En este episodio de 'Fragmentos de Historia' transcribimos la entrevista hecha a Juan Rego Bárcena, sacerdote del Opus Dei y especialista en liturgia, quien ha estudiado este texto al que san Josemaría llamó el “primer acto oficial” de la Obra.
Además es licenciado en Historia del Arte por la Universidad Complutense de Madrid y más tarde profundizó en teología y liturgia en distintas universidades de España e Italia, donde obtuvo el doctorado en Sagrada Liturgia. Actualmente dirige el Instituto de Liturgia de la Universidad de la Santa Cruz en Roma, donde enseña sobre teología y estética litúrgica, y participa en iniciativas que fomentan el diálogo entre artistas y teólogos.
Las Preces del Opus Dei: comentario histórico-teológico, por Juan Rego. Artículo publicado en la revista Studia et Documenta.
Usted ha realizado una investigación histórica y teológica sobre las Preces del Opus Dei. ¿Podría comenzar explicando qué son?
Las Preces del Opus Dei son una oración que rezan todos los fieles de la Obra. El término preces proviene del latín y fue adaptado por los cristianos con una variedad de significados: petición oficial, oración de intercesión, súplica. En sentido eclesiástico significa súplica, oración, petición.
Quizá lo que hace especial a las Preces es que no se trata de una oración individual de san Josemaría ni de un miembro en particular, sino que busca ser compartida por toda la Obra, expresando un sentido de universalidad y unidad.
¿Existe alguna explicación sobre cómo san Josemaría compuso las Preces del Opus Dei? ¿Qué contexto histórico acompañó su creación?
San Josemaría no dejó una explicación escrita sobre cómo redactó las Preces, quién le ayudó o en qué textos se inspiró concretamente. Sin embargo, la primera referencia que tenemos sobre ellas corresponde a un apunte personal de san Josemaría fechado el 10 de diciembre de 1930, donde escribió:
«Estos días estamos sacando copias de las Preces ab Operis Dei sociis recitandæ. Las aprobó mi confesor. Se ve que el Señor, porque así ha de ser en la entraña su Obra, ha querido que comience por la oración. Orar va a ser el primer acto oficial de los sujetos de la O. de D. Por ahora la labor es personal: sólo nos reunimos para hacer la oración».
Para entender mejor este escrito, es importante recordar que el 2 de octubre de 1928, san Josemaría recibió de Dios una luz fundacional sobre la Obra. A partir de ese momento, comenzó a trabajar con la certeza de que aquello que había visto debía tomar forma.
Entre octubre de 1928, momento fundacional, y diciembre de 1930, fecha en que tenemos la primera referencia a las Preces, ocurrieron tres eventos clave que nos permiten comprender el proceso de composición y publicación de las Preces.
El primer hecho fue en noviembre de 1929, cuando san Josemaría recibió nuevas inspiraciones sobre las características del carisma de la Obra. Durante diferentes momentos de los primeros años de la Obra, san Josemaría se interesó por instituciones y apostolados dentro y fuera de España, buscando algo similar a lo que Dios le pedía fundar.
Un segundo hecho importante ocurrió el 14 de febrero de 1930, cuando entendió que en el Opus Dei había también mujeres, lo que consolidó su misión fundacional.
Por último, después de febrero de 1930, san Josemaría comprendió la necesidad de concentrarse plenamente en la nueva fundación. Para ello decidió reducir su labor pastoral en el Patronato de Enfermos y buscar ayuda de un nuevo confesor, el P. Valentín María Sánchez Ruiz S.J. Tras una conversación con él a finales de julio de 1930, Escrivá entendió que la institución se llamaría la Obra de Dios, cuya traducción latina, Opus Dei, quedó fijada pocos meses después en el texto de las Preces.
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¿Cómo describiría entonces la evolución histórica de las Preces desde su creación hasta la redacción definitiva?
Las Preces de 1930 eran bastante reducidas respecto a las actuales. Como ocurre a menudo en la Iglesia, muchas oraciones y prácticas litúrgicas nacen y se enriquecen con el tiempo. Eso mismo sucedió con las Preces de la Obra, que nacieron a finales del año 1930 y fueron desarrollándose a medida que el Opus Dei fue creciendo. Para no entrar en demasiados detalles, daré algunos ejemplos que ilustran esta idea.
En la primera versión de las Preces, san Josemaría no incluyó una oración por los fieles difuntos, simplemente porque todavía no había fallecido ningún miembro de la Obra. Sin embargo, para 1933 habían muerto tres personas: María Ignacia García Escobar, una de las primeras mujeres del Opus Dei; José María Somoano Berdasco y Luis Gordon Picazo. Fue entonces cuando san Josemaría vio la necesidad de añadir una oración por los miembros fallecidos del Opus Dei.
Otro cambio significativo fue la inclusión de la oración Oremus pro Patre, que originalmente no estaba. Esta petición se incorporó el 14 de febrero de 1938, durante la Guerra Civil Española. San Josemaría había escrito el 9 de enero de ese año desde Burgos: «Hace tiempo, se hacía sentir la necesidad de incluir una petición Pro Patre, en la oración oficial de la Obra». En ese momento, san Josemaría era consciente del peligro que corría, y sabía lo importante que era rezar para que la Obra no se quedará sin su fundador. Esta oración refleja, además, cómo san Josemaría fue madurando su propia paternidad dentro de la Obra.
Del mismo modo, en 1930 las Preces no incluían una oración específica por los obispos de las diócesis. Esta se incorporó más tarde, en un contexto de crecimiento de la Obra por distintas ciudades que hizo surgir la necesidad de estar unidos afectiva y espiritualmente con los obispos.
Finalmente, tras el fallecimiento de san Josemaría en 1975, el Congreso General electivo de ese año debatió sobre su mención en las Preces. Su sucesor, Álvaro del Portillo, propuso modificar la intercesión Oremus et pro frátribus nostris Operis Dei del siguiente modo: Oremus pro Conditore nostro et pro fratribus nostris Operis Dei vivis atque defunctis. Sin embargo, don Álvaro previó que en un futuro se le incluyera en las Preces con una referencia explícita al Fundador.
Con el anuncio de la beatificación de Escrivá, Álvaro del Portillo pidió a todos los fieles del Opus Dei que enviaran sugerencias para componer la oración al beato Josemaría que habría de incluirse en las Preces. En los meses siguientes, llegaron centenares de propuestas, y se redactó una oración invocando la intercesión del Fundador.
Con su canonización, en octubre de 2002, la invocación adquirió su forma actual. Desde entonces, la estructura de las Preces no ha tenido nuevas modificaciones. Aunque no han faltado propuestas para incluir invocaciones al beato Álvaro o a la beata Guadalupe, es bueno recordar que en el mismo Congreso General de 1975 se estableció que en el futuro no se incluirían otros santos o beatos, a no ser, eventualmente, la del Fundador. Por este motivo podemos considerar el texto actual como definitivo.
¿Qué significado tiene la palabra Serviam! dentro del contexto de las Preces?
La elección de Serviam! (¡Yo serviré!) es profundamente simbólica. Es el único verbo en singular en las Preces, mientras que todos los demás verbos se expresan en plural, en sintonía con la tradición de la oración pública de la Iglesia, que es comunitaria. Este contraste subraya la necesidad de conocer la propia identidad y los propios límites antes de unirse al "nosotros" colectivo de la oración. Uno no puede darse en una relación si no tiene un cierto conocimiento de quién es, cuál es el sentido de su vida y de la responsabilidad que tiene.
En las rúbricas de las Preces de 1930 el Serviam! inicial se decía In terra se abjiciens, osculato pavimento, dicit: Serviam! (Echándose a tierra, besando el suelo, dice: Serviam!). En la práctica actual, este gesto se ha adaptado a una inclinación profunda, a menudo hasta casi tocar el suelo con la cabeza, como signo externo de humildad y entrega total al servicio de Dios.
Desde una perspectiva bíblica, Serviam! contrasta con el non serviam de Israel recogido en Jeremías 2,20. El contexto de este versículo es el primer discurso del profeta en el que el Dios denuncia la infidelidad de su pueblo. La acusación no es sólo de ingratitud, sino también de irracionalidad, pues el pueblo ha renunciado a las fuentes de agua viva para construirse cisternas resquebrajadas.
Este imaginario, que refleja la experiencia de Israel en el desierto, lo volvemos a encontrar en el episodio de las tentaciones de Cristo, que son un compendio de la historia de las tentaciones de Israel. Ante la propuesta «te daré todas estas cosas si postrándote me adoras», Jesús responde: «¡Vete, Satanás! Porque escrito está: “Al Señor tu Dios adorarás, y solo a Él servirás”» (Mt 4,9-10).
San Josemaría retomó esta oposición y reconoció en el Serviam! y en el gesto simbólico del contacto con la “tierra” la esencia de la vocación del Opus Dei: una afirmación de servicio que se concreta en el trabajo cotidiano de cada persona. En el Serviam! de las Preces se manifiestan el reconocimiento del vínculo originario con Dios, la promesa de la verdadera libertad, la aceptación de la alianza y la posibilidad de transformar toda la vida en un acto de culto filial.
¿Qué sentido tiene el uso del latín en las Preces de san Josemaría?
San Josemaría utilizó el latín en las Preces dentro del contexto eclesiástico español de inicios del siglo XX, donde el rito romano era considerado prácticamente el rito oficial de toda la Iglesia, y el latín era su lengua oficial. Aunque hoy reconocemos una mayor diversidad de ritos y lenguas en la liturgia de la Iglesia, que no se reduce al rito romano, en aquel momento el uso del latín tenía un claro simbolismo de universalidad y unidad.
Al emplear el latín, san Josemaría buscaba desvincular las Preces de una cultura concreta, proyectándolas hacia una dimensión universal. Este gesto permitía que personas de distintas culturas encontraran en las Preces una forma común de oración. Más allá de la lengua en sí, el latín era un medio para expresar un signo de comunión y cohesión.
¿Qué papel juegan las Preces en la vida diaria de los fieles de la Obra?
En primer lugar, es importante recordar la intención inicial de san Josemaría: el Opus Dei debía comenzar y sostenerse en la oración. Este énfasis refleja que en la entraña del Opus Dei está la oración como fundamento de su espíritu y misión.
Rezar las Preces recuerda a cada fiel su vocación: transformar toda su vida en oración, vivir cada momento en diálogo con Dios.
En segundo lugar, es significativo que san Josemaría, al establecer las Preces, no haya optado por textos creados personalmente, fruto de su oración o meditación, aunque bien podría haberlo hecho.
En cambio, eligió inspirarse en textos de la oración pública de la Iglesia. Esto subraya que la oración de los fieles del Opus Dei no se limita a una relación inmediata y personal con Dios, sino que se vive siempre en el contexto de la Iglesia como comunidad, como Pueblo de Dios. Así, la oración del Opus Dei refleja su identidad misma: ser una familia dentro de la gran familia de la Iglesia.
Finalmente, la estructura de las Preces, dividida en invocaciones y peticiones, recuerda a los fieles aspectos esenciales de su vida espiritual. A lo largo de estas oraciones, san Josemaría desglosa los temas fundamentales de la espiritualidad del Opus Dei.
¿Nos podría explicar cuál es esa estructura de las Preces?
Cada parte de las Preces tiene una riqueza de contenido espiritual. Podríamos subrayar que la primera parte está destinada principalmente a las invocaciones, es decir, una serie de oraciones breves en las que nos dirigimos a figuras clave de la espiritualidad del Opus Dei.
La primera invocación, lógicamente, se dirige a la Santísima Trinidad. Es interesante observar que, a diferencia del resto de fórmulas, la invocación a la Trinidad es un acto de gratitud, sin petición alguna. San Josemaría insistía en la importancia de comenzar con un reconocimiento de la bondad de Dios y de nuestra pequeñez. Este agradecimiento, decía, abre el corazón para recibir los dones del Señor. En 1971 san Josemaría comentaba:
«Os aconsejo que llevéis una vida de acción de gracias. Mirad, todo lo que tenemos –poco o mucho– se lo debemos al Señor. No hay nada bueno que provenga de nosotros. Si alguna vez os llenáis de soberbia, dirigid la vista a lo alto y veréis que, si algo noble y limpio hay en vosotros, se lo debéis a Dios. [...] ¡Qué bonito es lo que decimos cada día en las Preces! Podéis emplearlo como jaculatoria: gratias tibi, Deus, gratias tibi!».
La segunda invocación es a Cristo, la más desarrollada en las Preces, lo que subraya su centralidad en la espiritualidad del Opus Dei.
Siguiendo el orden tradicional de las letanías, la Virgen ocupa el primer lugar entre los santos, con dos títulos: Mediadora y Madre de Dios.
Inmediatamente después, se invoca la intercesión de san José, de los ángeles custodios –en cuya fiesta nació el Opus Dei– y de san Josemaría. Esta última, como mencioné anteriormente, fue añadida en 1992, con su beatificación, y quedó definida tras su canonización.
La segunda parte de las Preces se dedica a las intercesiones. En esta sección, dejamos de pedir por nosotros mismos y comenzamos a rezar por los demás. Este cambio refleja una dimensión fundamental del sacerdocio común, que consiste en actualizar la intercesión de Cristo por los demás.
Al igual que en la liturgia de la misa, donde la Iglesia ora por el Papa, por la sociedad y por otras intenciones, las Preces nos enseñan a rezar por los demás. En este sentido, san Josemaría nos recuerda que, aunque podemos hacer muchas cosas por los demás, lo fundamental que podemos hacer es rezar por ellos.
Las intercesiones están organizadas de forma que primero se pide por la Iglesia: por el Papa, que es el fundamento visible de la unidad de toda la Iglesia; por los obispos, como los fundamentos visibles de la unidad en las diócesis; y, finalmente, por la unidad de la Iglesia misma. Esta petición se fundamenta en la oración de Jesús en el capítulo 17 de san Juan: «Que todos sean uno, como Tú, Padre, en Mí, y Yo en Ti».
Después de orar por la Iglesia, las intercesiones se extienden a los benefactores. No sabemos si al añadir el texto a las Preces en 1933 Escrivá pensaba exclusivamente en el "nosotros" de los miembros del Opus Dei, o si el añadido había sido pensado como una prolongación de la intercesión anterior por la Iglesia, que sería lo más lógico desde el punto de vista de cómo se ha utilizado esta fórmula a lo largo de la historia. Desde el punto de vista textual, la ambigüedad no se puede resolver. Lo más sensato sería no excluir ninguna de las dos posibilidades.
Una vez que se ha rezado por la Iglesia en general, las Preces continúan con oraciones específicas por la unidad dentro del Opus Dei. Se pide por el Padre y por los miembros de la Obra vivos y difuntos.
En las oraciones finales, se expresa confianza en la misericordia divina, se pide conversión y fidelidad. El Gaudium cum pace, con el que comienza esta última parte de las Preces recoge y ratifica las oraciones finales: la confianza en la misericordia omnipotente de Dios Padre, la conversión y la penitencia, el don del Espíritu Santo y el gozo y la paz de una vida que quiere ser fiel hasta el final.
Por último, se recurre a la intercesión de los patronos de los apostolados de la Obra: los arcángeles san Miguel, san Gabriel y san Rafael, y los apóstoles san Pedro, san Pablo y san Juan.
Si al momento de rezar las Preces hay un sacerdote presente, imparte la bendición con las palabras: “el Señor esté en vuestros corazones y en vuestros labios”. Se acaban las Preces con un saludo que recuerda al de los primeros cristianos: Pax, in æternum. En este caso concreto tiene la función de fórmula de despedida, en el que se da un intercambio de paz después de la oración común de los fieles.
En definitiva, tal como he intentado explicar, las Preces del Opus Dei, concebidas por su fundador como el «primer acto oficial» de los miembros de la Obra, son una oración común que articula el carisma del Opus Dei con las formas de oración eclesiales. Así, a través de las voces de los orantes hace resonar en un lugar y un tiempo determinado los deseos y anhelos más profundos de esta «partecica de la Iglesia», que es el Opus Dei.
