Al contemplar en retrospectiva mi vida, veo cuanto soy “deudora” de las atenciones ofrecidas por sacerdotes de la Prelatura de Cañete, Yauyos y Huarochirí, encomendada al Opus Dei.
Mi primer recuerdo de un sacerdote, es de Cañete, con el padre Eusebio Laguna. Tendría unos cuatro años, acudía ilusionada a la Santa Misa dominical, pues concluida la celebración, me obsequiaba una bolsa con formas no consagradas.
Para mí ese regalo significaba mucho, pues soñaba que podía “comulgar” como lo hacían mis tías. Así el Padre Eusebio, amigo de la familia, dejó una semilla y un hermoso recuerdo en mi corazón y en mi alma.
Ese fue el inicio de un trato con algunos sacerdotes de la Prelatura de Cañete, Yauyos y Huarochirí, unas tierras que el fundador del Opus Dei, san Josemaría amó entrañablemente.

A lo largo de mi vida, los he visto trabajar ardua, desinteresada y santamente, por las personas en diferentes circunstancias, acercándolas siempre a Dios.
A lo largo de mi vida, los he visto trabajar ardua, desinteresada y santamente, por las personas en diferentes circunstancias, acercándolas siempre a Dios. Cuando había un familiar o amigo enfermo, allí se hacía presente un sacerdote; cuando alguien fallecía en la familia, allí aparecía un sacerdote para rezar un responso y ofrecer alguna oración, llevando siempre consuelo y esperanza en los momentos más duros y difíciles.
Muestra de ello, es que cuando un matrimonio tenía una crisis, acudía a un sacerdote para pedir su consejo. Son incontables las veces y circunstancias en que olvidándose de sí mismos, los he visto apoyando, consolando y acompañando a diferentes personas, dentro y fuera de Cañete.
Sin ir muy lejos, monseñor Frutos Berzal, uno de los primeros que llegaron a ayudar a monseñor Ignacio Orbegozo para trabajar en la Prelatura de Yauyos, fue quien celebró mi boda. Con el padre Novato llevé mi primer cursillo de catequesis.

Mi madre, tías y familiares me enseñaron, que —como cristianas— debemos ayudar y ver como parte de nuestra familia, a los seminaristas y sacerdotes.
Mi madre, tías y familiares me enseñaron, que —como cristianas— debemos ayudar y ver como parte de nuestra familia, a los seminaristas y sacerdotes.
Años más tarde, cuando pedí formar parte del Opus Dei como supernumeraria, entendí mejor que debemos cuidar, respetar y rezar por las vocaciones sacerdotales y pedir por su fidelidad.
“En el valle bendito de Cañete”
San Josemaría visitó mi tierra, hace 50 años, a la que denominó “el valle bendito de Cañete” una gracia muy grande que nunca dejaré de agradecer al Señor. Realmente fue un regalo de Dios.
Hace algunos años, sabiendo que Dios tiene sus formas y sus caminos, acompañando a una amiga, llegamos al Santuario Nuestra Señora Madre del Amor Hermoso, para asistir a una ordenación episcopal.
Ese reencuentro tan cercano, me trajo a la memoria como un flashback, la atención sacerdotal recibida y me quedé impactada por la labor al servicio de la Iglesia con tan pocos recursos económicos en Cañete y desde Cañete, donde conocí el Opus Dei tan de cerca, sin ser aún de la Obra.

Allí, pude conocer también, a jóvenes seminaristas, cuyas familias no podían costear sus estudios. Así es como empecé a preguntarme como podría involucrarme más.
En una romería dedicada a la Virgen
El año pasado, con unas amigas, mamás del colegio Alpamayo en Lima, asistí a una romería en honor a la Virgen del Santuario Nuestra Señora Madre del Amor Hermoso, en mayo.
Allí nos encontramos con el Rector del Santuario y del seminario, padre Jorge Peña y con padre José Luis Figuerola, exalumno del Colegio Alpamayo, quien también trabaja en el seminario de Cañete.
Ambos sacerdotes realizan rifas para recaudar fondos destinados a la formación integral de los seminaristas. Así es como reinicié mi ayuda al Seminario. Varias mamás del colegio Alpamayo no conocían esa labor y —menos aún— que, al lado del Santuario, existía un Seminario.

Muchas veces como católicos hablamos de la necesidad de más sacerdotes, pero, ¿Qué hacemos para apoyar a esas futuras vocaciones?
Muchas veces como católicos hablamos de la necesidad de más sacerdotes, pero, ¿Qué hacemos para apoyar a esas futuras vocaciones? Los actuales seminaristas, serán los sacerdotes, quienes —en el futuro— bautizarán a nuestros nietos, nos administrarán la Unción de los Enfermos o rezarán nuestro responso. Tenemos la oportunidad de ayudar con nuestro granito de arena en esa labor.
Si deseas más información de cómo involucrarte para ayudar a las futuras vocaciones de sacerdotes, puedes escribir al siguiente correo electrónico del Seminario de Cañete: seminariomayor@prelaturayauyos.org