“El Papa ha demostrado el poder evangelizador de un místico”

Monseñor Julián Herranz ha sido uno de los 30 cardenales nombrados en el último consistorio. El Prefecto del Consejo Pontificio para la interpretación de los Textos Legislativos habla en diversas entrevistas de su admiración por Juan Pablo II y sobre su vida en el Opus Dei.

Mons. Julián Herranz.

Entrevista en EL PAIS (Autor: Enric González) P. Juan Pablo II ha sido un Papa viajero, peregrino. Aparentemente, se ha ocupado más de la misión evangelizadora que de la gestión del Vaticano.

Se da mucha importancia en los medios a los viajes del Papa, más de cien; a los miles de personas que ha encontrado, a las docenas de documentos doctrinales que ha promulgado. Pero hay otra actividad enorme de la que no se habla y que está en el origen de todo eso: la cantidad enorme de horas que Juan Pablo II ha pasado rezando ante el Sagrario. De mi experiencia en el trato personal con él me impresiona su misticismo. Es un hombre que vive en continua unión con Dios. No sólo es vicario de Cristo: quiere encarnar a Cristo en las palabras, en la enseñanza, en los gestos, y para mí esa dimensión mística es la fuente de toda su energía apostólica y misionera.

P. Quizá para usted la mayor alegría de estos 25 años fue la santificación de Josemaría Escrivá de Balaguer, con quien convivió y trabajó muchos años.

Viví 22 años con él, y desde el primer día, desde que le conocí, vi en él a un santo. Esto puede parecer demasiado tajante o injustificado. Pero percibí en él una serie de manifestaciones de fe heroica y de continua unión a Dios. Mire, el día en que le conocí había fallecido un chico joven que vivía con nosotros en la residencia y él entró en la habitación con todo el dolor de un padre al que se le ha muerto un hijo. El sufrimiento se reflejaba en su rostro. Se puso de rodillas, besó al chico en la frente, rezamos un responso, y, luego, saliendo de la habitación, su rostro se transformó, empezó a sonreír. Y dijo: “Sonrío porque este hermano vuestro ha ganado la última batalla, ha consumido su vida cumpliendo la voluntad de Dios”. Vi reflejadas en él dos dimensiones, humana y divina, que me enamoran de la humanidad de Cristo: perfectus deus y perfectus homo, perfecto Dios y perfecto hombre. Le voy a decir una cosa: el otro día leí en un periódico una frase, una exclamación gozosa que se le atribuía y que era absolutamente falsa: “¡Nos han hecho ministros!”. Yo le escuché justamente lo contrario. Cuando Alberto Ullastres fue nombrado ministro, en 1957 si no me equivoco, yo estaba con monseñor Escrivá al saberse la noticia. ¿Sabe lo que comentó? “Que hayan hecho ministro a este hijo mío no me importa nada, lo que me importa es que sea santo. Tengo hijos que son barrenderos, y un barrendero puede dar tanta gloria a Dios como un ministro.

P. Esa frase que cita se ha publicado muchas veces y recientemente en EL PAIS.

Yo no quiero criticar a ningún periódico. Pero esa frase no es verdad y me apena mucho.

P. Sin embargo, suele atribuirse al Opus Dei voluntad de poder y de influencia. ¿Cuál sería la explicación?

Diría que hay dos razones. Una, que los focos se encienden para iluminar a las personas que ocupan puestos de relieve en la sociedad, en el mundo económico, universitario y político. En cambio, no se encienden para esa otra multitud de miembros del Opus Dei cuya actividad brilla menos: profesionales, artistas, obreros, campesinos. La segunda razón es que hay quienes no comprenden la libertad política y la libertad en cuestiones temporales de los miembros de la Prelatura. A mí siempre me impresionó la diversidad de tendencias políticas dentro del Opus Dei. Cuando llegué a la Obra, tenía la personalidad bastante hecha, tenía 20 años, había dirigido en Madrid una revista universitaria... Por citarle algo anecdótico, terminé una noche en la dirección General de Seguridad porque me pescaron cuando pintaba con otros estudiantes grandes carteles en la Castellana con la frase: “Viva la revolución agraria en Andalucía”.

En el Opus Dei hay una gran libertad en todo lo opinable. Hay un común denominador de verdades en el cual se forman muy bien todos los miembros del Opus Dei, el común denominador en el que insiste tanto Juan Pablo II: son las exigencias de la doctrina social de la Iglesia para defender la vida, el matrimonio, la libertad de enseñanza, la patria potestad, la ética en la economía, la igualdad de todos los hombres... Ahí todos tienen que estar de acuerdo. Pero no sólo los miembros del Opus Dei: absolutamente todos los católicos.

Entrevista en EL MUNDO (Autor: Rubén Amón) P. El Opus Dei ha crecido extraordinariamente durante el Pontificado de Juan Pablo II. ¿Cuánto debe el Opus Dei al Papa y cuanto el Papa al Opus Dei?

Soy consciente de que algunos hablan del lobby del Opus Dei y de su influencia en Juan Pablo II. Pues bien, yo creo que el Papa simplemente tiene plena confianza en una serie de instituciones nuevas en la Iglesia. Y el Opus Dei es una de ellas, pero no la única. Juan Pablo II, antes de ser Papa, ya tenía simpatía hacia la teología del trabajo, que es la base de las enseñanzas de san Josemaría Escrivá. El Opus Dei, por su parte, debe al Papa fidelidad, obediencia a su magisterio, y me consta que los fieles de la Prelatura procuran ayudarle con la oración y la mortificación, de la que hoy apenas se habla. Hay que saber llevar la cruz con garbo, como hace Juan Pablo II.

¿En qué situación [física] se encuentra el Papa realmente?

Las limitaciones físicas son tremendas, igual que sus dificultades para comunicar. Pueden compararse con la situación de Jesucristo cuando estaba emprendiendo la via dolorosa. Él no piensa en sí mismo, piensa en los demás. Porque es el siervo de los siervos de Dios. Él tiene que cumplir su servicio pastoral hasta el último suspiro. Ahora bien, quiero dejar constancia de que el Papa posee unas condiciones mentales impecables. La inteligencia es clara como siempre. Y la memoria permanece intacta. Además, ahí quedan esa fuerza de voluntad y esa tenacidad en su trabajo pastoral.

¿Cuál es su balance de este cuarto de siglo de Pontificado?

Se habla de récords, de marcas, de kilómetros. Pero hay un fenómeno del que se habla poco: el Papa ha batido el récord de horas rezando delante del sagrario. Estos 25 años son la prueba más grande del enorme poder evangelizador que tiene un místico.

Entrevista en ABC (Autor: Juan Vicente Boo) ¿Qué ha significado para usted el nombramiento de Cardenal?

El nombramiento significa que se entra a formar parte del Senado del Papa, del cuerpo elector que lo asiste en el gobierno de la Iglesia universal. Yo lo he recibido con mucha paz y abandono en la voluntad de Dios.

En mi caso, me doy perfecta cuenta de que no es un premio a virtudes personales, sino una prueba del aprecio del Papa a tres cosas. En primer lugar, al Derecho Canónico, pues presido el dicasterio que ayuda al Santo Padre en todo lo que se refiere a leyes de la Iglesia. En segundo lugar representa una muestra de cariño a España, que es mi patria. Y en tercer lugar, una prueba de estima a la institución a la que pertenezco, el Opus Dei.

Usted es montañero y poeta, igual que el Papa...

No, igual, no. Él es un verdadero poeta. El “Trítico Romano” es precioso, es un poema difícil. Se discute si la metafísica puede hacerse poesía, y él me parece que ha demostrado que sí (...).

En cuanto a la montaña, yo me aficioné durante mis años universitarios en Madrid. Después en Italia, he ido a los Alpes y durante misiones largas en América Latina he escalado algunos picos de los Andes. El montañismo es el deporte en el que más se puede rezar. Se camina contemplando la naturaleza durante horas, hablando con Dios, agradeciéndole tantas cosas bonitas que se ven, pidiéndole luces para solucionar algún problema... La naturaleza ayuda a pensar en la teología de la Creación: permite ver en toda esa belleza una imagen pequeña, parcial, pero real, de la infinita belleza que es Dios.