Cualquiera puede realizar obras de misericordia atendiendo a los más necesitados, a aquellos que muchas veces viven excluidos de la sociedad. En respuesta al mensaje del Papa Francisco con motivo de la Segunda Jornada Mundial de los Pobres y a la celebración del año de la juventud en Filipinas convocado por la Conferencia Episcopal, jóvenes profesionales, profesores, estudiantes y familias realizaron una actividad de cooperación en el distrito de Tondo (Manila) el 18 de noviembre de 2018.
El proyecto reunió a más de 200 voluntarios: dos equipos médicos compuestos por 80 médicos y estudiantes de medicina y 30 dentistas y estudiantes de odontología.
Apodado el “Pakikipagkapwa” (Segundo Día Mundial de Ayuda a los Pobres de Tondo), el proyecto reunió a más de 200 voluntarios: dos equipos médicos compuestos por 80 médicos y estudiantes de medicina y 30 dentistas y estudiantes de odontología.
Todo este despliegue prestó servicio a 2.000 familias, que también participaron en clases de catecismo, lectura de cuentos para niños, charlas sobre educación de los adolescentes e información sobre salud e higiene bucal para los padres. Todo ello mientras esperaban su turno para recibir atención médica y dental.
Iniciativa de los laicos
La Iniciativa de Tondo está dirigida por la Family Cooperation Health Services Foundation, Inc. (FAMCOHSEF), una organización sin ánimo de lucro fundada en 1991 por profesionales de diversas áreas en respuesta a un reto que planteó el beato Álvaro del Portillo, que en aquel momento era prelado del Opus Dei.
Este grupo se vio animado también por el mensaje del Papa Francisco, que invitó a la Jornada Mundial de los Pobres a través de su carta apostólica Misericordia et Misera, publicada en 2016, durante la clausura del año de la misericordia. "Este pobre clamó, y el Señor le oyó" (Sal 34,6) fue el lema de esta jornada. En su mensaje, el Santo Padre dijo a los fieles que estas palabras del salmista deben "hacerse nuestras cada vez que nos encontremos con personas que sufren y experimentan el drama de la exclusión social, hermanos y hermanas nuestros a los que llamamos pobres".
Keziah Duag, una joven que trabaja en una empresa de recursos humanos, expresaba así el impacto que le produjo su encuentro con personas necesitadas: "Me di cuenta de que, a pesar de las dificultades a las que estas personas se enfrentan cada día, de su corazón no se borra el deseo de ayudar a los demás. Esto me hizo pensar: `¿Qué puedo hacer yo por los demás? ¿Cómo puedo ayudar?´".
De este modo, Keziah conoció a un cooperante de sesenta años que había dejado su trabajo como chef en cruceros de lujo para dedicar más tiempo a su madre anciana y poder también ayudar en la comunidad y en la parroquia. En una ocasión, este hombre llevó al ambulatorio a una vecina que había sufrido abusos por parte de su entorno. "Aquel hombre - explicaba Keziah- echaba de menos aquellos viajes con sus lujos, pero estos no eran nada comparados con la idea de poder colaborar con su familia y su comunidad".