En esta hora de Dios, la de tu paso por este mundo, decídete de verdad a realizar algo que merece la pena: el tiempo urge, y ¡es tan noble, tan heroica, tan gloriosa la misión del hombre –de la mujer– sobre la tierra, cuando enciende en el fuego de Cristo los corazones mustios y podridos!
–Vale la pena llevar a los demás la paz y la felicidad de una recia y jubilosa cruzada. (Surco, 613)
Unas veces dejas que salte tu mal carácter, que aflora, en más de una ocasión, con una dureza disparatada. Otras, no te ocupas en aderezar tu corazón y tu cabeza, con el fin de que sean aposento regalado para la Santísima Trinidad... Y siempre, acabas por quedarte un tanto lejos de Jesús, a quien conoces poco...
–Así, jamás tendrás vida interior. (Surco, 651)
Remedio para todo: ¡santidad personal! –Por eso, los santos han estado llenos de paz, de fortaleza, de alegría, de seguridad... (Surco, 653)