¿Qué es un mártir?

Un cristiano que da la vida por sus amigos ha llegado a descubrir en Jesucristo la verdad más profunda de su existencia, y nada ni nadie podrá arrebatarle jamás esta certeza. Su vida no necesita largas argumentaciones para convencer, suscita en nosotros una gran fe, esperanza y caridad.

¿Qué es un mártir? Respuesta a las preguntas habituales sobre el martirio

Sumario

  1. ¿Qué es un mártir?
  2. Martirio y Amor.
  3. ¿De dónde nace la fuerza para afrontar el martirio?
  4. ¿Quién fue el primer mártir?
  5. ¿Existen mártires hoy?

1. ¿Qué es un mártir?

Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará”. (Lc 9, 23-34)

Los mártires son cristianos que dan su vida por mantenerse fieles en el seguimiento de Jesucristo. La palabra griega «mártir» significa “testigo”. 

En el martirio se da testimonio de la fe en Cristo, porque se está dispuesto a morir antes que abandonar la fe en tiempos de persecución. El Catecismo de la Iglesia enseña que “el deber de los cristianos de tomar parte en la vida de la Iglesia, los impulsa a actuar como testigos del Evangelio y de las obligaciones que de él se derivan. Este testimonio es transmisión de la fe en palabras y obras. El testimonio es un acto de justicia que establece o da a conocer la verdad (cfr. Mt 18, 16)”. [1]

Meditar con san Josemaría

Sabed que fuisteis rescatados de vuestra vana conducta…, no con plata u oro, que son cosas perecederas, sino con la sangre preciosa de Cristo (1 Pt 1, 18-19). No nos pertenecemos. Jesucristo nos ha comprado con su Pasión y con su Muerte. Somos vida suya. Ya sólo hay un único modo de vivir en la tierra: morir con Cristo para resucitar con Él, hasta que podamos decir con el Apóstol: no soy yo el que vivo, sino que Cristo vive en mí (Gal 2,20) (Via Crucis XIV estación).


2. Martirio y Amor

“Nadie tiene un amor mayor que este: que uno dé su vida por sus amigos.” (Jn 15,13)

La constitución dogmática Lumen Gentium, tomando estas palabras del Evangelio, reafirma que el martirio es supremo testimonio de amor ante todos, ya que Cristo mismo, el Hijo de Dios, manifestó su amor entregando su vida en la Cruz por nosotros. Los mártires, al dar su vida, se asemejan al Maestro, “que aceptó libremente la muerte por la salvación del mundo”. 

Si bien, el martirio es un don que Dios concede a algunas personas, todos los cristianos estamos llamados a confesar a Cristo ante el mundo “y a seguirle, por el camino de la Cruz, en medio de las persecuciones que nunca faltan a la Iglesia”. (cfr. LG 42)

Los mártires, que han sido llamados a tal acto supremo, han transitado el camino de seguimiento de Cristo por medio de la práctica de las virtudes. Y es por eso que han sido capaces de llegar al punto de dar su vida por Cristo como Él lo hizo: “quien es fiel en lo poco también es fiel en lo mucho” (Lc 16,10). 

Son numerosas las virtudes que destacan en ellos, principalmentelas virtudes teologales -fe, esperanza y caridad- , que son don de Dios y fundamento de los actos heroicos. Luego otras virtudes que distinguen a los mártires son la justicia, porque no están dispuestos a renunciar a la verdad; la fortaleza, que les permite resistir en defensa de la misma; y la magnanimidad, porque elevan su mirada valientemente por encima de los obstáculos. 

En definitiva, vivieron y murieron con “la esperanza cierta de que nada ni nadie les podía separar del amor de Dios que nos ha sido donado en Jesucristo”. (Papa Francisco, Audiencia 28-VI-2017)

Meditar con san Josemaría

Qué buena razón la de aquel sacerdote, cuando predicaba así: “Jesús me ha perdonado toda la muchedumbre de mis pecados - ¡cuánta generosidad!-, a pesar de mi ingratitud. Y, si a María Magdalena le fueron perdonados muchos pecados, porque amó mucho, a mí, que todavía me ha perdonado más, ¡qué gran deuda de amor me queda!” ¡Jesús, hasta la locura y el heroísmo! Con tu gracia, Señor, aunque me sea preciso morir por Ti, ya no te abandonaré. Forja 210

¡Cuántos que se dejarían enclavar en una cruz, ante la mirada atónita de millares de espectadores, no saben sufrir cristianamente los alfilerazos de cada día! —Piensa, entonces, qué es lo más heroico. Camino 204


3. ¿De dónde nace la fuerza para afrontar el martirio?

El Papa Benedicto XVI responde diciendo: “De la profunda e íntima unión con Cristo, porque el martirio y la vocación al martirio no son el resultado de un esfuerzo humano, sino la respuesta a una iniciativa y a una llamada de Dios; son un don de su gracia, que nos hace capaces de dar la propia vida por amor a Cristo y a la Iglesia, y así al mundo. Si leemos la vida de los mártires quedamos sorprendidos por la serenidad y la valentía a la hora de afrontar el sufrimiento y la muerte: el poder de Dios se manifiesta plenamente en la debilidad, en la pobreza de quien se encomienda a él y sólo en él pone su esperanza (cfr. 2 Co 12, 9). Pero es importante subrayar que la gracia de Dios no suprime o sofoca la libertad de quien afronta el martirio, sino, al contrario, la enriquece y la exalta: el mártir es una persona sumamente libre, libre respecto del poder, del mundo: una persona libre, que en un único acto definitivo entrega toda su vida a Dios, y en un acto supremo de fe, de esperanza y de caridad se abandona en las manos de su Creador y Redentor; sacrifica su vida para ser asociado de modo total al sacrificio de Cristo en la cruz. En una palabra, el martirio es un gran acto de amor en respuesta al inmenso amor de Dios”. [2]

Meditar con san Josemaría

En alguna ocasión me he preguntado qué martirio es mayor: el del que recibe la muerte por la fe, de manos de los enemigos de Dios; o el del que gasta sus años trabajando sin otra mira que servir a la Iglesia y a las almas, y envejece sonriendo, y pasa inadvertido…

Para mí, el martirio sin espectáculo es más heroico... Ese es el camino tuyo. Via Crucis VII estación, punto IV

Me comentabas, todavía indeciso: ¡cómo se notan esos tiempos en los que el Señor me pide más!

- Sólo se me ocurrió recordarte: me asegurabas que únicamente querías identificarte con Él, ¿por qué te resistes? Forja 288


4. ¿Quién fue el primer mártir?

El libro de los Hechos de los Apóstoles relata la muerte de San Esteban, el primer discípulo en dar la vida por Cristo. 

Su predicación valiente y llena de fe generó el rechazo de algunos judíos, hasta el punto de que decidieran quitarle la vida por lapidación. Se nos dice que Esteban estaba lleno del Espíritu Santo, y es ahí de donde saca su fuerza para enfrentar el martirio, a la vez que perdona y pide a Dios el perdón de sus acusadores. (cfr. Hch 7, 54-60)

No es casual que la fiesta de San Esteban se celebre el 26 de diciembre. Después del nacimiento de Cristo, la Iglesia nos invita a mirar al primer hombre que ha seguido los pasos del Salvador en entregar su vida hasta la muerte. 

El Papa Francisco nos enseña que “En la escuela de san Esteban, que se asemejó a su Maestro tanto en la vida como en la muerte, también nosotros fijamos los ojos en Jesús, testigo fiel del Padre. Aprendemos que la gloria del Cielo, la gloria que dura para la vida eterna, no está hecha de riqueza y poder, sino de amor y de entrega de uno mismo”. [3]

Meditar con san Josemaría

Ojalá sepas cumplir ese propósito que te has fijado: “morir un poco a mí mismo, cada día”. Forja 289


5. ¿Existen mártires hoy?

Hoy en día, en muchos lugares, hay cristianos perseguidos que sufren el martirio por causa de la fe. Siempre los habrá y la Iglesia los necesita.

En los primeros tiempos, las persecuciones a los cristianos eran más explícitas, pero con el paso del tiempo cesaron; sin embargo, como el mismo Jesús anunció, el martirio no es algo del pasado: “si el mundo os odia, sabéis que me ha odiado a mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero como no sois del mundo, sino que yo os escogí de entre el mundo, por eso el mundo os odia” (Jn 15, 18-19). 

Una vez más, el Papa nos recuerda: “Cuántas veces, en momentos difíciles de la historia, se ha escuchado decir: “Hoy la patria necesita héroes”. El mártir puede ser pensado como un héroe, pero lo fundamental del mártir es que ha sido un “salvado”: es la gracia de Dios, no la valentía, lo que nos hace mártires. Hoy, de la misma manera se nos puede preguntar: “¿Qué necesita la Iglesia hoy?”. Mártires, testigos, es decir santos de todos los días. Porque la Iglesia la llevan adelante los santos. Los santos: sin ellos, la Iglesia no puede ir adelante. La Iglesia necesita santos de todos los días, los de la vida ordinaria, llevada adelante con coherencia; pero también aquellos que tienen el valor de aceptar la gracia de ser testigos hasta el final, hasta la muerte. Todos aquellos son la sangre viva de la Iglesia. Son los testigos que llevan adelante la Iglesia; aquellos que demuestran que Jesús ha resucitado, que Jesús está vivo, y lo demuestran con la coherencia de vida y con la fuerza del Espíritu Santo que han recibido como don”. [4]

“Que Dios nos done siempre la fortaleza de ser sus testigos. Nos done el vivir la esperanza cristiana sobre todo en el martirio escondido de hacer el bien y con amor nuestros deberes de cada día”. [5]

Meditar con san Josemaría

Quieres ser mártir. —Yo te pondré un martirio al alcance de la mano: ser apóstol y no llamarte apóstol, ser misionero —con misión— y no llamarte misionero, ser hombre de Dios y parecer hombre de mundo: ¡pasar oculto! Camino 848

“La alegría, el optimismo sobrenatural y humano, son compatibles con el cansancio físico, con el dolor, con las lágrimas - porque tenemos corazón-, con las dificultades en nuestra vida interior o en la tarea apostólica. Él, ¨perfectus Deus, perfectus Homo¨- perfecto Dios y perfecto Hombre-, que tenía toda la felicidad del Cielo, quiso experimentar la fatiga y el cansancio, el llanto y el dolor…, para que entendamos que ser sobrenaturales supone ser muy humanos”. Forja 290

Si consientes en que Dios señoree sobre tu nave, que Él sea el amo, ¡qué seguridad!..., también cuando parece que se ausenta, que se queda adormecido, que se despreocupa, y se levanta la tormenta en medio de las tinieblas más oscuras. Relata San Marcos que en esas circunstancias se encontraban los Apóstoles; y Jesús, al verles remar con gran fatiga —por cuanto el viento les era contrario—, a eso de la cuarta hora nocturna, vino hacia ellos caminando sobre el mar... Cobrad ánimo, soy yo, no tenéis nada que temer. Y se metió con ellos en la barca, y cesó el viento. (cfr. Mc 4, 39)

Hijos míos, ¡ocurren tantas cosas en la tierra...! Os podría contar de penas, de sufrimientos, de malos tratos, de martirios —no le quito ni una letra—, del heroísmo de muchas almas. Ante nuestros ojos, en nuestra inteligencia brota a veces la impresión de que Jesús duerme, de que no nos oye; pero San Lucas narra cómo se comporta el Señor con los suyos: mientras ellos —los discípulos— iban navegando, se durmió Jesús, al tiempo que un viento recio alborotó las olas, de manera que, llenándose de agua la barca, corrían riesgo. Con esto, se acercaron a Él, y le despertaron, gritando: ¡Maestro, que perecemos! Puesto Jesús en pie, mandó al viento y a la tormenta que se calmasen, e inmediatamente cesaron, y siguió una gran bonanza. Entonces les preguntó: ¿dónde está vuestra fe? (cfr. Lc 8, 24)

Si nos damos, Él se nos da. Hay que confiar plenamente en el Maestro, hay que abandonarse en sus manos sin cicaterías; manifestarle, con nuestras obras, que la barca es suya; que queremos que disponga a su antojo de todo lo que nos pertenece. Amigos de Dios 22


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1. Catecismo de la Iglesia Católica, 2472

2Audiencia Benedicto XVI, 11-VIII-2010

3Ángelus, 26-XII-2019

4Homilía del Papa Francisco, 22-IV-2021

5. Audiencia Papa Francisco, 28-VI-2017