La entrevista completa (para los suscriptores del diario) se encuentra en este enlace.
Recientemente ha celebrado los 50 años de su ordenación sacerdotal. ¿Puede recordar los inicios de su camino como sacerdote?
De aquellos momentos recuerdo lo mucho que me impresionaba poder celebrar cada día la Santa Misa. Después, no he dejado de pedir al Señor que nunca me acostumbre a esa experiencia, aunque ya no sea algo nuevo, como entonces. Fue san Josemaría quien acogió mi llamada al sacerdocio, y por eso con frecuencia recurro a él para pedirle por mi ministerio sacerdotal y por la felicidad y fecundidad de todos los sacerdotes del mundo.
¿Cómo definiría brevemente el Opus Dei que usted lidera hoy?
El Opus Dei es una institución de la Iglesia que intenta sembrar la paz y la alegría de Cristo en medio del mundo. Con nuestros errores y aciertos, buscamos llevar a Cristo a los ambientes familiares, profesionales, sociales, etc. La Obra quisiera ser para mucha gente como una “gran catequesis”, en unión con la que realizan las parroquias y tantas otras instituciones de la Iglesia.
¿Quiénes son los mayores enemigos al Opus Dei en la actualidad?
El principal enemigo no es externo, sino interno: me refiero al peligro de la mundanización, porque los fieles del Opus Dei vivimos inmersos en las realidades del mundo, un mundo en buena parte descristianizado, y no somos inmunes a una posible pérdida de vigor espiritual. A quienes de un modo u otro se oponen externamente al Opus Dei no los considero enemigos: seguramente en muchos casos son personas poco informadas, que no comprenden el espíritu que anima al Opus Dei, o personas que nos ayudan a ser mejores con sus críticas, cuando tienen fundamento.
Y, a pesar de ello, el Opus Dei sigue atrayendo a muchos hombres y mujeres.
Sí, pero naturalmente me gustaría que muchas más personas se mostraran dispuestas a llevar la Iglesia de Jesucristo a todos los ambientes de Croacia y del mundo, no solo por medio del Opus Dei sino también de tantas otras realidades evangelizadoras que florecen en la Iglesia.
¿Cómo responde el Opus Dei a las crisis actuales de desinterés y abandono de la fe?
Un medio principal es el acompañamiento espiritual y la formación de las almas, una a una, siendo buenos amigos y amigas, con gran respeto a la libertad de todos. Si detrás de los fenómenos sociales solo vemos una masa indiferenciada de personas, quizá tengamos poca visión cristiana de las cosas: cada persona es amada por Dios y merece todo el respeto y toda la atención de la Iglesia, pues por cada una ha muerto Cristo. Un aspecto principal es ayudar a las personas a apreciar el tesoro de los sacramentos, especialmente la Eucaristía y la Penitencia.
¿Cómo ha visto la crisis causada por el coronavirus?
Lo veo como una llamada a vivir para los demás, con espíritu de solidaridad humana y de caridad cristiana. La pandemia, como enseguida dijo el Papa, nos recuerda que nadie se salva solo, que dependemos los unos de los otros y que todos tenemos algo que hacer en el trabajo común de cuidar el mundo.
La Prelatura que usted dirige responde directamente al Santo Padre. ¿Cómo ve el papel del Papa Francisco en el mundo actual?
En realidad, no solo los fieles del Opus Dei, sino todo católico depende directamente del Papa, aunque tenga también otras dependencias en la Iglesia. Por otra parte, nuestra dependencia del Papa, como la de tantas otras circunscripciones de la Iglesia, está mediada por la Congregación para los Obispos y por otros organismos de la Santa Sede.
En cuanto al rol del Papa, pienso, volviendo a lo que he dicho antes, que precisamente en este mundo en el que la pandemia nos obliga a poner en discusión muchas cosas, su presencia paterna es más necesaria que nunca. Por ejemplo, muchas personas me han comentado el impacto que les ha producido la imagen de la plaza de San Pedro vacía y el Papa confortando y dando la bendición a todo el mundo como vicario de Cristo.
El Papa Francisco tiene críticos en la propia Iglesia ¿Pueden los creyentes criticar al Papa?
La historia nos enseña que en todos los pontificados ha habido momentos de fuertes críticas, por un motivo o por otro. En cuanto a su pregunta por la legitimidad de las críticas, le diría con nuestro fundador, san Josemaría, que pienso que, al Papa, vicario de Cristo, hay que quererle siempre y no criticarle, sea quien sea.
En agosto, usted visitó Croacia, entre otros lugares. ¿Cuál fue el objetivo de su visita y su mensaje para las personas que vio en Zagreb?
Ha sido uno de mis primeros viajes pastorales desde el inicio de la pandemia. El propósito principal era estar con las personas de la prelatura. No he ido a Croacia para transmitir un especial mensaje, sino para acompañarlas, aunque naturalmente sí he compartido algunas cosas que llevo en el corazón: les he hablado de amor a la Iglesia y al Papa, de unión con los obispos, de perseverancia en la vida de fe, de la misión apostólica propia de todos los cristianos y, en este contexto, del valor de la amistad, y de tantas cosas que salían en conversaciones familiares. Animé a todos a ser muy agradecidos con Dios por el don de la fe y a dar testimonio, en el trabajo y en la vida corriente, de la alegría de haber encontrado a Cristo.