Las dos oraciones del Papa para invocar el “fin de la pandemia”

El Papa Francisco salió ayer del Vaticano y veneró a la imagen de la Virgen bajo la advocación “Salus Populi Romani” en Santa María Maggiore. Luego, en San Marcello al Corso, rezó ante el crucifijo que salvó a Roma de la peste.

Una intensa oración frente a María Salus Populi Romani, y frente al crucifijo de madera que protegió a Roma de la Gran Peste del siglo XVI. Así, el Papa Francisco, en este tercer domingo de Cuaresma, saliendo del Vaticano, quiso enfatizar su cercanía con quienes sufren al ir a implorar la protección especial de la Virgen que es venerada en el icono conservado en la basílica de Santa María Maggiore, en la primera etapa de sus dos visitas romanas.

“Esta tarde, poco después de las 16:00 horas, el Papa Francisco dejó el Vaticano en privado –informó el Director de la Sala de Prensa del Vaticano– y visitó la Basílica de Santa Maria Maggiore, para dirigir una oración a la Virgen, Salus Populi Romani, cuyo icono es custodiado y venerado allí. Después, haciendo un tramo de la Vía del Corso a pie, como en peregrinación, el Santo Padre llegó a la iglesia de San Marcello al Corso, donde se halla el Crucifijo milagroso que en 1522 fue llevado en procesión por los barrios de la ciudad para acabar con la Gran Peste en Roma. Con su oración, el Santo Padre invocó el fin de la pandemia que golpea a Italia y al mundo, imploró la curación de tantos enfermos, recordó a las muchas víctimas de estos días y pidió que sus familiares y amigos encuentren consuelo y alivio. Su intención también fue por los trabajadores de la salud, médicos, enfermeras y a aquellos que en estos días, con su trabajo, garantizan el funcionamiento de la sociedad. Alrededor de las 17:30 horas el Santo Padre regresó al Vaticano”.

Por la mañana, tras el rezo del Ángelus, el Papa se había referido a la crisis sanitaria:

En estos días, la Piazza San Pietro está cerrada, así que mi saludo va directamente a ustedes que están conectados a través de los medios.

En esta situación de pandemia, en la que nos encontramos viviendo más o menos aislados, estamos invitados a redescubrir y profundizar el valor de la comunión que une a todos los miembros de la Iglesia. Unidos con Cristo nunca estamos solos, sino que formamos un solo Cuerpo, del cual Él es la Cabeza. Es una unión que se alimenta con la oración, y también con la comunión espiritual en la Eucaristía, una práctica muy recomendable cuando no es posible recibir el sacramento. Esto lo digo para todos, especialmente para las personas que viven solas.

Renuevo mi cercanía con todos los enfermos y con quienes los cuidan. Así como a los muchos operadores y voluntarios que ayudan a las personas que no pueden salir de la casa, y a aquellos que satisfacen las necesidades de los más pobres y sin hogar.

Muchas gracias por todo el esfuerzo que cada uno de ustedes hace para ayudar en este momento tan difícil. Que el Señor te bendiga, Nuestra Señora te guarde; y por favor no te olvides de rezar por mí. Feliz domingo y buen almuerzo! Gracias.


Una semana antes, con motivo de la Jornada de oración y ayuno, el Santo Padre rezó esta oración:

Oh María,
tú resplandeces siempre en nuestro camino
como un signo de salvación y esperanza.
A ti nos encomendamos, Salud de los enfermos,
que al pie de la cruz fuiste asociada al dolor de Jesús,
manteniendo firme tu fe.

Tú, Salvación del pueblo romano,
sabes lo que necesitamos
y estamos seguros de que lo concederás
para que, como en Caná de Galilea,
vuelvan la alegría y la fiesta
después de esta prueba.

Ayúdanos, Madre del Divino Amor,
a conformarnos a la voluntad del Padre
y hacer lo que Jesús nos dirá,
Él que tomó nuestro sufrimiento sobre sí mismo
y se cargó de nuestros dolores
para guiarnos a través de la cruz,
a la alegría de la resurrección. Amén.

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios,
no desprecies nuestras súplicas en las necesidades,
antes bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita.

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