Personalidad independiente, personalidad madura

Artículo escrito por el Vicario regional del Opus Dei, Carlos Ma. González, para la Revista de Negocios del IEEM.

El pasado 13 de julio, El Observador publicó una entrevista a Nicolás Trajtenberg, experto en Criminología y Sociología de la desviación y profesor de la Facultad de Ciencias Sociales de la Udelar. Al hablar de la ausencia de debate en esa casa de estudios y en el país en general, pone ejemplos con preguntas sobre la actualidad nacional: "¿Es tan claro que los que están en contra de legalizar el aborto son todos unos católicos recalcitrantes adoradores de crucifijos, o será que puede haber algún argumento interesante en esa posición? ¿Plantear dudas acerca de la necesidad y justicia de los cambios legales asociados al femicidio solo puede entenderse como el resultado de tener una visión machista, patriarcalista o insensible frente a la suerte de las mujeres? ¿Oponerse a hacer paro y marchar para que le den más presupuesto a la Universidad, sin ninguna rendición de cuentas, lo transforma a uno en energúmeno neoliberal privatizador que está en contra de la Universidad Pública y del Estado? ¿Plantear que no es simplemente imposible que puedan existir efectos perversos de algunas políticas sociales, significa que uno esté a favor de eliminar el MIDES y de asumir reglas de juego liberales que se despreocupen de poblaciones desaventajadas? ¿No estar seguro de qué medidas son más adecuadas para resolver el problema de los individuos homeless que viven en las instalaciones de la facultad, es un claro signo de insensibilidad social y despreocupación por los más débiles?"

pero quizá más importante es la pasividad de la mayoría silenciosa que no reacciona ante esa actitud totalitaria

Ese clima de ausencia de diálogo puede deberse, sin duda, a la actitud agresiva e intolerante de quienes desean imponer autoritariamente su programa, pero quizá más importante es la pasividad de la mayoría silenciosa que no reacciona ante esa actitud totalitaria. Esa ausencia de reacción refleja, en el fondo, una personalidad no madura. Y aquí conviene hablar de dos posibles extremos: la falsa originalidad y la mediocridad pasiva.

Por una parte, existe la idea de que para que lo que hagamos sea verdaderamente personal, hay que hacerlo de un modo totalmente original, incluso solitario, independiente de influencias o de ayudas. Esto implica el error de confundir tener personalidad con la autosuficiencia: error equivalente en economía y en política a confundir la soberanía nacional con el autoabastecimiento, como si no se viviera en un mundo conectado. Por supuesto que la personalidad lleva consigo la iniciativa y un cierto grado de creatividad. La personalidad fuerte y el verdadero emprendedurismo requieren un equilibrio entre esos dos extremos: el infantilismo de llevar la contra a todo lo establecido y la mediocridad gris de no introducir una aportación personal en nada. En esta mediocridad –que lleva a no reaccionar ante las preguntas que se recogen al comienzo de esta columna- caben también quienes suelen imitar superficialmente a los verdaderos creadores, sin captar su sustancia.

El desarrollo de la personalidad podría compararse a una progresiva ocupación o “colonización” de nosotros mismos

Ninguno se dio la vida a sí mismo, ni hemos determinado las características de nuestra personalidad. Pero todos debemos desarrollarla. El desarrollo de la personalidad podría compararse a una progresiva ocupación o “colonización” de nosotros mismos. Alguno puede pensar que recibir consejos implica una cierta dominación por parte de otros. Quizá sea así, pero no es una consecuencia necesaria ni siempre negativa. Pongamos el ejemplo del lenguaje: puede dar la impresión superficial de que recorta la libertad porque obliga a usar unas palabras determinadas; pero existe una enormidad de posibilidades de expresión. Y, con las mismas palabras, tenemos buenos y torpes oradores.

Estar atentos a aprender de los demás (de sus buenos consejos y experiencia) es muy distinto a ser dominado o manipulado por ellos. Pero es importante que la influencia recibida ayude a madurar y evitar que sea invasora y autoritaria como el ejemplo inicial de la ausencia de diálogo en una casa de estudios. Para esto, hay que formar un núcleo personal interior sólido, que resista las tendencias dispersoras y superficiales de la moda o de lo políticamente correcto. Este núcleo se forma con una actitud activa: en la búsqueda de opiniones que nos aporten de verdad y en el esfuerzo por superar el orgullo y la pereza.

La pereza nos puede llevar –en este campo y en otros- a no tener mayores aspiraciones y a conformarnos con un nivel cómodo, renunciando a muchas realidades superiores

Todos tenemos unas convicciones, ideas, creencias que dan sentido a nuestra vida; y muchos de nosotros tenemos, además, una fe que da luz a nuestra existencia. Cultivar ese núcleo interior exige cierta dedicación de tiempo y un deseo eficaz de hacerlo: leyendo, pensando, comentando con otras personas. Y requiere, sobre todo, esforzarse por vivir de acuerdo con esas convicciones. La pereza nos puede llevar –en este campo y en otros- a no tener mayores aspiraciones y a conformarnos con un nivel cómodo, renunciando a muchas realidades superiores. Y esto es perjudicial porque, entre otras cosas, la vida misma nos presentará dificultades mayores que las actuales; y la lucha real por superar esa situación futura está en buena parte aquí y ahora. Buena parte de los fracasos son causados por una apresurada cancelación del esfuerzo, porque uno admite demasiado pronto que no es capaz de resolver un problema, o que el problema no tiene solución.

Como se ve en las preguntas del comienzo de esta columna, las cosas son bastante más complejas de lo que a primera vista parecen. Es preciso tener en cuenta matices y detalles que, si no se valoran, muchas veces desfiguran la realidad. Vittorio Messori ha escrito que la verdadera cultura consiste precisamente en adquirir el sentido de la complejidad de las cosas, en rehuir las simplificaciones, en respetar el misterio que hay detrás de toda apariencia.

Forjar con acierto el propio carácter no es una tarea fácil ni rápida. Y podemos decir que no termina nunca. Sin embargo, es algo posible y asequible a cualquiera

Forjar con acierto el propio carácter no es una tarea fácil ni rápida. Y podemos decir que no termina nunca. Sin embargo, es algo posible y asequible a cualquiera. Y, sobre todo, es una tarea decisiva para el resultado de nuestra existencia. Es preciso centrar nuestra vida en principios y valores acertados –los que procuramos enfocar en estas columnas- pero después debemos cultivar con paciencia esa buena semilla, sin desfallecer.

Tenemos que abordar con decisión esas zonas cómodas y oscuras de nuestra vida, donde buscan refugios nuestros errores y debilidades, para arrancar de allí las malas hierbas y lograr que no sigan creciendo y ocupando más espacio.