La madre y la hermana de san Josemaría

El 16 de julio, fiesta de la Virgen del Carmen, celebraba su santo y su cumpleaños Carmen Escrivá, hermana del fundador del Opus Dei. Tía Carmen -como se le llama cariñosamente en el Opus Dei- forma parte de la historia de los primeros años de la Obra, a la que dedicó con generosidad y alegría toda su vida.

El 16 de julio, fiesta de la Virgen del Carmen, celebraba su santo y su cumpleaños Carmen Escrivá, hermana del fundador del Opus Dei. Tía Carmen -como se le llama cariñosamente en el Opus Dei- forma parte de la historia de los primeros años de la Obra, a la que dedicó con generosidad y alegría toda su vida

Monseñor Alvaro del Portillo conoció y trató personalmente a la madre y a la hermana de San Josemaría. En Entrevista sobre el fundador del Opus Dei habla de lo que ambas supusieron en la fundación y el desarrollo de la Obra: "La disponibilidad de la madre y la hermana de nuestro Fundador fue de una eficacia incalculable para el Opus Dei".

Carmen Escrivá, hermana de san Josemaría
En una ocasión comentaba san Josemaría refiriéndose a su hermana: “Carmen me decía siempre: “Yo no tengo vocación”...Y era verdad: no la tenía, pero se sacrificó por la Obra con tanto cariño...”*.

San Josemaría habló explícitamente del Opus Dei a su madre, a su hermana Carmen y a su hermano Santiago, en septiembre de 1934. Si hasta ese momento su madre había sido un apoyo seguro para el hijo, en adelante colaboraría de un modo más eficaz y silencioso. Secundó sus deseos, intuyendo lo que no sabía, y subordinó sus planes personales y familiares a los de Dios, poniendo a disposición todo su patrimonio.

Después de la guerra, cuando se comenzó a instalar la residencia de la calle Jenner, el Fundador regaló a su madre un libro sobre San Juan Bosco. Ella le preguntó: «¿Quieres que yo haga como la madre de don Bosco? Te aseguro que no tengo la más mínima intención». Su hijo replicó: "Pero mamá: ¡si lo estás haciendo ya!" Y la madre, que había entendido todo, rompió a reír y le dijo: «Y continuaré haciéndolo con mucho gusto». Lo mismo hizo su hermana Carmen: renunció a vivir su propia vida y se prodigó en servir a la Obra, en primer lugar quizá sobre todo por cariño a su hermano, pero siempre con mucho amor de Dios.

Transmitieron el calor que había caracterizado la vida doméstica de la familia Escrivá a la familia sobrenatural que el Fundador estaba formando. Nosotros íbamos aprendiendo a reconocerlo en el buen gusto de tantos pequeños detalles, en la delicadeza en el trato mutuo, en el cuidado de las cosas materiales de la casa, que implican —es lo más importante— una constante preocupación por los demás y un espíritu de servicio, hecho de vigilancia y abnegación; lo habíamos contemplado en la persona del Padre y lo veíamos confirmado en la Abuela y en tía Carmen. Era natural que procurásemos atesorar todo esto, y así, con espontánea sencillez, arraigaron en nosotros costumbres y tradiciones familiares que aún se viven hoy en los Centros de la Obra: las fotografías o retratos de familia, que dan un tono más íntimo a la casa; un postre sencillo para festejar un santo; el poner con cariño y buen gusto unas flores delante de una imagen de la Virgen, o en un rincón de la casa, etc.

La disponibilidad de la madre y la hermana de nuestro Fundador fue de una eficacia incalculable para el Opus Dei. Carmen afrontó siempre con un profundo sentido de responsabilidad el deber que había hecho propio libremente. Le tocó dirigir la administración doméstica de muchos Centros de la Obra y soportar las incomodidades y contratiempos de los comienzos; cuando las cosas empezaban a funcionar bien, Carmen se quitaba de en medio. jamás perdió la calma ni se dejó arrastrar por la agitación, el aturdimiento o la angustia: no se enfadaba nunca; es más, parecía siempre serena, con una paz interior y una confianza en Dios que multiplicaban su eficacia. Recuerdo, por ejemplo, cuando comenzó a ocuparse de la administración de las dos primeras casas de retiro del Opus Dei: La Pililla, en Ávila, y Molinoviejo, cerca de Segovia. En ambas, al principio no teníamos ni siquiera luz eléctrica. Carmen, como siempre, no puso ninguna dificultad para dirigir estos trabajos hasta disponer de las condiciones previstas para que se pudieran ocupar directamente las mujeres de la Obra.

Hay que tener en cuenta que Carmen no perteneció nunca a la Obra: no tenía vocación y, sin embargo, siempre que el Fundador pidió a su hermana que ayudara a la Obra, ella respondió con generosidad.
Si la abnegación de doña Dolores duró hasta dos años después de la guerra civil española, Carmen se prodigó durante casi veinte anos, yendo de una parte a otra, donde se hacía necesaria su presencia.

Álvaro del Portillo, Entrevista sobre el fundador del Opus Dei,(a cargo de Cesare Cavalleri), Rialp, Madrid, 1993

(*) cfr. Una familia del Somontano, Esther, Gloria y Lourdes Toranzo, Ed. Rialp, S.A., Madrid, 2004