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1. Introducción. La misión del cristiano en el hogar y en el mundo.
2. Meditación I. La vida en Nazaret.
3. Meditación II. Los primeros discípulos y el seguimiento de Jesucristo.
4. Charla.
5. Lectura espiritual.
6. Examen de conciencia.
Introducción. La misión del cristiano en el hogar y en el mundo
La misión del cristiano se arraiga totalmente en la esperanza, esa virtud teologal que orienta la vida hacia el encuentro con Cristo y hacia la transformación del mundo. San Pablo nos recuerda que "la esperanza no defrauda" porque está cimentada en el amor de Dios, derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo (cf. Rm 5,5). Este amor invita a los cristianos a ser testigos en sus hogares, donde se gesta la comunidad de fe más esencial, y en el mundo, donde se anuncia el Evangelio con obras y palabras. En el ámbito familiar, el testimonio de fe se manifiesta en la paciencia, la reconciliación y la apertura a la vida, mientras que en la sociedad se traduce en iniciativas concretas de justicia, solidaridad y paz.
A veces, en la vida se pasan momentos complicados. (...) No estamos solos en ningún momento, porque Cristo quiere compartir con nosotros su paz; una paz que, como sucedió en Belén, no siempre significa ausencia de problemas, sino la certeza de la fe en el amor de Dios por cada uno(Mons. Fernando Ocáriz, mensaje 16 diciembre 2024).
En el hogar, el cristiano tiene la tarea de cultivar relaciones marcadas por el perdón y el servicio. La paciencia, fruto del Espíritu Santo, permite enfrentar las tensiones familiares con esperanza, mientras que el testimonio de los padres educa a las nuevas generaciones en la fe. El amor conyugal y la apertura a la vida son signos de confianza en el plan divino, que ofrece esperanza a una sociedad donde la natalidad disminuye y el individualismo predomina. La familia cristiana es, así, un "santuario de vida" y un lugar donde la esperanza se cultiva y se transmite.
En el mundo, el cristiano es llamado a ser fermento de esperanza, especialmente en contextos de sufrimiento y desesperanza. En el Jubileo del 2025, se nos invita a ser signos tangibles de esperanza, acompañando a los más vulnerables: los pobres, los enfermos, los presos y los migrantes. Asimismo, el cristiano es protagonista de iniciativas que promuevan la paz y la justicia, confiando en que la fuerza del Evangelio puede superar las divisiones y sanar las heridas del mundo. Como los primeros discípulos, el cristiano sigue a Jesucristo en la intimidad personal, escuchando su "Ven y verás" (Jn 1,45), y encuentra en esa amistad la fuente de su misión apostólica. De esta sobreabundancia de vida interior nace el testimonio de fe y caridad que transforma el hogar, el lugar de trabajo y las relaciones sociales, haciendo de la amistad misma un medio para llevar a otros al encuentro con Cristo.
Primera meditación
Opción 1. Meditación. La vida en Nazaret.
Opción 2. Seis mensajes de san Josemaría para ser felices en la vida cotidiana.
Segunda meditación
Opción 1. Meditación: Los primeros discípulos y el seguimiento de Jesucristo.
Opción 2. Carta pastoral del Prelado sobre la amistad (1 noviembre 2019), números 4-10.
Charla
El origen y el sentido del Jubileo. ¿Qué es el Jubileo? ¿Cómo ganar la Indulgencia en el Jubileo? ¿Qué desean el Papa y la Iglesia para este Jubileo?
Lectura
Peregrinos de la esperanza: “Una esperanza que no defrauda”, Homilía en la misa de apertura del Jubileo 2025, Papa Francisco.
Examen de conciencia
Consiste en ponernos bajo su mirada amorosa que nos acompaña y protege. Invocamos al Espíritu Santo para entender cómo hacer nuestra vida más grata a Jesús.
Acto de presencia de Dios
1. «Y bajó con ellos, y vino a Nazaret, y les estaba sujeto. (...) Jesús crecía en sabiduría, en edad y en gracia delante de Dios y de los hombres» (Lc 2, 51-52) ¿Cómo ilumina mi vida la certeza de que la santidad consiste en poner amor en lo cotidiano? ¿En qué aspectos de mi vida familiar, de mi trabajo, etc. Jesús me llama a manifestar ese amor?
2. «O sabemos encontrar en nuestra vida ordinaria al Señor, o no lo encontraremos nunca. Es, en medio de las cosas más materiales de la tierra, donde debemos santificarnos» (San Josemaría, Homilía Amar al mundo apasionadamente) ¿Soy consciente de que muchos de esos encuentros con el Señor tienen lugar en mi día a día, en mi relación con mi cónyuge, mis hijos, mis amigos?; ¿También cuando voy por la calle, en mi lugar de trabajo o en mis momentos de descanso?
3. «¿Tengo en mi alma la confianza necesaria en mi Padre Dios para pedirle, como el niño pequeño, ¡la luna!?» (Camino, n. 857). ¿Qué podría pedirle a Dios con la confianza de un niño para mi familia, mis amigos, mis compañeros de trabajo y vecinos de modo que con el tiempo descubran a Cristo y tengan una relación personal con él?
4. «Ellos le dijeron: “Rabbí –que significa Maestro–, ¿dónde vives?”. Les respondió: “Venid y veréis”» (Jn 1, 38-39) ¿Cómo comparto con el Señor las preocupaciones y deseos más profundos de mi alma? ¿Le pido ayuda?
5. «En un cristiano, en un hijo de Dios, amistad y caridad forman una sola cosa» (Forja, n. 565). ¿Fomento la amistad con Cristo y con las personas que me rodean? ¿Contemplo cómo Cristo se detiene con cada uno, cómo les escucha, se compadece, se hace cargo de sus problemas, etc.? ¿Procuro yo hacer lo mismo?
6. «En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros» (Jn 13,35). ¿Podría ser aún más coherente con mi fe? ¿Soy consciente de que las palabras avaladas por el ejemplo personal tienen la fuerza de conmover el corazón?
7. «Oramos continuamente por vosotros, para que nuestro Dios os haga dignos de la vocación y con su poder lleve a término todo propósito de hacer el bien y la tarea de la fe» (2 Ts 1,11-12). Cuando contemplo mi vida, ¿puedo decir que Dios sigue infundiendo su luz a través de mi allí donde estoy?
Acto de contrición