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El Evangelio: palabras viejas y nuevas

Siendo niño, el fundador del Opus Dei escuchaba siempre el mismo cuento protagonizado por unos ladrones. Y le encantaba oírlo una y otra vez. Así es el Evangelio, siempre igual, y siempre nuevo.

La fe se apoya en Jesucristo

“Mi amigo no cree en los curas”, le contaron a san Josemaría. “¡Yo tampoco!”, respondió el sacerdote. “Yo creo por Nuestro Señor Jesucristo”.

Dar a conocer a Jesucristo

Acoger a todos, dar cariño, no rechazar a nadie. Estos son los consejos que da el fundador del Opus Dei para imitar a Jesucristo, porque Él “tampoco rechazaba”.

La principal virtud de un profesor

San Josemaría se reunió en 1972 con un grupo de profesores de colegio. Como cristianos, ¿en qué virtud tiene que destacar un maestro?, le preguntaron.

En la calle, eres templo de la Trinidad

Los hombres podemos hablar con Dios ante el Sagrario o cuando comulgamos. Pero san Josemaría explica en este breve video que también cuando vamos por la calle, o en el trabajo, o en casa, podemos ser templo donde vive Dios: "Búscame dentro de ti, que allí estoy".

¿Cómo acordarse de Dios durante el día?

Cuando se tiene mucho trabajo, es posible olvidarse de dirigir al Señor o a la Virgen unas palabras de afecto. San Josemaría aconsejar ponerse ‘despertadores’: objetos o imágenes que nos recuerden volver la mirada a Dios.

Cuando hablo con Él, hablo así…

¿Cómo se puede amar más al Señor?, preguntaron a san Josemaría. El sacerdote contó con sencillez cómo era su trato con Dios. "Hay que visitarlo, conversar, intimar, verlo con los ojos del alma..."

El amor bendito del matrimonio

‘Bendigo el matrimonio con mis dos manos de sacerdote’, decía san Josemaría. A los cónyuges recomendaba reñir poco y terminar siempre con el perdón y un abrazo.

La oración, "teléfono directo con Dios"

Rezar no es otra cosa que hablar con Dios, como se charla con un amigo o con un hermano. Y el Señor siempre está esperando ese rato de conversación.

“Estoy roto, pero sigo sirviendo”

Las cosas más propias de la vida ordinaria sirven para hacer oración. Una sopera rota, por ejemplo. San Josemaría decía que él era así, como una sopera rota -por los pecados- y arreglada -gracias a la confesión- que seguía sirviendo buen alimento a los demás.