Construcción de casas en Pamplona Alta: la alegría de servir

Un grupo de alumnos de los colegios Salcantay y Alpamayo unieron fuerzas para que nueve familias de escasos recursos tengan un hogar donde vivir en Pamplona Alta. Aquí la crónica contada por el responsable de CAS-Alpamayo, profesor Gustavo Beltrán.

Los jóvenes son la esperanza del mundo, decía san Juan Pablo II. Y no le faltaba verdad. En una jornada ardua y sacrificada, pero también de emotividad y gran altruismo, comenzando desde las primeras horas del sábado 11 hasta el anochecer del domingo 12 de noviembre últimos, los estudiantes de ambos colegios, no solo hicieron gala de esfuerzo y de trabajo en equipo, sino además regalaron alegría, ilusión y sobre todo fe a los pobladores de Pamplona Alta, en el distrito de san Juan de Miraflores.

Un corazón joven, lleno de amor y empatía hacia el prójimo, es como una inmensa ola de generosidad que a su paso lo cubre todo, cuya convicción es que uno puede cambiar el mundo, y no al revés.

Fe de que las cosas cuando se planifican y se fija una meta donde el ayudar y el servir son el eje de todo no hay nada que los pueda detener. Un corazón joven, lleno de amor y empatía hacia el prójimo, es como una inmensa ola de generosidad que a su paso lo cubre todo, cuya convicción es que uno puede cambiar el mundo, y no al revés.

“Sin duda fue una experiencia agotadora, pero que realmente valió la pena porque sabes que puedes cambiarle la vida a toda una familia”, señaló Sebastián Montoya, uno de los alumnos de grado décimo del colegio Alpamayo, artífice de la construcción de hogares en Pamplona Alta.

Sebastián tiene toda la razón. La construcción de hogares, promovida por los colegios Salcantay y Alpamayo en cooperación con la organización ANDAR, es sin duda una experiencia única, puesto que son los mismos alumnos que en lapso de seis meses deben juntar el dinero requerido para la construcción de la casa que no baja de los diez mil soles.

Y si bien las dificultades que se presentan a lo largo del camino son muchas, estas jamás se convirtieron en impedimento para que los jóvenes demuestren su creatividad, entusiasmo y perseverancia para hacer “La obra bien hecha”, como se enseña en el colegio Alpamayo.

¿Y, en qué consiste esta obra bien hecha? Son varios pasos. Primero, la planificación de actividades que encierran la puesta en juego de los talentos de los alumnos: creatividad, actividad y servicio (Siglas de las palabras CAS, del programa del Bachillerato Internacional).

Estas actividades conllevan la organización de rifas, eventos de rap, venta de cómida, acciones de reciclaje, entre otras, que coadyuven a conseguir los fondos necesarios a lo largo de todo el año y donde se involucra al resto de compañeros del colegio.

Los alumnos activan el famoso “casómetro”, donde mes a mes se indica a cuánto se está por cumplir la meta. Y si bien el gran ímpetu lo ponen los jóvenes, el apoyo de los padres de familia para el proyecto de sus hijos es crucial.

La familia se convierte en el gran soporte de los hijos, ayudándolos, aconsejándolos y sobre todo no permitiendo que jamás se rindan.

La familia se convierte en el gran soporte de los hijos, ayudándolos, aconsejándolos y sobre todo no permitiendo que jamás se rindan, puesto que son muy conscientes de que la experiencia de sus hijos en esos dos días de jornada les abrirá no solo la mente, sino además el corazón.

Como decía san Josemaría, fundador del Opus Dei e inspirador de los colegios Alpamayo y Salcantay, en “Es Cristo que pasa”: “Un hombre o una sociedad que no reaccione ante las tribulaciones o las injusticias, y que no se esfuerce por aliviarlas, no son un hombre o una sociedad a la medida del amor del Corazón de Cristo. Los cristianos —conservando siempre la más amplia libertad a la hora de estudiar y de llevar a la práctica las diversas soluciones y, por tanto, con un lógico pluralismo—, han de coincidir en el idéntico afán de servir a la humanidad. De otro modo, su cristianismo no será la Palabra y la Vida de Jesús: será un disfraz, un engaño de cara a Dios y de cara a los hombres".

Un corazón ardiente en hacer el bien, un corazón que sirva de luz para el resto de personas, donde ayudar al prójimo es quizás lo más cercano a estar con Dios, esa es la lección que nos dejan esas jornadas en Pamplona Alta, que jamás olvidaremos.

Profesor Gustavo Beltrán.