Número de artículos: 389

¡Madre! —Llámala fuerte, fuerte

Las jaculatorias son oraciones breves y afectuosas que se dirigen –se lanzan- a Dios, a Jesucristo, a su Madre, madre de Dios y madre nuestra. San Josemaría las tomaba de la Sagrada Escritura o del tesoro de la tradición cristiana; otras veces surgían espontáneas: siempre estrechamente relacionadas con su vida y con las necesidades del mundo entero. Las decía con todo el corazón y toda la intensidad de que era capaz. Recogemos algunas de ellas.

Para saborear el amor de Dios

Como le gustaba considerar a san Josemaría, todas las maravillas del mundo no son nada comparadas con Dios: "¿No seremos nosotros capaces de removernos ante ese inmenso amor de Dios tan mal correspondido por la humanidad?"

Familia y profesión: Compartir tareas

Me parece, pues, que tanto el hombre como la mujer han de sentirse justamente protagonistas de la historia de la salvación, pero uno y otro de forma complementaria.

Rezar con san Josemaría en el mes de mayo

Textos del fundador del Opus Dei para rezar a la Virgen María.

La santidad es para todos

Textos de san Josemaría sobre la llamada universal a la santidad.

Lealtad a la Iglesia

¿Qué es la Iglesia? ¿Dónde está? Aturdidos y desorientados, muchos cristianos no hallan respuestas seguras a estas cuestiones. "Una serie de hechos y de dificultades parecen haberse dado cita, para ensombrecer el rostro limpio de la Iglesia", son palabras actuales de san Josemaría, en su homilía 'Lealtad a la Iglesia'. Su meditación puede satisfacer esas preguntas sobre la Iglesia fundada por Cristo.

La humildad

Jesucristo, Señor Nuestro, con mucha frecuencia nos propone en su predicación el ejemplo de su humildad: aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón. Para que tú y yo sepamos que no hay otro camino.

El estudio

Textos de san Josemaría Escrivá sobre el estudio.

Generosidad

Cuanto más generoso seas, por Dios, serás más feliz. ¡Qué gustoso resulta el sacrificio gaudium cum pace, alegría y paz, si la renuncia es completa!

La esperanza

A mí, y deseo que a vosotros os ocurra lo mismo, la seguridad de sentirme —de saberme— hijo de Dios me llena de verdadera esperanza. Estoy feliz con la certeza del Cielo que alcanzaremos, si permanecemos fieles hasta el final.