Francisco se tatúa la santidad en el alma

De adolescente gamer a estudiante apasionado. Francisco entró en la universidad y su vida dio un vuelco hacia los libros, la filosofía y la mujer de su vida. Al dejar el puesto de alumno y emprender su carrera como catedrático, Dios se metió en su camino.

Francisco se va tatuando en la piel los signos que le recuerdan lo que ama hacer, y Dios le tatuó en el alma –a través de la conversación con un amigo– la idea de ser santo. Se pasmó al descubrir que en la Obra lo querían tal cual era, tatuado, intenso, enamorado, y que Dios le daba un medio para acercarse a Él, a través de las enseñanzas que san Josemaría sembró en Venezuela. Aquí lo cuenta él mismo.


Yo me empecé a tatuar cuando tenía 30 años. Siempre quise hacerlo aunque mi mamá nunca quiso. Tuve una adolescencia muy normal, yo no había leído nada en mi vida, sólo quería jugar a la PlayStation, no bañarme nunca y comer pizza todo el día. Llegó el momento de escoger carrera y escogí Filosofía en una universidad católica. Sentí todas las emociones juntas, como una bola de fuego que se me hacía en el pecho: pasé de no querer hacer nada a tener como una suerte de propósito, de vocación.

Salía de clase de filosofía en la universidad y vi un búho, el logo de la filosofía, así que me tatué un búho. Empecé la universidad en septiembre y en diciembre conocí a mi esposa Oriana.


¿Tú no has pensado que Dios quiere que seas santo?

Una vez que me gradué empecé a dar clases de filosofía en la Universidad Monteávila. El rector de la universidad en ese momento me decía: tú deberías hablar con uno de los encargados del centro de altos estudios, él te puede ayudar con tus clases. Lo conocí y me sentía muy cómodo con él porque sentía que yo a él le importaba.

Resultó ser un numerario del Opus Dei y yo lo que sabía del Opus Dei era que son los malos del Código Da Vinci. En algún momento me dijo algo que me quedó marcado y me sentó así de plano. Me dijo: ¿tú no has pensado que Dios quiere que tú seas santo? Le dije, yo no, yo no, a lo mejor otro, a lo mejor un tipo como usted, yo santo para nada.

Más tarde me invitó a un retiro y fui. La actividad y las reflexiones me parecieron interesantes. Me invitó a otra actividad y a otra, y yo decía que no con miles de excusas y justo en ese momento tenía muchos problemas de fe, no sé, estaba como perdido y estaba como muy tibio en muchos aspectos de mi vida.

Este señor me dejó de invitar a cosas y a mí me dio envidia y celos de que no me invitara. Más tarde conseguí plaza en un doctorado y este señor me estaba ayudando empezando con mi investigación. Me preguntó: ¿No te has animado a rezar el rosario? Vamos a rezar. Léete este libro 10 minutos, nada más. Y sin darme cuenta ya estaba leyendo un poquito el Evangelio.

La vocación: un bien para toda la familia

En ese momento mi esposa estaba embarazada de nuestro segundo hijo y era un momento complicado para ella y para el bebé. Para nosotros era el tema que estaba aconteciendo en nuestras vidas, entonces al principio nos impactó muy fuerte, no lo veíamos con la suficiente visión trascendental. 

Ahí fue cuando me di cuenta que yo no podía solo y que necesitaba ayuda espiritual. Rezando a san Josemaría, patrón de los diabéticos, en algún momento en la oración dije: Si tú salvas a este chamo, yo te doy mi vida. Entonces le pregunto a uno de los sacerdotes que era capellán de la universidad en ese momento: Mire padre, yo voy a cambiar la vida de mi hijo por la mía. Y me dijo que no era cosa de cambiar una vida por otra sino de cambiar mi propia vida y querer ser mejor. Yo le decía: Es que yo no sé si en verdad puedo encajar en el Opus Dei porque no soy conservador. Él me dijo: Mira, de verdad, Francisco, nosotros te queremos así como eres y por lo que eres. Dije, ¿en serio o sea así como soy ahorita? Sí.

Entonces hice mi carta y pedí la admisión. Siento que tengo más herramientas y me siento más acompañado, muchísimo mejor, estoy super contento. Oriana afirma que este acercamiento de Fran al Opus Dei no sólo le ha mejorado a él, sino también a toda la familia y a su relación matrimonial: A mí me llenó también como de esperanza saber que todo este acercamiento a la Obra le ha dado mucha calma. Sigue siendo la misma persona de la que me enamoré, pero sí ha crecido espiritualmente y eso ha hecho que nuestro entendimiento en el matrimonio sea mucho mejor. La Obra ha sido un camino muy bonito de recorrer juntos ha sido un cambio en él muy positivo y eso ha hecho que vayamos creciendo poco a poco en el tema de la fe, el trabajo, la familia, vamos más a la iglesia, rezamos un poco más.

Uno tiene que trabajar que uno tiene que buscarse meterse en el mundo saber es hijo de Dios no y estar regocijado en eso. Hoy tengo demasiado camino por recorrer y me cuesta mucho. Yo quiero ser un buen hijo de Dios, yo quiero ser un buen esposo para mi esposa, un buen padre para mis hijos, quiero ser un buen profesor para mis alumnos. Yo quiero ser santo.