Ganar el pan con el sudor de la frente, sencilla fórmula aplicada por Escrivá

Periodista radial y de prensa escrita vinculado al sector agropecuario, se crió imbuido por el espíritu salesiano. Por diferentes medios conoció el Opus Dei y hoy se alegra de la canonización de Josemaría Escrivá por la actualidad de su mensaje y por su propuesta simple de transformar el trabajo en una razón de perfeccionamiento profesional

Cada tiempo tiene su propia respuesta religiosa, basada en los hechos que se suceden y en las subjetividades que hombres y mujeres recrean, como forma de satisfacer sus exigencias espirituales.

Dios, siempre es el mismo; y sus criaturas siempre son las mismas. Pero el ser humano, creado a su imagen y semejanza, administra posibilidades ilimitadas para la formulación de propuestas, que respetan las esencias y aportan los matices que satisfacen le requerimiento de cada época.

Durante cuatro años fui alumno del Colegio Pío y, luego, durante ocho más, residí en otros centros salesianos, incluso, ejerciendo la docencia e imbuyéndome del espíritu de Don Bosco, el gran pedagogo del Siglo XIX.

Sabemos quienes fueron Domingo de Guzmán e Ignacio de Loyola y qué significaron sus Ordenes, ajustadas a las necesidades de los tiempos en las que se fundaron. Cada una en lo suyo fueron baluartes en los que se atrincheraron la doctrina y la acción para la conservación de la fidelidad, jaqueada por extraños y por la gente de la casa.

En el escenario contemporáneo, Josemaría Escrivá de Balaguer pergeño una fórmula natural para el perfeccionamiento personal, que estriba en el trabajo diario convertido en una razón de justificación ante Dios.

Nos recofortamos (...) por su propuesta simple de transformar el trabajo en una razón de perfeccionamiento personal

Y todos los caminos conducen a Roma. La primera vez que me interesó averiguar qué era el Opus Dei la ubico en la década del sesenta. Entablamos amistad con un matrimonio que ocupaba un apartamento en el mismo piso que el nuestro y conocimos a un sobrino de ellos que los visitaba con asiduidad. Supimos y lo despedimos cuando viajó a España para realizar un curso de periodismo.

Una segunda referencia del Opus Dei nos la dio un dilecto amigo, a quien conocimos en la Universidad y al que nos unía una coincidencia tanto en lo espiritual como en lo político, acentuada por su condición de productor rural y nuestra dedicación periodística a la temática del sector, a través de la radio y de la prensa escrita. Nos referimos a don Juan Carlos Carrasco Sastría, de carácter apacible, bondadosos y desbordante de fe. Cada acto de su vida constituía una manera de plasmar el cristianismo que le afloraba desde dentro.

La radicación en su establecimiento rural y su prematura muerte nos privó de la posibilidad de compartir su alegría y su optimismo con la frecuencia de otras épocas.

Y el alegado oficio de la comunicación nos dio oportunidad -y es la tercera circunstancia- de recibir invitaciones para concurrir a residencias de la Obra, pobladas por muchachos del interior del país, que realizaban estudios superiores en la capital. Una breve exposición de nuestro lado y una larga charla, en la que todos participábamos, generaba un ámbito para la reflexión fructífera, en la que se enseñaba y se aprendía, al mismo tiempo.

En oportunidad de la beatificación de Josemaría Escrivá de Balaguer escribimos una nota, referida al acontecimiento (Ultimas Noticias, martes 19 de mayo de 1992) y en la que insertamos este juicio: “... nos reconfortamos porque el Opus Dei se haya convertido en un sostén moderno del Pontificado por su mensaje de actualidad, por su adhesión incondicional, por su ortodoxia doctrinaria y por su propuesta simple de transformar el trabajo en una razón de perfeccionamiento personal”.

Cuando llegue el tiempo evangélico de un solo rebaño conducido por un solo pastor, la labor de los Fundadores será exaltada como los jalones que orientaron al Pueblo de Dios a descubrir la verdad y, por tal, la senda de la salvación.

Para encontrar a Dios no existe un ámbito físico predeterminado ni una fórmula única sacramental.

Su presencia estará en nuestras vidas si damos el sí de la conformidad, mientras nos sometemos al anatema bíblico de ganar el pan con el sudor de la frente.

Sencilla fórmula propuesta por quien es elevado al honor de los altares, ceñido a la santidad que le adornó en vida.

Eduardo J. Corso, periodista agropecuario // Libro "San Josemaría y los uruguayos", año 2002