Universitarios dedican sus vacaciones a labores sociales

25 estudiantes de diversas universidades del país emprendieron un proyecto social en Loma Arena, un pueblecito de la costa atlántica colombiana duramente afectado por situaciones de pobreza y abandono. La iniciativa fue promovida por el Centro Cultural Universitario Hontanar.

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La labor social, promovida cada semestre por el Centro Cultural Universitario Hontanar , fue realizada esta vez en un corregimiento de la costa atlántica colombiana. Allí concurrieron entre los días 27 de junio y 6 de julio más de 25 estudiantes de distintas universidades del país, quienes fueron gratamente sorprendidos al ver la cantidad de gente que los esperaba en Loma Arena, corregimiento del municipío de Santa Catalina (Bolívar).

El grupo de estudiantes se dividió en tres partes: el primero, se encargó de hacer alfabetización en las dos escuelas del pueblo; el segundo, de restaurar una capilla a la cual acude a la Sagrada Eucaristía los domingos gran parte de la población. Y el tercer grupo hizo un censo de los niños sin bautizar para preparlos para recibir el sacramento el sábado 5 de julio.

La labor social

Todo comenzó según lo esperado. Los universitarios que llevaron a cabo el censo para los bautismos fueron recibidos con alegría por parte de las familias que se alegraban al saber que sus hijos iban a ser bautizados el siguiente sábado en la iglesia principal del pueblo y  se deleitaban cuando se les mencionó que, al concluir la ceremonia, podían ir a la tienda de Don Teofilo a compartir con los universitarios un trozo de pastel con gaseosa.

Por su parte, en las escuelas, durante los días de la alfabetización, los niños mantenían siempre levantadas sus manos para pedir la palabra al profesor y poder aclarar sus dudas o, algunas veces, simplemente para pedir prestado el tajalápiz o un lápiz de color.

En los salones de clase se escuchaba a los niños repitiendo lo que les decía el profesor. Los más pequeños aprendieron las vocales y, con una canción, a rezar el Avemaría; a los de tercero y cuarto grado se les enseñó a pronunciar algunas palabras en inglés, además de las tablas de multiplicar, y, aunque no todos lograban entenderlas con facilidad, se les notó su esfuerzo por hacerlo y por esto mismo se les premiaba al final de la clase con un refresco a cada uno.

En la mente de los estudiantes universitarios quedaron grabadas muchas anécdotas, enseñanzas y experiencias: la de muchos niños que llegaban a la escuela llorando por no haber desayunado, también la de los que estaban listos con su agenda y su lápiz para copiar lo que el profesor anotaba en el tablero, la de algunos adolescentes que llegaron con las manos listas para ayudar a pintar la iglesia, la de un señor de 79 años que, con una sonrisa en su cara, recibió el primer sacramento al lado de los 130 niños que se bautizaron con él.

En esos días hubo espacio para muchas cosas: tiempo para jugar fútbol con las personas del pueblo, para hacer algo de catequesis con las familias y en las escuelas y para llevar los niños a la playa. Los universitarios también dedicaron algunos tiempos para ir al Parque Tayrona, a la ciudad de Santa Marta, al corralito de piedra de Cartagena y a pasear por una ciénaga en canoa hasta llegar al Volcán de lodo del Totumo.

Fueron nueve días de ardua labor, que tuvieron su recompensa. Los estudiantes voluntarios expresaron su beneplácito y agradecimiento a los promotores y organizadores de estas actividades en vacaciones dedicadas a labores de tanto contenido social, porque aprendieron a valorar los privilegios que tienen en sus vidas y entendieron que, fuera de nuestro diario vivir, hay miles de personas que tienen muchas más necesidades. Al final en Lomita Arena nos pedían: “¡Que vuelvan!”.

Por David Cedano