La historia de Flor (Guatemala) forma parte del multimedia «El viaje del viaje», un proyecto por el 50.º aniversario de las catequesis de san Josemaría por América. A continuación reproducimos su historia.
Soy Flor, tengo 82 años y llevo 55 años en la Obra. Soy agregada.
Junkabal es un centro de formación que, actualmente, desarrolla distintas labores: un colegio con educación formal y cursos de capacitación para mujeres, con el fin de que tengan herramientas para desarrollarse integralmente. Es, en cierto modo, una cantera de emprendedoras.
Cuando Junakbal daba sus primeros pasos en los años 60 era una zona de mucha pobreza. Hoy la situación ha cambiado, pero entonces eran enormes las necesidades de aquella zona. No solo había que pensar en las niñas del colegio, sino también en las familias que vivían en condiciones extremas, incluso en el basurero.
Ante este panorama hicimos un convenio con Caritas y pusimos en marcha un centro nutricional. Al principio, a las mujeres que se acercaban se les daba alimento a cambio de trabajo: ellas barrían o pintaban y recibían comida.
Sin embargo, propusimos cambiarlo por “alimentos por capacitación”: se les entregaba la comida y, al mismo tiempo, se les daba formación. Fue muy positivo, porque se trataba de enseñarles a trabajar y a salir adelante. Llegamos a atender a unas 400 familias, lo que tuvo un gran impacto.
Desde entonces las actividades para universitarias ha crecido mucho. Junkabal, hoy Fundación Junkabal, ha experimentado un desarrollo continuo: cuenta con un colegio de prestigio nacional y sigue capacitando a mujeres en el área técnica, con un impacto notable.
La formación que he recibido en la Obra incide en todo lo que soy. Y como el bien es difusivo, si tú estás bien formada, quieres contagiar y ayudar a otros. Esa mentalidad que he procurado vivir en estos años ha generado una gran incidencia en muchas otras vidas.
En mi trayectoria, una cosa ha llevado a otra. Cuando estaba en Junkabal, surgió la oportunidad de ampliar las instalaciones. El gobierno belga financió un edificio de cuatro niveles. En ese momento tuve que decidir entre seguir como directora o dedicarme a otros proyectos; elegí lo segundo. Desde entonces, vinieron más iniciativas: otra ampliación de Juncal, la Escuela Taller Las Gravileas y Shoi, un proyecto en un contexto completamente distinto —el altiplano, con mujeres indígenas—.
En todos estos lugares, aunque han cambiado muchas cosas, el objetivo ha sido siempre el mismo: ofrecer una formación integral y promover que las personas puedan salir adelante.