Perdidos en la montaña

Yendo de excursión a la montaña en la precordillera de los Andes, con una veintena de chicos que asisten a un club en Carrasco, llegamos a un pico donde nos quedamos un rato. Al emprender el regreso, nos vimos cubiertos por una espesa niebla que no nos permitía ver más allá de unos pocos metros, lo que nos impedía saber hacia dónde debíamos caminar.

  El desconcierto nos atrapó cuando comenzamos a bajar y no reconocíamos el lugar. Nos habíamos equivocado. ¿Por dónde seguir? Las opiniones eran absolutamente contrapuestas. Ninguno conocía la zona. Subimos de nuevo al pico, para bajar por otro lado. Uno de los chicos tenía una brújula y sabía que debíamos caminar hacia el este, pero otro aseguraba que en una montaña con minerales como aquella, la brújula no es confiable.

Temimos tener que dormir ahí, sin el abrigo necesario para pasar una noche de invierno en la montaña.

Entre todos rezamos una oración a Josemaría Escrivá para encomendarle la situación. Luego de rezar, marcamos un rumbo y comenzamos a bajar seguros de que el Padre no nos podía dejar allí, perdidos en la nieve. A poco de caminar encontramos señales que indicaban que por allí habíamos subido y que íbamos por buen camino: pisadas, envoltorios de caramelos, etc. Así, de la mano del Beato Josemaría y con la ayuda de la brújula, llegamos al campamento por el camino más directo.

Al llegar al campamento rezamos otra vez la oración de la estampa amarilla, en agradecimiento a Monseñor Escrivá por

habernos ayudado a bajar del mejor modo.

S.R.M.A. // Libro "San Josemaría y los uruguayos", año 2002