Website de José María Hernández Garnica
Website de Mons. Álvaro del Portillo
Ofrecemos un breve extracto de una biografía de don Álvaro en que se relata ese día (Fuente: Medina, J. “Álvaro del Portillo”, Rialp, 2012, p. 244 y ss).
La ordenación sacerdotal tuvo lugar, como estaba previsto, el domingo 25 de junio. Lógicamente, el acontecimiento se vivió con especialísima intensidad, oración y gozo entre los miembros del Opus Dei. El rito fue oficiado en la capilla del Palacio Episcopal. Los asistentes no cabían en el recinto sagrado y ocuparon también los espacios anejos. A las diez en punto, Mons. Eijo y Garay comenzó la solemne misa de colación el Orden presbiteral.
San Josemaría no estuvo presente en la ceremonia litúrgica: ofreció al Señor esa renuncia, como mortificación por sus hijos, y para seguir su norma de conducta habitual: “Ocultarme y desaparecer es lo mío; que sólo Jesús se luzca”. Mientras el Obispo de Madrid confería el orden sacerdotal a Álvaro, José María y José Luis, el Fundador del Opus Dei celebraba el Santo Sacrificio del Altar en el oratorio de Diego de León, ayudado por José María Albareda, y pedía con todo el fervor a la Trinidad Beatísima por la santidad de aquellos nuevos sacerdotes.
En 1989, Mons. Del Portillo explicó este gesto de san Josemaría en los siguientes términos: “Para nuestro Fundador, humana y sobrenaturalmente, aquel era un día de triunfo: después de tantos años de rezar y trabajar para extender la Obra, después de tanta contradicción, después de haber oído decir a muchas personas que no había solución canónica para esta ordenación de sacerdotes, llegaba el momento en que tres hijos suyos iban a ser ordenados presbíteros (...)” (Del Portillo, A. Palabras pronunciadas en una reunión familiar, 25-VI-1989: AGP, Biblioteca, P02, 1989, 711).
Acabada la celebración litúrgica, los parientes y amigos se abalanzaron a besar las manos recién consagradas de los nuevos sacerdotes (...). Joan Masià recuerda cómo fue el encuentro entre san Josemaría y don Álvaro en la Residencia de Lagasca, al volver de la ceremonia de ordenación. “El primero en entrar por la puerta lateral del jardín fue don Álvaro y le siguieron don José María y don José Luis. Nuestro Padre, que estaba sentado en un banco del jardín, apenas los vio, se levantó como movido por un resorte y fue a besar las palmas de las manos de don Álvaro que, a su vez, cogió la mano de nuestro Padre para besársela primero. Nuestro Fundador no cedió y entonces se produjo un emocionante y afectuoso forcejeo, difícil de olvidar. Como era de esperar, nuestro Padre acabó besándole las palmas de las manos a don Álvaro y, a continuación, las de los otros dos” (Testimonio de Joan Masià Mas-Bagà, AGP, APD T-0503, p. 2).