrá para repartir entre pobres y necesitados

3. Buscar eficiencia y no solo ganar dinero. “El fin primario es producir bienes y servicios: la utilidad es su fin secundario, es un motor para que la gente produzca ese servicio. Es legítimo en cuanto favorece al primario y no lo contradice”. Los empleados tienen que darse cuenta de que ganar dinero es una preocupación, pero no la única de la empresa, sino también el ser eficientes para asegurar el trabajo. Es un deber hacer prosperar a la empresa, pero no solamente por el dinero. Hay que pensar también en el capital humano. Debemos crear trabajo; y, cuanto más eficiente sea nuestra labor, más recursos habrá para repartir entre pobres y necesitados. Somos agentes multiplicadores de bienes y con esta visión somos capaces de poder reducir las diferencias que hay en nuestra sociedad.

La fuerza de la cadena está dada por el eslabón más débil

4. Tratar a cada individuo y fomentar el trabajo en equipo. “¿Soy capaz de darme a un empleado? La fuerza de la cadena está dada por el eslabón más débil”. Es importante tener un contacto personal con los trabajadores y ganar su confianza. Interesarse por ellos, conocerlos personalmente y ayudarlos a adquirir un sentido de los deberes hacia la colectividad con sus dones, el gusto por el trabajo y la vida. No ser vulgares con ellos, sino buscar hacer crecer su dignidad; y, antes de juzgarlos, amarlos. Nuestra función es unir a las personas. Es indispensable mejorar la convivencia social dentro de la empresa y fomentar el trabajo en equipo. Para eso, importa mucho que seamos accesibles, cercanos, para humanizar la empresa. Tiene que haber una comunidad humana en la que los trabajadores participen y haya un sentido de pertenencia.

Ser patrón no es un privilegio, sino una función

5. Vivir nuestra profesión como un servicio. “Ser patrón no es un privilegio, sino una función. La función que tenemos es la del servicio. Debo tener un corazón, pero no ser sentimental. El director debe vitalizar”. Más que nunca en los tiempos actuales, y a pesar de las dificultades, hay un deber de los dirigentes de empresa tanto como intelectuales y dirigentes, de buscar soluciones adaptadas a las realidades siempre mudables. Manteniéndonos firmes en los valores, nuestra personalidad debe estar abierta hacia los demás.

La caridad en la relación de dependencia no solo es una virtud, sino también un arte de parte de los patrones

6. Ser como los demás necesitan que seamos. “Estemos atentos a las necesidades de la gente con la que vamos a estar en contacto hoy. Debo ser como los demás necesitan que yo sea”. Hemos sido creados para amar. Dios nos ama incondicionalmente. Una actitud hacia el ser amado se manifiesta escuchando con humildad, con paciencia y paz, dando y dándose por encima de recibir. Al tener gente bajo nuestra influencia y responsabilidad, tenemos que ser generosos con actos concretos positivos en beneficio de los demás. Esto implica ser como los demás necesitan que seamos: amables. La caridad en la relación de dependencia no solo es una virtud, sino también un arte de parte de los patrones.

Como se ve, las reflexiones de Enrique Shaw y, sobre todo, el ejemplo de su vida tienen una gran afinidad con el ideario y la misión del IEEM; y nos interpelan a buscar la excelencia en nuestro trabajo.