Yo también estuve en el cuarto de estar más grande del mundo

Con un grupo de amigas de Praga, Brno, Třebíč y Bratislava, participamos en la beatificación de Guadalupe Ortiz de Landázuri el pasado 18 de mayo en Madrid.

Cuando me invitaron a viajar, me imaginé que sería un viaje interesante y exótico, pues los países del sur me resultan muy atractivos; también supuse que sería una peregrinación y, ¿por qué no ir? Lo que no me esperaba, es que esos pocos días me iban a ayudar a descubrir que rezar y pasárselo bien pueden estar unidos.

Hace unos meses Elizabeth, mi profesora de inglés que es del Opus Dei, me habló de Guadalupe. Elizabeth me contó que Guadalupe era química y empezó el primer centro del Opus Dei en México y que iba a ser beatificada en mayo en Madrid. Me invitó a asistir y me apunté. Otras más se unieron al grupo.

Varias veces durante los meses previos nos reunimos para conocer más de cerca la vida de Guadalupe, y me llamó la atención su normalidad.

Llegó el día del viaje y nos encontramos en Madrid. La primera sorpresa fue el lugar donde nos alojamos. Se trataba de un Club al que acude gente joven, y las chicas nos prepararon un recibimiento muy caluroso, con banderas checas y eslovacas por todas partes.

Fuimos a rezar ante los restos de la inminente beata y le pedimos por un montón de intenciones.

El día de la beatificación llegamos al Palacio de Vistalegre y comprobamos que las entradas que nos habían asignado eran muy buenas, muy cercanas al altar. El ambiente era festivo y llamativamente internacional. Gente venida de todo el mundo, africanos, asiáticos…

Pensé que una mujer que había sido la causa de semejante acto, tenía que ayudarme en mi vida y en la de mis amigas y le pedí con mucha fe durante la ceremonia.

Después del acto, volvimos a nuestra casa madrileña y las chicas -que no habían tenido la suerte de tener entradas como nosotras- nos habían preparado una comida de fiesta. Al final nos regalaron a cada una un cactus, planta característica de México, país donde vivió Guadalupe.

Luego tuvimos una meditación en nuestro idioma, lo que nos ayudó a meternos más todavía en la figura de Guadalupe. El sacerdote habló de un collar de perlas que llevaba Guadalupe, que nos podía ayudar a buscar detalles para regalar al Señor. Me pareció una idea muy sugerente.

Últimamente he asistido a diversos conciertos musicales, y lo que viví en Vistalegre superó en mucho a esos eventos

Volvimos a Vistalegre, para tener un encuentro con el Padre, el Prelado del Opus Dei. Me preocupaba un poco no entenderle y esperaba que la traducción simultanea al inglés, ya que al checo sería imposible, fuera buena. Pero lo que no me podía imaginar es que iba a estar en una especie de encuentro familiar multitudinario. Últimamente he asistido a diversos conciertos musicales, y lo que viví en Vistalegre superó en mucho a esos eventos. Al final, entendí bien en la traducción que el moderador del encuentro, dijo que estábamos en el cuarto de estar más grande del mundo y tengo la gran alegría de haber estado allí también.

De fiesta en fiesta, nos fuimos a otro Club de gente joven, donde hace muchos años, había vivido la misma Guadalupe. Allí nos reunimos chicas de todo el mundo, para celebrar la beatificación. Cantamos y bailamos sin control…

Al día siguiente, nuevamente a Vistalegre, para la misa de acción de gracias. Efectivamente, uno entiende que hay que dar gracias por algo así.

Como dijo el Papa Francisco en la carta que escribió por motivo de la beatificación, Guadalupe nos invita a la santidad de la normalidad, y yo a eso me quiero apuntar también.

Guadalupe ahora se ha convertido en mi amiga, y le pido que me ayude cada vez que tengo un examen y para otras muchas cosas de la vida ordinaria.

Klára Svobodová