La vida familiar puede ser muy entretenida

A Raúl y Marisol, la Orientación Familiar les ha sido una fuente enorme de ayudas muy concretas para educar a sus hijos, mejorar su matrimonio, crecer como personas, y sobre todo, para mantener la ilusión en la vida familiar. “Son tantas las tareas que uno saca de estos cursos, y tan apasionantes –afirma él–, que pueden llenar la vida y hacerla muy entretenida”.

Raúl se emociona con esta fotografía de hace siete años.

Raúl se conmueve cuando encuentra en el archivo una fotografía familiar de hace siete años. Mira a su señora y a sus cuatro hijos todavía pequeños y se desencadenan los recuerdos. Concentra su memoria en una entrevista crucial a la que –dice– “tanto le debe esta foto”. Corría el año 1992, eran las 7 de la tarde y él y su mujer acababan de estar una hora con un directivo del recién creado Colegio Pinares, que habían iniciado algunos matrimonios de Concepción. “Marisol y yo salimos emocionados con el panorama que se nos había mostrado para la educación de Ignacio, nuestro hijo mayor. Yo era un agnóstico lejano de la Iglesia y de la fe, y aunque mi mujer llevaba alguna vida de piedad, no iba a Misa. Sus palabras habían apuntado a un panorama de formación humana muy elevado y noble, lo que nos impresionaba y atraía. ¡Cuánto le debemos a esa entrevista! ¡Sólo Dios lo sabe!”

Este es el episodio que elige Raúl González, ingeniero civil electrónico, 49 años, subdirector del Colegio Pinares, para contar cómo conoció el Opus Dei y qué consecuencias ha ido teniendo este hecho en su vida y en la de su mujer, María Soledad Zapata, ingeniero civil estructural, gerente de los colegios Itahue, Pinares y Alto Río, todos de Concepción–; y naturalmente en sus hijos: Ignacio, 21, estudiante de Bioingeniería en la Universidad de Concepción. José Miguel, 14; Juan Pablo; 11, alumnos de Pinares; y María Soledad, 8, que estudia en Itahue.

“Todo era coherente y tenía sentido”

Ya siendo apoderados de Pinares, un día vieron un aviso que invitaba a los padres a un curso de Orientación Familiar, y sin pensarlo dos veces, Marisol se inscribió en secretaría. “Ahora que nos toca buscar gente para estos cursos, nos damos cuenta de que tiene que haber sido raro que alguien se inscribiera así, sin que nadie tuviera que hablarle siquiera”.

María Soledad, 8; Ignacio, 21; Marisol y Raúl, ambos ingenieros; Juan Pablo; 11; y José Miguel, 14.

El curso les encantó: la Orientación Familiar les había abierto la mente a una nueva forma de ver las cosas, así es que les parecía que valía la pena seguir explorando. Más adelante, se decidieron a participar en los medios de formación de la Obra. “Nueva sorpresa –comenta Raúl–, la doctrina me cuadraba, todo era coherente y tenía sentido. Fue así, supongo yo, cómo Dios se metió en mi alma. Siempre he pensado que ese curso de doctrina, y seguramente la oración de tanta gente que empuja estos apostolados, hizo que yo abriera un agujero en el muro de resistencia a Dios que había levantado a lo largo de mi vida, y por ese agujero se me coló Dios.

A su vez, Marisol fue invitada a un retiro mensual. Y asistió, a pesar de que tuvo que salir temprano del cumpleaños de una de sus mejores amigas. “El retiro significó un gran cambio para mí, y desde ese día no he dejado los medios de formación de la Obra”, dice ella. Unos días después, animada por una nueva amiga, se confesó luego de muchos años sin hacerlo.

En ese tiempo, el matrimonio llevaba varios años queriendo tener otro hijo. Acudieron donde algunos médicos, que confirmaron que había evidencia de fertilidad, pero sin una explicación clara de la dificultad para aumentar la familia. “Ignacio ya tenía cinco años y nos daba mucha pena pensar que sería hijo único. Fue cuando comenzamos a ir a Misa, al mismo tiempo que la monitora del curso de Orientación Familiar le dijo a Marisol que rezara la estampa al Beato Josemaría, prometiéndole que ella también lo haría. Al poco tiempo nos abrazábamos celebrando el embarazo del que hoy es José Miguel; José, por Josemaría. Y vinieron Juan Pablo y María Soledad, y una relación cariñosa y confiada con San Josemaría”.

“Dios puede más que nuestras debilidades”

Vacaciones familiares en la montaña.

Después de unos meses, él y ella se sumaron a círculos de formación de la Obra. “Luego de un año para mí, cinco para Marisol, descubrimos nuestra vocación a tomarnos a Dios más en serio por medio del Opus Dei, e ingresamos a la Obra como Supernumerarios”. Raúl señala que todo lo que esto ha significado en sus vidas es más de lo que pueden describir en palabras. Le parece que la vida de cristianos corrientes que promueve el espíritu del Opus Dei cala hondo en todo: el valor del trabajo, la paciencia y la serenidad para enfrentar sus dificultades; el empeño por dedicar tiempo a los hijos, y aceptar a cada uno como es; la forma de entretenerse en familia, aprovechando las cosas sencillas. “Es una lucha diaria por vivir mejor este espíritu, apoyándose en los sacramentos y la oración, aceptando que cuesta, pero que Dios puede más que nuestras debilidades”.

Raúl y Marisol aprendieron a tratar a Dios con sencillez y constancia. “De la mano de la Virgen recurrimos a Él para resolver las dificultades propias de cualquier familia: encomendamos a cada hijo, nuestra propia relación, nuestros trabajos, todo. Esto produce efectos bien concretos: compartir con Dios las preocupaciones y los desafíos familiares es tenerlo de consejero, y se encuentran así soluciones y caminos que no hallaríamos solos. Tantas veces hemos mantenido o recuperado la calma después de confesarnos, ir a Misa o hacer oración; y no me refiero solamente a problemas grandes, sino a las incidencias de cada día, ésas que están siempre desafiando la paciencia y la capacidad de los padres”.

Con la gracia de Dios es mucho más fácil enfrentar las dificultades normales de la convivencia familiar.

Ellos reconocen que la fe en Dios y la devoción a San Josemaría aumentaron notablemente cuando por el año 2001 pasaron por serios problemas económicos. “Fue un tiempo muy difícil en lo material, pero con la gracia de Dios lo vivimos unidos y dedicados a nuestros hijos, confiando en que Él no nos dejaría solos. Podíamos comprobar que Dios aprieta pero no ahoga, ya que cada día los problemas se resolvían en forma inesperada: pagar una cuenta o los sueldos, mantener el ánimo, comprar lo necesario, etc.”.

Orientación familiar 

A la Orientación Familiar, primero asistieron como alumnos, y llevan ya diez años participando como matrimonios monitores, y últimamente él es expositor. En su recuento de los aspectos de la vida familiar que deben a estos cursos, menciona los encargos en la casa: “todo funciona gracias a las tareas que tienen asignados los hijos, como hacer su cama, poner la mesa, lustrar sus zapatos, guardar la ropa del planchado; el cuidado por formar la fortaleza, evitando sobreprotecciones y alharacas por los problemas sencillos; la alegría del domingo que comienza con un entretenido desayuno familiar preparado por todos, seguido de la Misa en familia; el disfrutar las cosas sencillas a costa de limitar la televisión y el computador; las vacaciones familiares en la montaña; el fomento y el gusto por la lectura; y tantas más que sería largo enumerar”.

El poder de los padres

De su trabajo como subdirector del Colegio Pinares, Raúl destaca como principal objetivo la ayuda que se busca prestar a los padres en la educación de los hijos. “Es a todas luces el camino más efectivo: los papás tienen con sus hijos mil veces más poder que el colegio. Hace unos días el abuelo de un niño que llegó este año al colegio lleno de mañitas, nos felicitaba por los avances notables que ha tenido su nieto en pocos meses; y yo le explicaba que eso había sido posible solamente porque los padres del niño son muy buenos y han aplicado las sugerencias que el colegio les ha hecho por medio de cursos y entrevistas; sin ellos, el colegio logra muy poco”.

Cuando los papás se aplican realmente a educar, los hijos crecen bien formados con una personalidad armónica y un carácter fuerte.

A Raúl la experiencia le ha enseñado que “cuando los papás se aplican realmente a educar –lo que significa pasar varios malos ratos, aceptar quejas, en cierto modo, complicarse la vida–, los hijos crecen bien formados con una personalidad armónica y un carácter fuerte. Y cuando los padres se dejan llevar por el ambiente y abdican de su responsabilidad de educadores, los niños crecen con una voluntad débil y una visión nublada de las cosas. Llegando a la adolescencia comienzan a mostrar su verdadero carácter con más limitaciones de las que quisieran tener: son los niños que tuvieron todo desde chicos, a los que no se les negó nada, se les sobreprotegió, y luego, quieren ser mejores estudiantes o tener más amigos o dominar mejor su conducta. Pero como no se han entrenado, les cuesta mucho. A los primeros les sale más fácil porque han desarrollado hábitos que les permiten hacer lo que quieren con mucho menos desgaste interior”.

El mejoramiento del matrimonio incide directamente en toda la familia, señala, y ejemplifica: unos padres que están luchando por quererse mejor, sin duda estarán también educando bien a sus hijos. Por otro lado, con la gracia de Dios es mucho más fácil enfrentar las dificultades normales de la convivencia familiar, el mal genio, la adolescencia de los hijos, los desafíos del trabajo, los choques entre diferentes caracteres, el cansancio...

Es cierto –reconoce Raúl– que todo el empeño por sacar adelante a la familia se ve ampliamente recompensado, como lo han experimentado él y su señora. Pero lo que en realidad cambia la vida es acercarse a Dios, señala. “Ambas cosas son inseparables”. Cuando conversa con sus amigos de cómo buscar y encontrar a Dios, el tema pasa siempre por el matrimonio y la familia. Por eso –concluye–, “a los casados, Dios los espera antes que nada en el amor al cónyuge y a los hijos”.