“A través de los montes las aguas pasarán”

Celebramos la fiesta de San Josemaría, un soñador de “sueños imposibles” que depositó su fe en Dios para sacar adelante el Opus Dei.

El 26 de junio, la Iglesia Universal celebra la fiesta de San Josemaría Escrivá de Balaguer.  Como este año 2012, el Papa Benedicto XVI ha convocado a todos los fieles para que sea el  “Año de la Fe”, ha venido reiteradamente a mi memoria una homilía del Fundador del Opus Dei, titulada: “Vida de Fe” (1), que he leído y meditado en muchas ocasiones.

Comienza su escrito invitando a una reflexión: “Se oye a veces decir que actualmente son menos frecuentes los milagros. ¿No será que son menos las almas que viven vida de fe? Dios no puede faltar a su promesa: ‘pídeme y haré de las gentes tu heredad, te daré en posesión los confines de la tierra’ (Salmo II, 8). Nuestro Dios es la Verdad, el fundamento de todo lo que existe: nada se cumple sin su querer omnipotente”.

Estas palabras tienen un antecedente importante. Cuando el 2 de octubre de 1928, San Josemaría fundó –por inspiración divina– el Opus Dei,  sufrió serias incomprensiones.  Como Dios le hizo ver que todos los católicos, por el sólo hecho de estar bautizados, estaban llamados a la santidad en medio de sus actividades ordinarias y que la plenitud de vida cristiana no era camino para unos cuantos privilegiados sino para todos los fieles laicos y sacerdotes de la Iglesia, entonces no faltaron quienes lo tildaron de “heterodoxo”, “hereje” o, algunos otros, más benignamente, lo calificaron de “soñador” pero soñador de sueños imposibles e irrealizables.

“Se oye a veces decir que actualmente son menos frecuentes los milagros. ¿No será que son menos las almas que viven vida de fe? (...)".

Casi tres años después de hacer iniciado las labores apostólicas de esta Obra de Dios, el Fundador del Opus Dei experimentaba numerosas contradicciones y percibía que se le cerraban muchas puertas. Como es lógico, sintió soledad y cierto desánimo. Pero pronto, un 12 de diciembre de 1931, escuchó desde el fondo de su corazón, la voz clara e inconfundible de Dios que le decía que no se preocupara, que el Opus Dei saldría adelante y le ponía en su mente aquellas palabras de las Sagradas Escrituras: “A través de los montes las aguas pasarán” (Salmo 103, 11). Es decir, que a pesar de los obstáculos, la Obra de Dios se extendería por todas partes.

Han pasado más de 80 años de esta moción interior que recibió San Josemaría del Señor y el Opus Dei  actualmente se ha  extendido por los cinco continentes y cuenta  con más de 90 mil  miembros. Y se ha cumplido al pie de la letra lo que vislumbró San Josemaría desde la fundación de la Obra y que supo corresponder con tanta fe: miles y miles de mujeres y hombres; casados y solteros; jóvenes y personas mayores; de todas las razas, de numerosas naciones y lenguas, ofreciendo diariamente a Dios su trabajo profesional, como medio específico de la búsqueda de la santidad en medio del mundo.

"Pienso que es fundamental que nuestra fe vaya acompañada de obras, de preocupación auténtica y permanente de ayudar a los demás tanto en el aspecto material como en el espiritual".

De igual forma, cada fiel laico o sacerdote, procurando acercar a Dios a sus colegas en su quehacer cotidiano, en el ámbito familiar, social y en las más diversas circunstancias, siempre respetando la libertad de los demás. Además, son innumerables las labores educativas, sociales y asistenciales que impulsan sus miembros –con iniciativa personal y plena responsabilidad ciudadana– en beneficio de los niños, los jóvenes, los profesionistas; de las personas más necesitadas y de escasos recursos...

Así que, después de haber experimentado en “carne viva” este maravilloso regalo de Dios, cuando a San Josemaría le planteaban alguna problemática de  compleja solución para emprender una nueva labor apostólica –por más difícil que pareciera– y donde detectaba en los demás que podía haber un trasfondo de pesimismo o visión  demasiado humana, respondía invariablemente –con alegría y entusiasmo– para animarles a confiar plenamente en la Providencia Divina: “¡Es cuestión de fe!”

El Papa Benedicto XVI, en su reciente viaje a nuestro país, comentaba a este respecto dos interesantes conceptos: Primero: No hay que dejarse amedrentar por las fuerzas del mal (26-III-12); segundo: Hemos de resistir a la tentación de una fe superficial y rutinaria, a veces fragmentaria e incoherente (25-III-12).

Pienso que es fundamental que nuestra fe vaya acompañada de obras, de preocupación auténtica y permanente de ayudar a los demás, tanto en el aspecto material como en el espiritual. Es decir, que haya una congruencia entre lo que creemos y nuestro actuar cotidiano. De manera simultánea, es importante alimentar esa fe con el estudio sistemático del Catecismo y el Compendio de la Iglesia católica y la práctica frecuente de los Sacramentos.

Porque nuestra fe y nuestra esperanza han de ser, en palabras del Romano Pontífice: “no solamente una comunicación de cosas que se pueden saber, sino una comunicación que comporta hechos y cambia la vida” (Encíclica Spe Salvi, 30-XI-2007, n. 2).

¡Cómo le gustaba a San Josemaría recordar aquel versículo de San Juan: “Esta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe” (1 Jn 5,4)! Y añadía que, para vigorizarla e incrementarla, acudiéramos a la segura y  poderosa intercesión de Santa María, maestra de fe para todos los  cristianos.

(1)    Escrivá de Balaguer, San Josemaría;“Vida de Fe”, Editorial Minos III Milenio, México, 2012.

Raúl Espinoza Aguilera