En Colombia: Una JMJ inolvidable

Un grupo de 11 peregrinas del Centro Cultural Mirabal pasó más de un año preparándose para la JMJ Panamá 2019 y hacer realidad el sueño de estar con el Papa

Grupo de peregrinas en el aeropuerto de Tocumen, al llegar a Ciudad de Panamá

El Papa Francisco, en la ceremonia de apertura de la JMJ 2019, en el campo Santa María, nos decía: “¡Cuántas cosas nos pueden diferenciar!, pero nada de eso impidió poder encontrarnos, tantas diferencias no impidieron poder encontrarnos y divertirnos juntos. Ninguna diferencia nos paró. Eso es posible porque sabemos que hay algo que nos une, hay Alguien que nos hermana”.

Con estas palabras recogía el sentir de muchos peregrinos, que se maravillaban al ver jóvenes de distintas nacionalidades, de países con regímenes políticos contrarios a la fe cristiana, o de lugares donde somos una minoría. Las palabras de Laura -que se preparó en el Centro Cultural La Cuesta- lo expresan así: “La JMJ fue una experiencia única, que nos permitió vivir nuestra fe junto a miles de jóvenes de todo el mundo, con culturas, sueños y anhelos totalmente diferentes, pero todos viviendo este momento de una forma única, demostrando la alegría de estar allí y evidenciando que ese amor que Dios nos trasmite sigue vivo en el corazón de miles de jóvenes, que, sin temor al qué dirán, lucharon por llegar a este gran encuentro para decir una vez más acá estamos, dispuestos a hacer de nosotros lo que Dios desee que seamos”.

Un encuentro que no es casualidad

Un grupo de 11 peregrinas del Centro Cultural Mirabal pasó más de un año preparándose para la JMJ en Panamá y hacer realidad el sueño de estar con el Papa.

El primer día, cuando salieron para conocer la ciudad, se encontraron con peregrinos de todas partes del mundo, con quienes se tomaron fotos e intercambiaron objetos típicos de cada país. Se les acercó una chica que se alegró al ver la bandera colombiana, por ser ésta su nacionalidad. Sofía estaba haciendo el viaje sola, así que la invitaron a unirse a sus planes y lo hizo con mucha ilusión. Fueron conociéndola y ella, a su vez, conociendo el Opus Dei: investigó en la página web y se “enamoró” del mensaje de San Josemaría. Los días sucesivos llegó temprano para asistir a la Santa Misa y tener unos minutos de oración. Rezaba el Santo Rosario con todas y participó con ellas en los encuentros de la JMJ. Siempre estaba sonriendo y pendiente de cada una. Cuando se despidieron, entregó una pequeña de carta de agradecimiento a cada una por lo compartido.

De izquierda a derecha, Andrea, Yayra y Sofía, luego de un encuentro con el Papa

Tuvieron la oportunidad de conocer a su mamá y de invitarla al encuentro del Prelado del Opus Dei, el Padre. Quedó muy contenta y con la ilusión de asistir al Centro Cultural Cendal en Manizales, ciudad en la que actualmente vive y estudia Medicina.

Al volver a Colombia, escribió a Ma. Victoria para contarle que ya se había puesto en contacto y que pronto iría a conocer el centro. Estamos seguras de que ha sido un encuentro propiciado por Dios que ha dado lugar a una fructífera amistad.

La solidaridad caracterizó a la JMJ

El día de la Vigilia con el Papa, Laura, que viajó con el grupo de La Cuesta, Centro Cultural ubicado en Medellín, estaba enferma, con fiebre, pero no quería perderse ese encuentro. Una familia, a la entrada del Metro Park, la acogió y pasó la noche con ellos. Al día siguiente, después de la Vigilia, esta misma familia recibió al todo el grupo de La Cuesta y las invitó a almorzar. Estaban felices y agradecidas por el cariño y la comida “casera” después de una semana de comida “rápida”. Pero no sólo tuvieron este gesto de amabilidad: también decoraron la casa para Laura, pues ese domingo era su cumpleaños.

Aprovecharon para entregarle a Ivonne, la señora de la casa, una estampa de San Josemaría, que la guardó como un tesoro. Además, le propusieron unirse a la catequesis con las chicas del barrio y difundir los mensajes del Papa a la juventud; ella manifestó que deseaba hacerlo, pero que necesitaba orientación, por lo que la invitaron a asistir a medios de formación en un Centro de la Obra, idea que ella acogió con interés. Ahora este grupo de “paisas” quieren enviarle unos libros de preparación para la primera Comunión, elaborados por una Supernumeraria colombiana.

El grupo de La Cuesta en la casa de la Familia que las acogió. A la derecha, Ivonne

Valentina, otra peregrina que viajó con el grupo de La Cuesta, comentaba al regresar a su ciudad: “Me complace decir que este encuentro me hizo considerar toda mi forma de vivir, de amar a Dios y me dije "no es suficiente, puedo hacerlo mejor" porque Él se merece lo mejor de mí. Los jóvenes, como dijo el Papa, no somos el futuro del mundo, somos el ahora y el presente. Entendimos que si queremos empezar a hacer un cambio significativo en nuestro mundo, necesitamos andar contracorriente y armar lío, porque ¡nosotros somos la Juventud del Papa!”.

Haciendo un rato de oración en la Iglesia del Carmen, cercana al alojamiento

Las diferencias nos acercan

El grupo de Arboleda, Centro Cultural ubicado en Chía, estaba conformado por bachilleres, universitarias y profesionales, quienes se integraron perfectamente. Forjaron amistad entre todas, a pesar de las diferencias de edad. Había mucha solidaridad, de manera que se esperaban durante las caminatas largas o se acompañaban para hacer los diferentes planes que cada una quería, así vivieron y disfrutaron con intensidad la JMJ. Cuando alguna vez se separaron y perdieron entre la multitud, gracias a la intercesión de la Abuela –así le llaman los fieles de la Prelatura cariñosamente a la madre del Fundador del Opus Dei-, volvieron a encontrarse y continuaron caminando juntas.

El grupo de Arboleda, el domingo después de la Misa de despedida y envío con el Papa

A continuación, recogemos el testimonio de Estefanía, estudiante de Derecho de la Universidad de La Sabana, que se preparó para la JMJ en Arboleda. Estas palabras, condensan el sentir de muchos de los corazones jóvenes:

“La JMJ es una invitación constante a poner la mirada en las necesidades del otro, a movilizarnos, a saber que como jóvenes tenemos mucho para dar, que la juventud no es una “sala de espera” a ser adulto, que desde ya contamos con todas las herramientas para hacer grandes cambios y, sin lugar a dudas, la herramienta y el fin más importante siempre será Dios. Enamorarse de Dios es definitivo en todo lo que emprendamos, porque Él nos da un aliento inexplicable cuando nuestras fuerzas se agotan.

Muchas veces nos sentimos “inadecuados”, incapaces o nos cuestionamos por lo que la gente dice, pero el Papa Francisco nos recuerda que aún a Jesús lo creyeron inadecuado, pero Él sabía que era el Hijo de Dios. Ese amor de Padre es lo único verdadero, amor que libera de todos los miedos e inseguridades que siembran los estereotipos sociales, y es ese amor el motor que nos debe inspirar a alcanzar nuestro propósito, que no es otro que parecernos cada día más a Cristo.

Luego compartir una mañana con las abuelitos del hogar Bolívar en Ciudad de Panamá

Incluso María tuvo miedo, como dijo el Papa Francisco “ella no tenía un seguro de vida” no tenía certeza del futuro, nadie la tiene, pero tuvo la valentía de decirle al Señor. Siguiendo el ejemplo de María, el Papa Francisco nos invita a abrazar la vida como venga, con toda la imperfección, contradicciones, aciertos y desaciertos porque todo hace parte del plan de Dios el cual es perfecto, cada persona que hace parte de nuestra vida tiene una misión, un aprendizaje recíproco, cada circunstancia en nuestra vida es una situación que nos moldea para cumplir el propósito de Dios, el lugar en el que naciste, la familia, los talentos, hacen parte del plan de Dios, por esta razón -aunque ahora resulte abrumador-, sólo una cosa es necesaria: confiar, decir como María: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra”.