Peregrinos de esperanza: ecos de la Jornada Sacerdotal en El Rincón

Más de ochenta sacerdotes se reunieron para celebrar el Jubileo de los sacerdotes y reflexionar sobre el papel de la esperanza y la amabilidad en su día a día.

La Jornada Sacerdotal de El Rincón se abrió con un recordatorio que resonó en todos los asistentes: don Enrique Molina recordó que, en pleno Año Jubilar 2025, vivimos un tiempo para volver a la virtud que sostiene tantas noches oscuras: la esperanza. Como dijo Molina al comenzar, el Papa quiso dedicar este Jubileo a una esperanza que nace incluso “en un tiempo en el que hemos visto a tantos morir solos, morir en soledad”.

Con este propósito, durante la mañana, los asistentes reflexionaron sobre su ministerio desde un marco que invita a mirar la vida desde Dios, no desde la incertidumbre.

Don Juan Luis Lorda, doctor en Teología y profesor en la Universidad de Navarra, y don Jesús Fernández Lubiano, vicario general del Arzobispado de Valladolid, fueron los encargados de impartir dos sesiones de reflexión sobre estos temas.

Más de ochenta sacerdotes se reunieron en esta Jornada Sacerdotal para celebrar el Jubileo de los sacerdotes.
Más de ochenta sacerdotes se reunieron en esta Jornada Sacerdotal para celebrar el Jubileo de los sacerdotes.

Una mirada limpia, no derrotista

Para comenzar su exposición, Lorda, con su habitual cercanía, situó el momento actual sin dramatismos ni triunfalismos. Con sinceridad, afirmó que, en estos tiempos convulsos, el exceso de negatividad debilita el alma y afirmó que “la excesiva conciencia del mal es una victoria del enemigo”. 

Por eso, invitó a todos a recuperar una actitud confiada, casi infantil, asegurando que “un cristiano tiene que ser un ingenuo… santamente ingenuo”.

La esperanza que se apoya en Dios

El profesor de teología de la Universidad de Navarra volvió al Catecismo para recordar que la esperanza cristiana no nace de las propias fuerzas, sino de la gracia. Y citó, para ser más gráfico, a De Lubac para expresar una de las claves de su ponencia: hay que mirar el mundo “con los ojos del cielo”.

Cuando reflexionamos sobre lo que esperamos, Lorda reconoció con humor y verdad que, “espontáneamente esperamos el triunfo”, pero esa no es la esperanza cristiana.

El teólogo y escritor señaló en este sentido que las tres certezas que nos sostienen siguen siendo las de siempre:

  • La presencia del Señor: “Yo estoy con vosotros hasta el fin del mundo”.
  • Su amor por lo pequeño, como el óbolo de la viuda.
  • Su victoria ya sembrada en la historia: “La historia está en manos de Dios”.

Para ser más concreto, Lorda recordó que la batalla decisiva ocurre dentro y afirmó que “hay una lucha entre el bien y el mal… y pasa por el corazón de cada uno”. Y continuó con la parábola del trigo y la cizaña con la que advirtió a los asistentes contra la impaciencia: “si uno se dedica a la cizaña, acaba encizañao”, afirmó con humor.

Demostrando su trayectoria y experiencia como docente y prolífico escritor, Lorda recurrió a las imágenes de Tolkien para presentar tres modos para vivir hoy el sacerdocio. Inspirándose en El Señor de los Anillos, presentó tres imágenes: 

  • El elfo, demasiado sublime.
  • El caballero, siempre en lucha.
  • El hobbit, su propuesta favorita, con la que aseguró que gracias a “la santa ingenuidad… se pueden crear ambientes donde se pasa bien”.

Defendió al final de su exposición la figura del sacerdote como un creador de hogar, de alegría sencilla y concluyó con una frase que podría resumir toda su intervención: “La felicidad consiste en hacer lo que tenemos que hacer y encontrar gusto en ello”.

Jesús Fernández Lubiano: la amabilidad como camino pastoral

Siguiendo esta línea y este papel del sacerdote de facilitar la felicidad y el buen ambiente para los demás, el vicario general de Valladolid, don Jesús Fernández Lubiano centró su intervención en torno a una idea tan simple como profunda: que la amabilidad nace del corazón del pastor, no de una técnica. “No pretendo que la amabilidad sea una estrategia pastoral, no lo es”, comenzó diciendo. Afirmó que, para su exposición, se apoyó en la obra de Lovasik, ‘El poder oculto de la amabilidad’. 

Don Jesús Fernández Lubiano, vicario general de Valladolid, centró su intervención en torno a la amabilidad que nace del corazón del pastor.
Don Jesús Fernández Lubiano, vicario general de Valladolid, centró su intervención en torno a la amabilidad que nace del corazón del pastor.

Para Lubiano, la fuerza del sacerdote no está en la eficacia, sino en la capacidad de inspirar amor. Con humor, señaló que la definición de la RAE no ayuda mucho, pero sí la experiencia humana y afirmó que “la amabilidad lo que tiene es un poder: inspira o merece amor”.
Y añadió que amable es aquello “que puede hacer más amor”.

El Vicario dio uno de los puntos clave de su exposición al preguntarse para qué ser amables. Y respondió desarmando a los asistentes al afirmar que es “para que los hombres puedan enamorarse de Dios”. 

Mirar primero la amabilidad de Dios

También en los ejemplos de Lubiano estuvieron presentes las sagradas escrituras. Con el profeta Oseas en mano, recordó la ternura divina citando: “Yo la voy a seducir, voy a llevarla al desierto y le voy a hablar al corazón”. O esa imagen paterna tan suave:“ Yo enseñé a caminar a Efraín… los abrazaba… me inclinaba hacia él para darle de comer”.

En esta misma línea, a través de Jeremías —“Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir”— y de la célebre frase de San Agustín, mostró que la conversión nace de encontrarse con un Dios cercano, que toca el corazón. “Jesús es la amabilidad de Dios”, sintetizó.

Jesús que se conmueve y no se endurece

Sabiendo reconfortar y ponerse en el lugar de los sacerdotes que le escuchaban, Lubiano recordó que Jesús experimenta el fracaso pastoral, citó el pasaje en el que Jesús refleja “¿Cuántas veces he querido reunir a tus hijos… y no has querido?”. Y Lubiano recordó que su reacción no es la dureza, sino las lágrimas. Y preguntó a los asistentes: “¿Alguna vez hemos llorado por nuestra gente como Jesús lloró por Jerusalén?”

Tomando el ejemplo de Jesús, el vicario recordó que Jesús no se rinde ni se amarga, sino que afirma: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón”. Y señaló que la cruz es el gesto supremo de amabilidad, citando a San Juan de la Cruz: “abrió sus brazos bellos y muerto se ha quedado… y el pecho del amor muy lastimado”.

Para terminar su intervención terminó con historias muy concretas de pastoral cotidiana, reflexionando con los asistentes sobre modos de hacer en las primeras comuniones o con las personas que se arrepienten de haber abortado.

Para concluir, reflexionó sobre la cruz como escuela de ternura y resumió su intervención asegurando que “la amabilidad sacerdotal no manipula ni humilla; atrae, consuela y abre caminos”.