El virus más contagioso y grave

Artículo escrito por el Vicario regional del Opus Dei, Carlos Ma. González, para la Revista digital del IEEM "Hacer empresa".

El pasado 3 de octubre, Francisco firmó la Encíclica social Fratelli Tutti (FT), con un propósito claro y declarado expresamente: “Como un humilde aporte a la reflexión para que, frente a diversas y actuales formas de eliminar o de ignorar a otros, seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y de amistad social que no se quede en las palabras” (FT, n.o 6)

La edición en PDF tiene 97 páginas. No me propongo resumirla en estas páginas, sino que procuraré centrarme en tres puntos: las características de las enseñanzas sociales de la Iglesia, el mensaje central de la encíclica y unas consideraciones prácticas.

Principios de la enseñanza social de la Iglesia

Es una encíclica que pertenece al cuerpo de la llamada “doctrina o enseñanza social de la Iglesia”, denominación acuñada en el siglo XX, para abarcar los principios cristianos propios de la vida social, y que se constituyen a partir de la palabra de Dios, con el fin de orientar moralmente la conducta humana en las diversas situaciones y épocas de la sociedad. Esta enseñanza tiene una triple dimensión: teórica (las verdades y principios permanentes), histórica (analiza algún aspecto de la vida social contemporánea) y práctica (propone orientaciones para la acción). Resulta esencial distinguir estos tres niveles. De lo contrario, surgen confusiones, críticas sin fundamento y malentendidos, porque se trata de documentos que analizan cuestiones políticas y sociales, en los que los cristianos —como los demás ciudadanos— tienen libertad de elección.

Esto lleva a que, para discernir si una frase o enseñanza concreta de la Iglesia obliga o no en conciencia, hay que analizar: a) si se trata de un principio fundamental (primer nivel); b) la insistencia y continuidad con la que los papas proponen una enseñanza (por ejemplo, sobre la Eucaristía, la defensa de la vida, la indisolubilidad del matrimonio, no hay cambios); y c) el tipo de documento y tenor de la afirmación (es diferente una encíclica que una respuesta en una entrevista, etc.). Basta releer en el párrafo primero la cita de FT n.o 6, para comprender el nivel de consejo o propuesta que pretende el papa en la mayoría del texto.

Para familiarizarse con la enseñanza social de la Iglesia, resulta muy útil el Compendio de Doctrina Social de la Iglesia, elaborado en 2004 por el Pontificio Consejo “Justicia y Paz”. Tanto el índice general como el analítico permiten la búsqueda ágil de las diversas enseñanzas, expuestas de manera sintética pero exhaustiva.

Mensaje principal de la Encíclica

¿Cuál es la enseñanza fundamental de la Encíclica? Benedicto XVI solía recordar que los primeros cristianos —los más cercanos en el tiempo al mensaje de Jesús— consideraban que la indiferencia o la pasividad hacia el dolor y la necesidad de los demás eran propias de los paganos: no eran cristianas. Es el punto de partida de la Encíclica, con una antinomia de fondo: en el capítulo primero analiza cómo el mundo actual reacciona ante el problema ajeno (descarte mundial, derechos humanos no suficientemente universales, sometimientos y autodesprecios, etc.). En el capítulo segundo comenta la parábola del “buen samaritano” (Lucas 10, 25-37), en la que un sacerdote y un experto en la ley pasan de largo ante un necesitado. En cambio, un extranjero se detiene, le da cercanía, tiempo, no mira para el costado y lo cura; tuvo la auténtica reacción religiosa. No reaccionó con indiferencia.

nuestra indiferencia se debe a múltiples causas, y una de ellas puede ser una laguna de nuestra formación humana y cristiana —una laguna en la teoría, en los principios—

El desarrollo de la Encíclica procura explicar de distintas formas cómo debe ser la reacción del buen samaritano ante las necesidades actuales. Como nuestra indiferencia se debe a múltiples causas, y una de ellas puede ser una laguna de nuestra formación humana y cristiana —una laguna en la teoría, en los principios—, el papa propone una educación familiar y catequética: “Incluyan de modo más directo y claro el sentido social de la existencia, la dimensión fraterna de la espiritualidad, la convicción sobre la inalienable dignidad de cada persona y las motivaciones para amar y acoger a todos” (FT n.o 86). “La fe colma de motivaciones inauditas el reconocimiento del otro, porque quien cree puede llegar a reconocer que Dios ama a cada ser humano con un amor infinito y que con ello le confiere una dignidad infinita. A esto se agrega que creemos que Cristo derramó su sangre por todos y cada uno, por lo cual nadie queda fuera de su amor universal” (FT n.o 85).

Buenos samaritanos

Pasemos ahora a algunas pocas consideraciones prácticas al hilo de las invitaciones que nos va haciendo el papa, para sacudir nuestra indiferencia.

Primera: mantener una conciencia despierta. “Ojos que no ven, corazón que no siente”, dice el refrán. Casi sin advertirlo, nos volvemos incapaces de compadecernos ante los clamores de los otros, ya no lloramos ante el drama de los demás ni nos interesa cuidarlos, como si todo fuera una responsabilidad ajena que no nos incumbe” (Francisco, Evangelii gaudium n.o54). Francisco desea alertar nuestra conciencia y abre nuestro campo visual. Por ejemplo, con “los ‘exiliados ocultos’, que son tratados como cuerpos extraños en la sociedad” (FT n.o 98): llama así a los discapacitados y a los ancianos que ya no se valen y se consideran una carga. O el drama de la migración, al que dedica el capítulo 4. Recordar (del latín re-cordis: poner de nuevo en el corazón) estos males nos ayuda a impedir que la indiferencia anide en el corazón, a que nos “acostumbremos a mirar para el costado, a pasar de lado, a ignorar las situaciones hasta que estas nos golpean directamente” (FT n.o 64). Nos sacará del egoísmo, que mira solo el propio interés, al que nos lleva el individualismo, personal o de grupo, que cuando crece y se hace “radical es el virus más difícil de vencer” (FT n.o 105).

Segunda reflexión: educar un corazón abierto. Francisco nos propone aprender deteniéndose ampliamente en la parábola del Buen Samaritano. Dedica el capítulo 2, “Un extraño en el camino”, a insistir en abrir el corazón, los sentimientos y en otros capítulos vuelve a esa enseñanza: “Hoy, y cada vez más, hay heridos (…) Enfrentamos cada día la opción de ser buenos samaritanos o indiferentes viajantes que pasan de largo” (FT n.o 69).

No se amolden a este mundo, sino transfórmense por la renovación de la mente, para que sepan discernir cuál es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto

Alrededor del año 55 de nuestra era, San Pablo escribía a los cristianos que vivían en Roma: “No se amolden a este mundo, sino transfórmense por la renovación de la mente, para que sepan discernir cuál es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto”. Podemos decir que es lo que pretende Francisco con sus propuestas. Buscar siempre lo bueno, lo mejor —y no la comodidad—, nos puede curar de “una de las enfermedades que tiene el mundo de hoy: la ‘cardioesclerosis’, corazones escleróticos, duros, que no saben expresar el amor y el cariño” (Palabras de Francisco en una entrevista en el canal católico de TV El Sembrador, diciembre de 2016). “Cristo confía en lo mejor del espíritu humano y con la parábola del buen samaritano lo alienta a que se adhiera al amor, reintegre al dolido y construya una sociedad digna de tal nombre (FT n.o 71). En una columna anterior hablábamos del servicio (“para servir, servir”), que “siempre mira el rostro del hermano, toca su carne, siente su ‘projimidad’ y hasta en algunos casos la ´padece´ y busca la promoción del hermano” (FT n.o 115).

Tercera reflexión: los cristianos han de ser protagonistas, no meros espectadores, de este sueño. El capítulo 8, “Las religiones al servicio de la fraternidad en el mundo”, desarrolla esta idea. “Las distintas religiones, a partir de la valoración de cada persona humana como criatura llamada a ser hijo o hija de Dios, ofrecen un aporte valioso para la construcción de la fraternidad y para la defensa de la justicia en la sociedad” (FT n.o 271). Partiendo siempre de la autonomía de la esfera social y política, la Iglesia “no puede ni debe quedarse al margen en la construcción de un mundo mejor ni dejar de despertar las fuerzas espirituales que fecunden toda la vida en sociedad (…) La Iglesia tiene un papel público que no se agota en sus actividades de asistencia y educación, sino que procura la promoción del hombre y la fraternidad universal” (FT n.o 276).

Si la música del Evangelio deja de sonar en nuestras casas, en nuestras plazas, en los trabajos, en la política y en la economía, habremos apagado la melodía que nos desafiaba a luchar por la dignidad de todo hombre y mujer

“Tan importante es el puesto que Dios les ha asignado, del que no les es lícito desertar”, escribía un cristiano del siglo II, cuando eran una minoría perseguida. Y Romano Guardini remarcaba: un cristiano no solo ha de entender sus obligaciones éticas procurando evitar el pecado, sino también cuidando de que al mundo le vaya bien. Lo que diferencia estas metas de las de una ONG humanitaria es que: “para nosotros, ese manantial de dignidad humana y de fraternidad está en el Evangelio de Jesucristo” (FT n.o 277). “Si la música del Evangelio deja de sonar en nuestras casas, en nuestras plazas, en los trabajos, en la política y en la economía, habremos apagado la melodía que nos desafiaba a luchar por la dignidad de todo hombre y mujer” (FT n.o 277).

Cuarta reflexión: apertura a todos y servir al bien común. El hombre es un ser relacional, social y político. “Por esa razón, el amor no solo se expresa en relaciones íntimas y cercanas, sino también en las macrorelaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas” (FT n.o 181). “Es caridad acompañar a una persona que sufre, y también es caridad todo lo que se realiza, aun sin tener contacto directo con esa persona, para modificar las condiciones sociales que provocan su sufrimiento. Si alguien ayuda a un anciano a cruzar un río, y eso es exquisita caridad, el político le construye un puente, y eso también es caridad” (FT n.o 186).

Hoy estamos ante la gran oportunidad de manifestar nuestra esencia fraterna, de ser otros buenos samaritanos que carguen sobre sí el dolor de los fracasos, en vez de acentuar odios y resentimientos

Quinta reflexión: “La cultura del diálogo como camino; la colaboración común como conducta; el conocimiento recíproco como método y criterio” (FT n.o 285). “Para encontrarnos y ayudarnos mutuamente necesitamos dialogar (…). El diálogo persistente y corajudo no es noticia como los desencuentros y los conflictos, pero ayuda discretamente al mundo a vivir mejor, mucho más de lo que podamos darnos cuenta” (FT n.o 198). “Cada uno puede ser un fermento eficaz con su estilo de vida cotidiana. Las grandes transformaciones no son fabricadas en escritorios o despachos” (FT n.o 231). Señalo dos propuestas muy concretas: “recuperar la amabilidad” (FT n.o 222-224) y “sobre todo con los últimos” (FT n.o233-235). Podemos ser protagonistas de ese trato amable, lleno de caridad verdadera, no simple educación. “Cada día se nos ofrece una nueva oportunidad, una etapa nueva (…) Hoy estamos ante la gran oportunidad de manifestar nuestra esencia fraterna, de ser otros buenos samaritanos que carguen sobre sí el dolor de los fracasos, en vez de acentuar odios y resentimientos (…) Alimentemos lo bueno y pongámonos al servicio del bien” (FT n.o 77).

A veces sentimos que lo que hacemos es una gota en el mar, pero el mar no sería el mismo si le faltara esa gota

Espero que esta pequeña síntesis nos sirva para regenerar conciencia y corazón, sin limitarnos a lo que personalmente podamos hacer, ya que “estamos invitados a convocar y encontrarnos en un ´nosotros´ que sea más fuerte que la suma de pequeñas individualidades; recordemos que ‘el todo es más que la parte, y también es más que la mera suma de ellas’” (FT n.o 78). Ante las dificultades, consideremos lo que la Madre Teresa de Calcuta decía: “A veces sentimos que lo que hacemos es una gota en el mar, pero el mar no sería el mismo si le faltara esa gota”.