¿Qué vale el hombre o el galardón más grande de la tierra, comparado con Jesucristo, que está siempre esperándote? (Surco, 664)
Un rato de meditación diaria –unión de amistad con Dios– es cosa propia de personas que saben aprovechar rectamente su vida; de cristianos conscientes, que obran en consecuencia. (Surco, 665)
Los enamorados no saben decirse adiós: se acompañan siempre.
–Tú y yo, ¿amamos así al Señor? (Surco, 666)
¿No observas cómo muchos de tus compañeros saben demostrar gran delicadeza y sensibilidad, en su trato con las personas que aman: su novia, su mujer, sus hijos, su familia...?
–Diles –¡y exígete tú mismo!– que el Señor no merece menos: ¡que le traten así! Y aconséjales, además, que sigan con esa delicadeza y esa sensibilidad, pero vividas con Él y por Él, y alcanzarán una felicidad nunca soñada, también aquí en la tierra. (Surco, 676)