En Burgos
22. ¿Por qué se trasladó el Fundador a Burgos?
Después de atravesar los Pirineos, tras una breve estancia en Pamplona, San Josemaría decidió establecerse en Burgos, donde residió —entre carencias de todo tipo, como tantos españoles de la época— desde el 8 de enero de 1938 hasta el 27 de marzo de 1939 en que se trasladó a Madrid.
Le movían tres razones fundamentales: era la ciudad mejor comunicada por ferrocarril con el resto de las capitales de provincia de aquella zona de España. Se convirtió por tanto en el lugar más apropiado desde el punto de vista geográfico para que pudieran ir a verle las personas del Opus Dei que habían sido destinadas en los distintos frentes de la llamada “zona nacional", porque había otras que permanecían en frentes de la llamada “zona republicana".
Otra razón decisiva para establecerse en Burgos fue que allí vivía Casimiro Morcillo, un sacerdote conocido suyo que se encargaba de las tareas organizativas de la diócesis de Madrid-Alcalá.
Y la tercera razón se debió a que en aquella ciudad residían, a causa de la guerra, muchos de sus conocidos, a los que deseaba seguir tratando humana y apostólicamente.
Carece de fundamento imaginar otra motivación que no fuera de carácter apostólico —lo único que interesaba al Fundador— para aquel traslado.
Cuando se estableció en Burgos, el Fundador era un sacerdote de 36 años completamente desconocido, salvo en algunos círculos eclesiásticos aragoneses y madrileños. Tenía entonces una relevancia escasa (como lo demuestra el hecho de que ni su llegada, ni su estancia en Burgos aparezcan registradas en ningún periódico o publicación de la época).
Es cierto que había atendido y conocido en Madrid a miles de personas, a causa de su trabajo sacerdotal en el Patronato de Enfermos, pero la gran mayoría —a excepción de algunos estudiantes y profesores universitarios— habían sido enfermos moribundos de los hospitales, familias de los barrios pobres, niños que malvivían en el cinturón de miseria que rodeaba la capital, o “golfillos" del Asilo de Porta Coeli. Es decir, gente sin ningún relieve social.
Y el Opus Dei era todavía una realidad casi desconocida: estaba compuesto por unas pocas decenas de estudiantes, y la mayoría de ellos se encontraban en aquel momento desperdigados por los diversos frentes. La Obra, al igual que su fundador, resultaba apenas conocida fuera del ámbito universitario de Madrid y de los círculos eclesiásticos madrileños.
—CASCIARO, P., Soñad y os quedaréis cortos. Testimonio sobre el fundador de uno de los miembros más antiguos del Opus Dei. Prólogo de Javier ECHEVARRÍA, Rialp, Madrid 1994.
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