«Pintar a san Josemaría me acercó a Dios»

Me propusieron hacer un cuadro sobre el fundador del Opus Dei. Tenía entonces solo un conocimiento general sobre él y sobre la Obra, pero me empapé leyendo sus biografías, sus obras y visionando los vídeos que me proporcionaron...

Estaba trabajando en un cuadro de san Juan de Ávila para un retablo de la Catedral de Baeza. Lo tenía casi terminado, pero me resistía a entregarlo porque los pintores siempre pensamos que se pueden mejorar la obra. El cuadro gustó por su piedad y colorido. Y quedó colocado en una capilla de la Catedral el día de su fiesta, el 10 de mayo de 2017.

Me familiaricé con su figura, le tomé mucho cariño, conocí mejor su enseñanza y empecé a rezarle con mucha fe

Fue en ese momento cuando me propusieron hacer uno sobre san Josemaría. Tenía entonces solo un conocimiento general sobre él y sobre la Obra, pero me empapé leyendo sus biografías, sus obras y visionando los vídeos que me proporcionaron. Así me familiaricé con su figura, le tomé mucho cariño, conocí mejor su enseñanza y empecé a rezarle con mucha fe.

Acepté el trabajo y me hice el propósito de que fuera un cuadro que marcara un antes y un después. Soñaba con que fuera el mejor óleo de los pintados hasta el momento. No sé si será así, pero a mí me ha marcado y ha supuesto un antes y un después.

Fui recogiendo detalles iconográficos de su vida en las lecturas y en los vídeos. A veces me parecían demasiados y, en otros momentos, insuficientes, porque la vida del Padre era muy rica

Por esas fechas empecé a notar unas molestias intestinales que se convirtieron en crónicas y que acabaron en una crisis de la que tuvieron primero que operarme y seguidamente tratarme con quimioterapia. Así llevaba un año trabajando con altos y bajos. Pensar en pintar me daba fuerza, me ilusionaba y me ayudaba a olvidarme temporalmente de las molestias, y, entre pincelada y pincelada, le iba contando mis cosas al Padre (así me dirigía a él) y le pedía que me indicara como le gustaría que lo pintara. Me pareció que él era el instrumento que el Señor había elegido para hacer la Obra y yo quería colaborar con él y ayudar a transmitir su mensaje.

Pensar en pintar me daba fuerza, me ilusionaba y me ayudaba a olvidarme temporalmente de las molestias

Con este planteamiento intenté reflejar gráficamente la personalidad del Padre y de la Obra. Fui recogiendo detalles iconográficos de su vida en las lecturas y en los vídeos. A veces me parecían demasiados y, en otros momentos, insuficientes, porque la vida del Padre era muy rica. Con todos ellos empecé el trabajo de composición, que es para mí el más difícil: puse como fondo la catedral de Barbastro, gente joven atraída e invitada a seguir a Jesucristo, como en los primeros años del Opus Dei, pero no sólo jóvenes. En la mano Camino, con la portada de su primera edición, y un rosario. Como en las películas aparecía vestido con sotana, y se mostraba con gran naturalidad, elegí representarlo así. Las manos y los gestos tenían un protagonismo que no era fácil de plasmar. Al pie del lienzo recogí la rosa de Rialp, como resello de su identidad con la voluntad divina.

Por mi cuenta también añadí unas peonias, símbolo de fidelidad. Al final de esta etapa descubrí el sentido que tiene para el Padre el versículo de S. Juan: “Cuando sea levantado en alto todo lo atraeré hacia mí” y me pareció que ese podía ser el lema del cuadro, porque yo no pretendía reflejar otra cosa que la invitación a seguir a Jesucristo, para llevarlo después a la cumbre de las actividades humanas.

No pretendía reflejar otra cosa que la invitación a seguir a Jesucristo, para llevarlo después a la cumbre de las actividades humanas

Como dije hubo otros motivos que tuve que olvidar: su trato con la Virgen o los ángeles; la devoción a la Eucaristía o a la Santísima Trinidad; Madrid, Roma, Torreciudad, etc. Todos ellos me parecieron interesantes, pero todos no cabían.

Ahora solo quedaba darle color a la idea. Empecé a dibujar siguiendo el boceto y procurando inyectarle alegría. Una niña rubia en primer plano, con una trenza primorosa; un chico con una camisa pistacho; las suelas de los zapatos y el suelo de la catedral con sus piezas de mármol.

Llegó el momento de pintar el Cristo, que fue para mí una etapa de mucho consuelo en la enfermedad, porque a veces, sentado delante del lienzo, no tenía fuerzas para levantar el brazo y sostener la paleta.

La figura del Padre fue la última que pinté. La hice resaltar todo lo posible, para que efectivamente interpelara al que mirase el cuadro

La figura del Padre fue la última que pinté. La hice resaltar todo lo posible, para que efectivamente interpelara al que mirase el cuadro. Y ya con el cuadro terminado incluí la imagen de la Inmaculada, para que también estuviera presente la Santísima Virgen.

Sigo con el tratamiento médico y las revisiones correspondientes y, paralelamente, con la estampa de san Josemaría siempre a mano, para que no haya sorpresas.

Espero que el rostro amable de san Josemaría atraiga hacia Dios a las personas que se acerquen a este lienzo, y que encuentren en el Rosario, en el Crucificado o en Camino el modo de orientar su vida en la mejor dirección.


Francisco Huete Martos es pintor y profesor emérito de la Universidad de Jaén. Participó en el concurso para pintar un cuadro de san Josemaría en la Catedral de Jaén, que finalmente realizó José Antonio Ochoa.