¿Puedes presentarte, Jorge?
Soy un joven que nació en Barcelona en el 1995; estudió en el colegio La Farga de Sant Cugat del Vallés y comenzó filología clásica en Barcelona. Tras dos cursos en la Universidad de Barcelona me fui a Santiago de Compostela a terminar mis estudios. Allí viví en el Colegio Mayor la Estila donde pasé unos muy buenos años, casi cinco.
Un par de años después de terminar la carrera me surgió la posibilidad de estudiar un máster de griego antiguo en el Instituto Polis, institución académica de Jerusalén en la cual se trabaja con la idea principal de enseñar idiomas antiguos como lenguas vivas. Gracias a Dios, me he podido quedar un par de años más. Éste es mi tercer año en Jerusalén.
¿Cómo fue la llegada a Jerusalén?
Llegué a Jerusalén el 3 de octubre de 2021, era domingo. Por entonces, todavía había restricciones por el COVID, así que estuve metido en casa hasta que recibí el mail de Sanidad de Israel confirmando que había dado negativo el PCR que me hice en el aeropuerto nada más aterrizar. Fue bastante rápido y pude ir a Misa esa misma tarde. Esa fue mi primera experiencia fuera de mi casa en Jerusalén.
¿Cuál es tu actividad profesional actualmente?
Ahora mismo soy profesor de griego antiguo y diseñador gráfico del instituto donde estudié, el Instituto Polis. Básicamente enseño griego y diseño los libros de lenguas que publicamos. Disfruto muchísimo, sobre todo dando clase de griego. Lo especial de este instituto es que enseñamos griego antiguo como si fuese una lengua moderna, es decir, hablamos en griego antiguo en clase y a veces también en los pasillos.
Tienes un canal de Youtube donde compartes lecturas, ¿esa pasión por los libros también te ayuda en este tiempo de guerra?
Sí, absolutamente, aunque no es lo único. Creo que los libros tienen un poder igual o superior a cualquier actividad de entretenimiento, y lo mejor es que nos hace mejores en todos los aspectos. Al leer libros, además de ganar vocabulario y riqueza lingüística, ganamos disciplina, paciencia (tan necesaria hoy), capacidad de concentración, y por supuesto ganamos en capacidad cognitiva, sabiduría, habilidades sociales y un largo etcétera... Leer lo da todo, y ¡también entretiene! Comencé “Frases&Libros” el 1 de octubre, antes de empezar la guerra, y esto también me mantuvo mentalmente bastante ocupado durante esos primeros días.
¿Qué nos contarías de cómo vivir el mensaje de san Josemaría en Tierra Santa, donde conviven cristianos, judíos, musulmanes?
San Josemaría hablaba mucho del amor a la libertad, el abrazar a todos sin distinciones; algo muy evangélico, por supuesto. En mi casa convivo con algunos que llegaron aquí hace 30 años, y los veo ahora orgánicamente incorporados en la sociedad, tienen amigos judíos y árabes. Yo, como llevo menos tiempo, me ha dado para menos, pero aun así he podido ser testigo de algunas bellas celebraciones con personas de otras religiones; también gracias a un grupo de fútbol del que formo parte, puedo ver con mis propios ojos, judíos y árabes jugando juntos, sin problemas.
Cuando uno ama de verdad, deja de ver en el otro a un judío o a un árabe, solo ve a un amigo a quien ama. Así que uno de los elementos que ayudan en la convivencia es algo que repetía mucho san Josemaría y también el actual prelado del Opus Dei: la amistad verdadera, el amor desinteresado por todo tipo de personas. En mi opinión -puedo estar perfectamente equivocado-, la amistad es una de las fuerzas más poderosas que existen. El amor todo lo alcanza. Así que, perdonadme el juego de palabras, hace falta una “cruzada” de amistad; pero en todo el mundo, no solo aquí.
¿Cómo se atiende a las personas de la Obra en estos momentos? Quizás hay gente desplazada o en zonas de mayor conflicto… ¿Cómo les hacéis llegar el cariño de familia en situaciones tan difíciles?
Tratamos de atender a todos con la máxima normalidad posible, pero es verdad que algunos de la Obra (árabes) no querían salir de sus casas al principio de la guerra, por temor. Así que se les ha atendido por teléfono o por otras herramientas de comunicación.
En el norte del país no tenemos centro, así que normalmente atendemos a las personas de la Obra desde Jerusalén. Todos los fines de semana un sacerdote y muchas veces un laico viajan a Haifa o Nazaret en coche para visitar a familias y amigos. ¿También durante la guerra? Sí, incluso en el primer fin de semana de la guerra también fueron a atenderlos. La verdad es que admiro bastante a los que viajaron al norte. Pero ellos decían que estaban acostumbrados a vivir así, y que no pasaría nada. Y, gracias a Dios, no les ha pasado nada.
Y, por supuesto, estamos bastante pendientes de que estén a salvo de los bombardeos, de que los familiares estén bien, etc.
Y entre los que vivimos en casa, tratamos de no hablar mucho del tema porque buscamos hacer pasar un buen rato a los demás, especialmente a los que están menos acostumbrados o tienen amigos implicados en la guerra. Tratamos de ser positivos y ver las cosas con visión sobrenatural (como nos dijo el Prelado) y gracias a vuestras oraciones, lo vamos consiguiendo.
Al principio de la guerra, uno de los residentes de la casa que no es de la Obra, dijo: “me alegro de estar viviendo con vosotros en esta casa y no estar en otro lugar”. Una vez más, se demuestra que el aire de familia, lleno de cariño, es lo mejor para la salud mental, espiritual y física.
Nos puedes decir algo del centro de interpretación Saxum promovido por fieles, cooperadores y amigos del Opus Dei en Tierra Santa. ¿Hay actividad actualmente?
Las actividades con peregrinos previstas hasta fin de año se han cancelado. Las siguientes dependerán de la evolución del conflicto y de cuando las líneas aéreas extranjeras retomen los vuelos. Y respecto al Saxum Visitor Center, ha estado temporalmente cerrado porque no hay peregrinos; pero acaba de reabrir. Es un centro donde se palpa el diálogo y el interés por el cristianismo también de los no cristianos, y donde se comprueba que hay mucha gente que quiere la convivencia y la paz.
Los medios de comunicación transmiten continuamente noticias del conflicto, pero vivirlo en el terreno es muy distinto. ¿Qué mensaje darías a quién ve el conflicto desde una pantalla?
Diría muchas cosas… Primero, que etiquetar a unos y a otros no contribuye a la paz de ningún conflicto en general. Me da la impresión de que hoy en día “etiquetar” es sinónimo de “poner en bandos opuestos”, y es difícil resolver conflictos así. Y segundo, tenemos que confiar en Dios, nosotros que somos sus hijos amados; ojalá ahoguemos el mal en abundancia de bien; que llenemos el día de actos de desagravio; que consolemos a Dios también con nuestra santidad. Puede que sea “teología de barrio”, pero el corazón de Dios Padre debe estar sufriendo -incluso más que nosotros-, viendo cómo sus hijos se destruyen entre ellos.
¿Nos podrías dar un motivo de esperanza para la paz y un valor bello, positivo, de Tierra Santa para no ver la zona sólo como un enclave de violencia?
Por supuesto, Tierra Santa es un lugar donde se palpa la fe, especialmente en Jerusalén. Cada año centenares de miles de personas viajan para encontrarse con Jesús que vive. Sólo Dios sabe cuántas personas se han encontrado cara a cara con Jesús -yo he sido testigo de algunas- o cuántas personas han vuelto al Padre como el hijo pródigo. Y las que vendrán.
Mucha, mucha gente viaja a Tierra Santa, gente de todo el mundo. Muchas veces he tenido ocasión de ir a Misa en el Calvario y juntarme con grupos de peregrinos que celebran la Misa en sus propios idiomas. Me conmueve asistir a estas Misas en todos los idiomas y ver gente tan diferente abrazando el mismo amor a Dios. Yo ya me he “acostumbrado”, en parte, a asistir a Misa en el Calvario, y a veces miro discretamente a las personas que me rodean, y realmente se ve cómo el Señor está actuando en ellos. “No se ha acortado el brazo de Dios”, como solía decir san Josemaría citando un pasaje de la Biblia; y hoy hay milagros, todavía en su tierra hay milagros.
Por último, los pueblos que habitan en esta zona -las personas corrientes de aquí- tienen unos valores que me impresionan mucho de los cuales tenemos que aprender: el amor y la devoción a la familia, y un alto valor del honor, tanto individual como colectivo.