Afirman los historiadores que la rueca pudo ser inventada hace unos tres mil años. Se trata de un instrumento usado para el proceso de hilado de la fibra, ya sea lino, cáñamo o lana. Este aparato les ha dado vida a los hilos de seda, lana y diversas fibras vegetales para fabricar paños.
Cuentan que santa Isabel de Hungría, patrona de Bogotá, pasaba horas hilando en una rueca para fabricar telas que luego servirían de vestido a los pobres.
Se cuenta también que luego del éxito con su estreno de su “Misa en Fa”, Franz Schubert buscó refugio en su habitación y compuso “Margarita en la rueca”, con un texto de Goethe.
Lo cierto es que, como inspiración o herramienta de trabajo, la rueca acompañó los hogares del mundo por muchos siglos y, con ella, se lograron hilos para cientos de prendas. De la importancia de este instrumento, ya en desuso, derivaron los grandes telares que hacen ese oficio de obtener el hilo. Del origen de la rueca surge esta historia.
Todo inició con el reencuentro en Bogotá de Olga Uribe, Mercedes Restrepo y María Consuelo Maldonado, tras largos años fuera de la ciudad. Un día se propusieron sacar adelante alguna actividad que les permitiera conocer gente y servir a la Iglesia, y decidieron montar un taller de costura para coser y arreglar algunos ornamentos utilizados en los centros del Opus Dei y también en las parroquias.
Teniendo en cuenta que la rueca era un símbolo de inspiración para grandes artistas y una herramienta de trabajo para muchas personas, incluida santa Isabel de Hungría, decidieron darle vida a su proyecto con ese nombre y así inició el taller de costura en Bogotá. Fue una oportunidad también para planear y organizar tertulias, para conversar y aprender todo lo relacionado con el mundo de las agujas y los hilos, pero, sobre todo, con los temas relacionados con la liturgia de la Iglesia.
Inspiradas en las enseñanzas de San Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, quisieron plasmar en su trabajo en el taller de costura el amor por la Eucaristía.
“Ten veneración y respeto por la Santa Liturgia de la Iglesia y por sus ceremonias particulares. —Cúmplelas fielmente. —¿No ves que los pobrecitos hombres necesitamos que hasta lo más grande y noble entre por los sentidos?”, escribió San Josemaría en Camino, 522.
Aunque el proyecto ya comenzaba a despegar y tenían muchas ganas de trabajar, no contaban con un sitio que sirviera de sede. “Fuimos acogidas por la generosidad de la familia Montón Blanco (Mercy y Juan) en un apartaestudio del Barrio Niza de Bogotá. Doña Mercy, al saber que nos iba a acoger, comentó que para ella era un honor y una alegría recibir el taller en su hogar, ya que allí se elaborarían productos para el culto a Dios”, cuenta María Consuelo. Allí estuvieron un par de años y luego pasaron a una casa en Chapinero, pues iban creciendo y necesitaban más espacio.
“Otra de nuestras voluntarias iniciales nos aportó un dinero, con el que se compraron los materiales que se convirtieron en el primer inventario del taller: telas, galones, hilos, etc. Otras voluntarias aportaron máquinas de coser, fileteadoras, mesa para cortes, computador, armarios, sillas, escritorio y lámpara”, relata con gran emoción Mercedes.
La misión que se han propuesto en este taller desde el inicio, es el cuidado de los oratorios, lienzos y ornamentos litúrgicos porque: “queremos contribuir con nuestro trabajo para que sea un reflejo de que Dios está presente en ese trabajo, que sirva para dignificar el culto a Dios. Que los oratorios sean un centro de piedad, que estén en las mejores condiciones y dispuestos con mayor cuidado y amor; de esta forma, podemos motivar a muchas personas para que los visiten, encontrando ahí a Dios, que se interesen por cuidarlos y así crezca su fe en Él.”, enfatiza Olga.
Por otro lado, parte importante de su motivación es capacitar personas que voluntariamente deseen aprender el uso y cuidado de los objetos litúrgicos, la elaboración y confección de prendas litúrgicas. Buscan que su labor sea conocida, para que quienes puedan se unan de manera que el proyecto sea sostenible. Actualmente son 25 voluntarias. Se reúnen semanalmente en el taller para elaborar los objetos de culto y una vez al año se organiza una Convivencia o sesión de formación de dos días, para hacer una inmersión en temas de liturgia y así mejorar en su labor cada día.
Los proyectos en curso están centrados en algunas parroquias: se encuentran preparando cajas con los ornamentos con los cuatro colores litúrgicos y lo necesario para la celebración de la Santa Misa, además de la organización de talleres para la Pastoral Litúrgica. Con algunos colegios tienen en marcha proyectos para elaborar y cuidar los ornamentos de las fiestas eucarísticas importantes del año.
Otro de los objetivos es ofrecer variedad de artículos de calidad y suficientemente dignos para el culto eucarístico. Entre ellos, ornamentos tales como: albas, palias, altares portátiles, capas pluviales, etc. También han elaborado cajas con artículos de donación para dotar las parroquias que lo necesiten.
“Un día nos llegó una señora cristiana, que no tenía idea de la Liturgia, pero le tomó bastante cariño al trabajo que realizábamos: le encantaba coser, aunque nunca había cosido para Dios. En algunas oportunidades, hubo necesidad de repetir hasta tres veces la costura, porque lo hacía de manera irregular y ella, sonriente, agradecía que le corrigiera. Una enfermedad corta se la llevó muy joven. Nos dio testimonio de su fe y a los 52 años la despedimos en su viaje al cielo”, comenta Olga.
El padre Iván Palacio, sacerdote de la Prelatura que vive en Cali, conoció La Rueca y les encargó organizar un oratorio portátil para un sacerdote que adelantaba misiones en Guapi, una población muy pobre en el occidente colombiano.
“Fue un reto, pero le enviamos un copón, cuatro casullas, velas, candeleros, un crucifijo, manteles, corporales, una patena y purificadores. El sacerdote quedó agradecido y desde ese momento, pensamos que debíamos organizar unos maletines para las celebraciones que tienen los sacerdotes en distintos sectores apartados de la civilización donde no hay capillas, oratorios o parroquias. La misa siempre debe celebrarse con todo el respeto y amor posibles”, dice Olga.
San Josemaría recomendó siempre a los sacerdotes cuidar con el mayor esmero y devoción las celebraciones litúrgicas, especialmente la Santa Misa.
“Yo pido a todos los cristianos que recen mucho por nosotros los sacerdotes, para que sepamos realizar santamente el Santo Sacrificio. Les ruego que muestren un amor tan delicado por la Santa Misa, que nos empuje a los sacerdotes a celebrarla con dignidad -con elegancia- humana y sobrenatural: con limpieza en los ornamentos y en los objetos destinados al culto, con devoción, sin prisas”. (Homilía Amar a la Iglesia, 45)
Más adelante, otras amigas pidieron a las de La Rueca dictar charlas en una parroquia de Bogotá sobre los ornamentos que se emplean en la Misa y a explicar el significado y atención que se debe tener con esas prendas. Allí asistieron decenas de feligreses deseosos de aprender.
De la Universidad de La Sabana también las llamaron para que les hicieran inventario y dieran su opinión experta sobre el estado de los ornamentos y demás instrumentos para la celebración de la Santa Misa. Lo hicieron y cuando terminaron, les propusieron dictar un curso para las mujeres que trabajan en Servicios Generales que atienden los oratorios. El curso se hizo con 25 personas que recibieron, además, certificado de asistencia por parte de la Universidad de La Sabana, en una ceremonia especial.
Así, de manera natural, dice Olga, “hemos venido cumpliendo con las metas que nos propusimos: coser, enseñar algunos detalles de la liturgia, y contribuir con los sacerdotes y con las parroquias.”
“¿De qué vivimos?”
Continúa Olga: “nos preguntan si esto lo hacemos para vivir; la verdad lo hacemos para vivificar más la celebración del culto divino. Todas aquí somos voluntarias y lo hacemos donando nuestro tiempo. Hasta ahora, el trabajo que hacemos es para ayudar a que los sacerdotes tengan objetos dignos para las celebraciones litúrgicas “.
Nos cuenta: “hemos recibido donaciones desde el mismo momento que iniciamos las labores. Una muy especial fue la de una amiga que estaba en Roma. Sabiendo que tenemos esta iniciativa, me llamó y me preguntó qué necesitaba y le comenté que casullas. Ella adquirió 5 juegos de cuatro colores y los donó. Con ellos, organizamos kits para varias parroquias que no las tenían. Vamos creciendo poco a poco, vendiendo ornamentos y las maletas de viaje, con ese dinero volvemos a comprar material para seguir armando los juegos de ornamentos”.
Tenemos muy presentes las indicaciones que da la Iglesia y, en especial, ahora el Papa Francisco. La Misa debe ser el centro espiritual de todas las actividades de un cristiano”, añade.
La obra en La Rueca continúa porque la meta es llegar a más parroquias en el país y contribuir con los sacerdotes que van a regiones apartadas para que tengan sus “altares portátiles”, previstos en maletines con lo indispensable para las celebraciones.
“En los últimos años hemos dedicado tiempo también para la costura de emblemas, palios, umbellas y reposteros para fiestas como la del Corpus Christi o para las bendiciones del Santísimo”, dice María Consuelo.
Y gracias a La Rueca, las agujas y los hilos toman fuerza para dignificar el culto. “Nos siguen llamando voluntarias deseosas de aprender, nos piden más charlas para las parroquias y esperamos otro curso en la Universidad de La Sabana. Así vamos hilando esta vida”, concluye Olga.