Dos santos. Una canción. Tanto Juan Pablo II como San Josemaría entonaron en más de una ocasión la canción de 'La Morenita' pensando en la Virgen.
San Josemaría, al llegar a México, había comentado:
«Cuando vaya a la Villa, tendréis que sacarme de allí con una grúa».
El sábado 16 de mayo, el Padre inicia sus visitas a la Virgen Morena, que se prolongarán durante nueve días. Le acompañan don Álvaro del Portillo, don Javier Echevarría y tres personas más. Un pequeño grupo que se acerca, discretamente, a la Basílica. Acaban de dar las seis de la tarde. El Padre entra, deprisa, con la juventud y el ánimo de quien tiene, desde siempre, una cita gratísima e importante. Llega hasta el presbiterio y se arrodilla. Allí permanecerá largo tiempo rezando, con la mirada puesta en la Virgen.
Mientras hacía su oración, han ido llegando hijas e hijos suyos mexicanos. La Basílica se ha poblado de caras conocidas que rezan, todos a una, por aquello que el Padre está poniendo a los pies de la Virgen.
-«¿Has oído aquellas palabras del Señor cuando, para manifestar su cariño, dice: pero, es posible que una madre se olvide de sus hijos? Aunque eso sucediera, yo en cambio no me olvidaría del amor que os tengo. Pues tampoco los hijos nos podemos olvidar de la Madre».
El 22 de junio, víspera de su regreso a Roma, el Padre está reunido con un grupo de hijos suyos. Alguien pulsa una guitarra:
-«Padre, es una antigua canción popular. Dicen que es demasiado dulzona, pero a mí me gusta. El comienzo es un poco lento»:
«Quiero cantarte, mujer, mi más bonita canción, porque eres tú mi querer, reina de mi corazón...»
Y, de pronto, el Padre se pone de pie:
-«¿Por qué no vamos a la Villa todos a cantarle eso a la Virgen, a darle nuestra serenata?». (...)
Después entonan «La Morenita» y, así, una y otra letrilla. La emoción cunde, porque allí está un gran trozo del alma de México: se han reunido junto al Padre todos los que recorren este camino de fidelidad a Cristo que es el Opus Dei.
Conocí a una linda Morenita... y la quise mucho
Juan Pablo II en su libro ¡Levantaos, vamos! cuenta que:
"Todos los polacos creyentes van en peregrinación a Czstochowa. Yo también iba allí desde pequeño para participar en una u otra peregrinación. En 1936 hubo una muy grande de la juventud universitaria de toda Polonia, que concluyo con el solemne juramento ante la Imagen. Luego se ha repetido cada año.
Durante la ocupación nazi hice aquella peregrinación cuando era ya estudiante de literatura polaca en la facultad de Filosofía de la Universidad Jagellónica. Lo recuerdo de manera especial, porque para mantener la tradición fuimos a Czstochowa, como delegados, Tadeusz Ulewicz, yo y una tercera persona. Jasna Góra estaba rodeada por el ejército hitleriano. Los Padres Eremitas de San Pablo nos ofrecieron hospitalidad. Sabían que éramos una delegación. Todo permaneció en secreto. Tuvimos así la satisfacción de haber conseguido mantener, a pesar de todo, aquella tradición. Después me dirigí más veces al santuario, participando en diversas peregrinaciones, en particular en la de Wadowice.
Cada año en Jasna Góra tenían lugar los ejercicios espirituales de los obispos, normalmente al comienzo de septiembre. Tomé parte por primera vez en ellos cuando todavía era simple obispo preconizado. Me llevó consigo el arzobispo Baziak. Recuerdo que el predicador era don Jan Zieja, sacerdote de eminente personalidad. El primer puesto lo ocupó, como es natural, el cardenal primado Stefan Wyszyñski, un hombre verdaderamente providencial para los tiempos que estábamos viviendo.
Quizá de aquellas peregrinaciones a Jasna Góra nació el deseo de que los primeros pasos de mi peregrinar como Papa se dirigiesen a un santuario mariano. Este deseo me llevó, en el primer viaje apostólico a México, a los pies de la Virgen de Guadalupe. En el amor que tienen los mexicanos y en general los habitantes de América Central y del Sur por la Virgen de Guadalupe -amor que se expresa de modo espontáneo y emotivo, pero muy intenso y profundo- hay numerosas analogías con la devoción mariana polaca, que fraguó también mi espiritualidad. Afectuosamente llaman a María la Virgen Morenita, nombre que puede ser traducido libremente como, Virgen Negra. Hay allí un canto popular muy conocido que habla del amor de un muchacho por una muchacha; los mexicanos refieren este canto a Nuestra Señora. En mis oídos resuenan siempre estas melodiosas palabras:
Conocí a una linda Morenita... y la quise mucho. Por las tardes iba yo enamorado y cariñoso a verla. Al contemplar sus ojos, mi pasión crecía. Ay Morena, Morenita mía, no te olvidaré. Hay un Amor muy grande que existe entre los dos, entre los dos...
Guadalupe, el santuario más grande de toda América, es para aquel continente lo que Czstochowa es para Polonia. Son dos mundos un poco distintos: en Guadalupe está el mundo latinoamericano, en Czstochowa está el eslavo, está Europa Oriental. Me pude dar cuenta durante la Jornada Mundial de los Jóvenes, en 1991, cuando por primera vez se presentaron en Czstochowa jóvenes provenientes de más allá de las fronteras orientales de Polonia: de Ucrania, de Letonia, de Bielorrusia, de Rusia... Todos los territorios de Europa Oriental estaban representados."