Queridísimos, ¡que Jesús me guarde a mis hijas y a mis hijos!
La fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, que celebraremos mañana, nos recuerda que «en la Pasión, la Cruz dejó de ser símbolo de castigo para convertirse en señal de victoria. La Cruz es el emblema del Redentor: in quo est salus, vita et resurrectio nostra: allí está nuestra salud, nuestra vida y nuestra resurrección» (San Josemaría, Via Crucis, II estación, n. 5). Con ocasión de esta fiesta, os sugiero contemplar una vez más con especial detenimiento el misterio de la cruz. Allí descubrimos que «la libertad cristiana no es en absoluto arbitrariedad; es seguimiento de Cristo en la entrega de sí hasta el sacrificio de la cruz. Puede parecer una paradoja, pero el Señor vivió el culmen de su libertad en la cruz, como cumbre del amor. Cuando en el Calvario le gritaban: “Si eres Hijo de Dios, baja de la cruz”, demostró su libertad de Hijo precisamente permaneciendo en aquel patíbulo para cumplir a fondo la voluntad misericordiosa del Padre» (Benedicto XVI, Ángelus, 1-VII-2007).
En las próximas semanas se renovará nuestro agradecimiento al Señor, porque se cumplirá un nuevo aniversario del día en el que hizo ver el Opus Dei a san Josemaría. El 6 de octubre recordaremos con alegría su canonización. Nuestro fundador siempre tuvo conciencia de ser solo un instrumento para que se hiciera realidad un querer divino. Cómo no recordar que, cuando el Opus Dei estaba dando sus primeros pasos, nos escribía: «La Obra de Dios viene a cumplir la Voluntad de Dios. Por tanto, tened una profunda convicción de que el cielo está empeñado en que se realice» (Instrucción, 19-III-1934).
En mi reciente viaje en Asia y Oceanía, y también por las noticias que me llegan de otros muchos sitios, he comprobado una vez más el deseo de tantas almas de ser fieles al espíritu que comenzó su andar terreno en 1928. Llenémonos de entusiasmo sobrenatural en la tarea que Dios nos ha encomendado. No empequeñezcamos nuestros horizontes: allí donde estemos –junto a tantos hermanos nuestros en la fe– podemos ser sembradores de paz y de alegría –la paz y la alegría del Señor– en este mundo nuestro.
Me da alegría comunicaros que –después de la pausa del verano en el hemisferio norte– estamos trabajando con el Dicasterio para el Clero, para formular la propuesta de modificaciones en los Estatutos que habrá de presentarse al Santo Padre. Seguid acompañando este proceso con vuestra oración y con una actitud de abandono filial esperanzado. No han faltado interpretaciones sobre este asunto en los medios y en las redes sociales, y muchos habéis hecho llegar vuestras preguntas e inquietudes. Os agradezco y entiendo vuestros desvelos por la Obra, que es de todos; aprovechemos esas menciones para difundir con alegría el espíritu que hemos recibido del Señor. Como en los precedentes mensajes del 3 de junio y 10 de agosto –que os sugiero releer–, en la medida que el Dicasterio considere oportuno, os iremos informando sobre la marcha de este trabajo.
En los primeros días de octubre comenzará el Sínodo de los obispos. Os pido que recéis por esta reunión, como nos ha pedido el Papa Francisco. Entre el 4 y el 9 de ese mes estaré en Portugal. Cuento con que me acompañéis espiritualmente en ese viaje, donde me encontraré con muchas personas. Me encomiendo a Nuestra Señora de Fátima para que, también con vuestra ayuda, pueda hacer una buena labor. Y os pongo a todos bajo su protección materna.
Os envío mi bendición más cariñosa
vuestro Padre
Roma, 13 de septiembre de 2023