Familia, educación y pobreza

Patrick Fagan, asesor de políticas de desarrollo, invitado por la Universidad de Montevideo, convocó a más de 500 personas que siguieron su presentación sobre las estrechas relaciones entre vínculos sanos, pobreza y pertenencia social. “Los problemas de los niños casi no eran de ellos. Me di cuenta de que, en realidad, la raíz de los problemas venían de la familia, en concreto, de los padres del niño”, declaró.

Dr. Patrick Fagan

Con la presencia de la Ministra de Desarrollo Social, senadores, diputados, directivos de empresas, directores de instituciones educativas, psicólogos, y público en general, Fagan declaró que lo que determina el capital social y humano de un país y su prosperidad es el hecho de que éste esté inserto en una “cultura de de pertenencia”.

Fagan comenzó sus palabras recordando su paso por la psicología clínica; disciplina que le permitió reconocer que “todo niño crece sano si se trabajan los problemas de la pareja, de la familia del niño; ya que es el amor entre la pareja el que dicta la fuerza con la que crecerá el niño” , aclaró. ”Tenía que ir donde estaba el problema; era el gobierno y las políticas de estado las que estaban contaminando a la familia y por eso opté por dedicarme a trabajar en políticas públicas”, confesó el especialista.

El niño, desde este punto de mira, es la semilla de la sociedad, de sus posibilidades de crecimiento y futuro. Toda persona desempeña ciertos roles (estudiante, ciudadano, profesional, etc.), y todas estas facetas sociales serán desplegadas también en la familia, “microcosmos nuclear” de toda sociedad. Toda institución social (familia, iglesia, institución educativa, gobierno, mercado) demanda diversos papeles de la persona y sólo podrá ella responder a todos íntegramente si ha crecido en un entorno “ afectivo sano, seguro y, ante todo, educador en la confianza”.

El experto examinó, mediante estadísticas, el lazo estrecho –y muchas veces irreconocible- entre la familia, la sociedad y el mercado. ”Las cifras muestran que la familia desintegrada tiene un impacto directo en la productividad de esas personas. De hecho las estadísticas permiten sostener que una persona es más productiva si sus vínculos permaneces sanos y fuertes”, explicó el especialista.

Fagan demostró cómo la desintegración (en el matrimonio, en niños que crecen sin alguno de sus padres, etc.) puede tener un efecto brutal sobre el niño ya que ello genera “un casi irreparable sentimiento de rechazo que destroza esa necesidad humana de pertenencia”. Son, en las estadísticas que reveló Fagan, los hijos de familias desintegradas o de madres solteras quienes muestran principales problemas de aprendizaje y rendimiento escolar. Son los hombres y mujeres cuyo matrimonio se destruye quienes ostentan los peores niveles productivos y las más grandes demandas de ayuda profesional sicológica o siquiátrica. Son las mujeres que han abortado las que evidencian un manifiesto deterioro emocional a lo largo del tiempo en su afectividad y su “capacidad de vínculos sanos”. Son, en última instancia, los niños que provienen de familias desintegradas quienes revelan los mayores índices de suicidios, de delitos y de consumo de drogas.

Llegados a este punto, Patrick Fagan cerró las estadísticas comentando que “lo que determina el capital social y humano de un país y su prosperidad es el hecho de que éste esté inserto en una 'cultura de pertenencia' y fuera de la más conocida y padecida 'cultura de rechazo'", refiriéndose a una cultura débil en los lazos contraídos, de manifiesta fragilidad en los compromisos asumidos y de trunca capacidad de amar y entregar.

”Fuimos hechos para pertenecer. T odo niño debe exigir a sus padres su derecho inalienable a que se amen entre ellos porque allí, en ese compromiso, radica lo que necesita para crecer sano” , concluyó Fagan.

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