La diversión de mis hijos

Entrevistamos a Julio Preve, supernumerario, que nos relata algunas experiencias de cómo él y su esposa Carolina Olaso tratan con sus hijos adolescentes el tema de las fiestas y salidas nocturnas.

Julio y Carolina con sus hijos

¿Cómo manejan tú y Carolina la diversión de los hijos?

Para empezar, educar lleva mucho tiempo. Algunos sostienen que se puede compensar la cantidad con la calidad, pero yo tengo mis dudas. En lo que se refiere a la diversión de mis hijos, mi mujer y yo intentamos participar en varias de sus actividades. Los vamos a ver casi siempre en sus competencias deportivas, frecuentemente vamos todos al fútbol, y los sábados voy con varios de mis hijos al campo en un programa que incluye caballo, asados y mucho tiempo para charlar o simplemente para conocernos mejor e incorporar alguna práctica de piedad como el rosario por ejemplo. Después de muchos años haciendo lo mismo, desde mi hijo mayor estudiante de derecho, hasta mi hijo menor de 6 años, me siguen acompañando, a veces con algún amigo. 

En el caso de los mayores ¿qué experiencia tienen con las salidas nocturnas?

Un día, en medio de un debate (...) afirmé que habría o no permiso luego de una visita al lugar nocturno

En las horas previas a la eventualidad de las salidas, y aun en los días anteriores, muchas veces se generaban discusiones sobre el lugar al cual ir, si era correcto, si no lo era, qué hacen otros padres, otros chicos, etc. Nunca me interesó demasiado qué hacen otros padres como criterio de conducta, y siempre le inculcamos a nuestros hijos que interesa poco lo que haga la mayoría de sus amigos o amigas, pero siempre había tenido la sensación de que a esas discusiones les faltaba de mi parte argumentos no de fondo, que son conocidos, sino más prácticos, más efectivos. Entonces, un día, en medio de un debate, me imagino que impulsado por la gracia de estado como esposo y padre, afirmé que habría o no permiso luego de una visita al lugar nocturno.

Allí fui recibido no sin sorpresa por el dueño, quien a mi requerimiento como padre, gustosamente me mostró el local y me explicó su propuesta de diversión. Aclaré que no me importa si el local se veía bien, o si era seguro o peligroso: iba en busca de elementos que podrían ser ocasión para que la gente se portara mal, que no pudiera pasar limpiamente un buen rato.

Lo que vi en aquella primera visita, de las muchas que hice con mi esposa a ese tipo de lugares -ella suele quedarse en el auto con mi hijo o hija, a quienes les daría vergüenza aparecer conmigo- es lo de menos. Lo importante es que nuestras decisiones –dar o no dar permiso- se tornaron indiscutibles. 

¿Y cómo reaccionaron tus hijos ante esta ocurrencia?

Luego de las visitas se plantean siempre buenas conversaciones

Una vez tuve una alegría enorme. Se abría un nuevo local nocturno, que rápidamente se puso de moda. Mi hija mayor, para mi grata sorpresa, me pidió que yo lo fuera a ver, mientras ella se quedaba en el auto. Comprendí entonces que mi visita no solo le daba seguridad a mis decisiones, sino que se la daba también a ella. Por cierto, luego de las visitas se plantean siempre buenas conversaciones, no necesariamente largas, sobre la moral. De esta forma, con naturalidad, continúan adquiriendo criterio que lo van trasmitiendo a los hermanos menores que escuchan también todas las razones. 

Otro tema de frecuentes roces con los adolescentes es la hora de regreso ¿Has tenido alguna otra buena idea en ese tema?

Tenemos otra costumbre, impulsada por mi mujer, que a mí me cuesta mucho: todo el que llega de noche tiene que venir a despertarnos. Mi señora a veces charla algo en ese momento con mis hijos sobre su diversión de ese día, en tanto yo voy recuperando mis ronquidos dando gracias a Dios. Y los chicos saben que el retorno debe ser a la hora convenida y bien compuestos.

Han salido varias buenas ideas y aparentemente con buenos resultados...

Sí, estamos contentos. En definitiva, se trata de conocer de un modo u otro todos los lugares de diversión, informarse y entender qué es lo que les divierte, no tener miedo a encontrar lugares en los que se ve que la gente se porta mal, cómo son las propuestas comerciales en boga, todo parece recomendable a la hora de ayudar a los chicos a cuidar su alma.

En realidad nuestros hijos van creciendo y estoy seguro de que se divierten mucho, y van a los lugares que corresponden a su madurez -no necesariamente la que marca su documento de identidad- disfrutando sin dudas; sus padres les han allanado el camino. Cuando ya mayores eligen solos, estoy seguro de que la información que recibieron antes, de adolescentes, les pesa para bien.

Nosotros –mi mujer y yo- también nos divertimos mucho con sus ocurrencias, y hasta con su música, ya que no cuesta nada poner voluntad para que también nos guste. Pero lo que definitivamente nos encanta es a la noche cuando, apagados todos los aparatos empezando por el televisor, comemos en familia en medio de un gran jolgorio...