“Re-aprender a vivir la fe” en el confinamiento

Ciclo de clases para conocer más la fe y la doctrina dirigida a profesionales jóvenes que asisten a los medios de formación en el Centro Cultural Portones, ubicado al norte de Bogotá.

Por Claudia Carbonell

Desde el centro cultural Portones en Bogotá, antes de que iniciara el confinamiento preventivo por la pandemia de Coronavirus, habíamos empezado con un ciclo de clases los sábados por la mañana, al que llamamos “Re-aprender a vivir la fe”, que tuvimos que pasarlo a versión on-line, pues las asistentes no se lo querían perder.

La idea surgió porque algunas de las profesionales jóvenes que asisten a los medios de formación en Portones - centro cultural ubicado al norte de Bogotá, con actividades para mujeres profesionales - nos dijeron que a ellas les hacía falta conocer más la fe, la doctrina, “con sabor de infancia”. Fueron muy insistentes en decirnos que necesitaban alimento para ellas. No como profesionales, esposas o mamás (las que están casadas), sino para volver a los inicios, para cultivar su interioridad.

Entonces, se nos ocurrió empezar unas sesiones de profundización sobre las verdades de fe, en las que procuramos explicar el “abc” de todo, desde lo más básico, como ellas lo han pedido. Por esta razón, las hemos denominado: “Re-aprender a vivir la fe”. Dos de las cooperadoras jóvenes, Juliana y Ana María, se han encargado de algunas sesiones, a raíz de las cuales han surgido conversaciones muy bonitas. También, han vuelto a asistir a medios de formación algunas personas que en su adolescencia o durante sus estudios universitarios frecuentaron un centro, pero que llevaban tiempo alejadas. Y lo más bonito es que han llevado a sus amigas.

La acogida en modalidad virtual ha sido excelente: se han unido también en algunos casos con mamás, tías o primas. En abril, organizamos un retiro corto vía streaming al que se conectaron alrededor de 70 profesionales. En mayo, repetimos la experiencia también con excelente acogida. Lo mismo hemos hecho con los círculos y demás medios de formación que tenemos.

Para la Semana Santa programamos actividades para cada uno de los días, con la intención de facilitarles a todas el recogimiento espiritual y que pudiera participar de las ceremonias de forma remota. Lo agradecieron mucho.

Para no perder el componente familiar y seguir cultivando la amistad entre quienes asisten a las clases, durante la cuarentena, hicimos una torta de banano. Mandamos con tiempo la lista de ingredientes para que cada una los tuviera listos. Luego, ese día comenzamos con la torta y, mientras estaba en el horno, tuvimos la clase. Al final, cada una sacó la torta del horno y compartimos un momento informal, mientras comíamos un pedazo. Había una que tenía un cumpleaños esa tarde y aprovechó para hacer la torta con la receta.

Claudia Carbonell