Fundación Los Valles en Cali: Historias del renacimiento

La Fundación Los Valles es una prueba de que la generosidad traspasa el tiempo y el espacio, y quienes la promueven viven con la esperanza de que esa generosidad se expanda día a día.

Por: Jacquelin Noguera

Renacimiento es lo que caracteriza la etapa que vive fundación Los Valles en Cali-Colombia, gracias al empuje que le dio su directora, Erika Pardo (q.e.p.d.), y el incondicional apoyo de un grupo de profesionales. Entre todos sacan adelante el proyecto Crecer Creando.

El proyecto que está dirigido a niños entre 5 y 12 años ha tenido desde su inicio en 2020, el propósito de impulsar habilidades para la vida, a través de talleres de expresión artística como la música, el teatro y la práctica del idioma inglés.

Con la pandemia llegó la virtualidad y paralela a esta situación, nació el voluntariado, que surgió con la idea de volver a los niños protagonistas en sus actividades virtuales y darles un espacio a los padres, con el ánimo de reconstruir el núcleo familiar.

Desde entonces, las reuniones se han venido haciendo cada 15 días después del colegio. La costumbre es ponerse de acuerdo con las mamás para la cita. Así, las madres, son el puente para conectar con sus hijos. Ya que las llaman al celular justo cuando están reunidos en familia. De esta manera, los niños se sienten importantes y escuchados.

Un poco de historia

En 1994, cuando un grupo de amigas decide dedicar su tiempo libre a enseñar costura y lencería a unas cuantas mujeres cabeza de hogar de la comuna 12 de Cali, no alcanzaron a imaginar que años después, esas madres se convertirían en dueñas de sus propios negocios, pero con escaso tiempo para sus familias. Es así, como bajo la dirección ejecutiva de Erika Pardo (q.e.p.d.), en el 2020, se da un giro de 180 grados a la fundación para fortalecer el sentido de comunidad y hacer familia desde los niños.

El voluntario tenía miedo al voluntariado

En septiembre de 2020 comienzan a vincularse a la fundación, en calidad de voluntarios, estudiantes universitarios y profesionales de diferentes ciudades de Colombia y del mundo, sin entender muy bien lo que significaba pertenecer a un voluntariado. Con el ejercicio de las actividades semanales, ese temor poco a poco desapareció y alimentó la ilusión de continuar porque constataban que la experiencia con los niños los enriquecía.

Juliana, estudiante de medicina de la Universidad del Valle, se reunía con Violeta, de 10 años, los domingos en la mañana a través de Google meet para pintar o elaborar figuras en origami. Aunque ya no se encuentra vinculada a la fundación, lo que la motivó fueron los resultados positivos de la niña en tan poco tiempo: en una de las reuniones virtuales con la fundación, le comentaron que debido al proceso que venía desarrollando con su pupila, pasó de ser muy retraída y solitaria a una niña más accesible y de mejor comportamiento. "Es ahí cuando te pones a pensar que las pequeñas acciones hechas con amor logran grandes cambios”, afirmó Juliana.

El fin de semana después de la fiesta de acción de gracias, aunque no es una celebración de nuestra cultura, los medios de comunicación y las películas nos la hacen muy familiar, es por eso que Juliana pensó que era una buena idea usar esa fiesta para enseñarle a Violeta sobre la gratitud.

Pensó en un taller dinámico con la elaboración de una tarjeta en la que incluirían un pavo con muchos colores vivos y escribirían las cosas por las que estaban agradecidas. Hizo algunas preguntas a la niña para cerciorarse si había entendido el tema, “¿hay alguna comida en especial que te haga sentir agradecida? Me dijo que el huevo duro. Una comida tan sencilla, que ella apreciaba, me hizo reflexionar acerca de esas pequeñas cosas que ayudan a lograr grandes cambios en otras personas y nosotros las pasamos por alto”.

Los voluntarios se adaptan a cada familia

El desarrollo del taller depende del estado de ánimo en el que se encuentren los niños en ese momento: a veces el voluntario narra un cuento o el niño cuenta una historia con sus superhéroes, pero siempre, termina con una clase, ya sea formal o jugando. Los niños y sus mamás están felices, porque “los voluntarios se adaptan a cada familia”. Así define Erika a la comunidad que, poco a poco, se ha ido construyendo gracias a la entrega y dedicación de los voluntarios.

Foto trabajo en clases

Ahora, la Fundación cuenta con 5 voluntarios médicos, que, por su rotación, tienen que agendar las llamadas con las mamás con mucha precisión porque solo se pueden conectar con los niños en sus cambios de turno. Momentos que aprovechan para contarles historias, jugar y reír.

También hay voluntarios en el exterior, como Carmen que es profesora de inglés y vive en Barcelona, España. Ella se reúne con los niños por Zoom cada semana a las 4 ó 5 de la tarde hora colombian, que son las 10 u 11 de la noche hora española. Durante las clases, utiliza marionetas hechas por ella y sus hijas para captar la atención de los niños.

Cantar fue lo que le quitó la timidez

Adiela es una caleña dedicada a la música por amor y convicción. Muy alegre y dinámica, sabe que sus clases son una terapia. Su método es convertir a los niños en protagonistas de las composiciones para que desarrollen la creatividad y adquieran seguridad.

Stephania, de 6 años, era muy tímida y tenía problemas de lenguaje; su hermanita mayor, de 9, siempre estaba con ella. Adiela decidió separar a las hermanas. Notó el progreso de ambas cuando, en el colegio, las profesoras descubrieron que Stephania había dejado la timidez y, en su nueva fase, era muy sociable y adelantada. Preguntaron a su madre en qué consistía la terapia, y ella respondió con la verdad: “¿terapia? No, solo recibe clases de música”.

“Trabajo con niños por su dulzura. Me gusta enseñarles a cantar porque les ayuda a desarrollar varias virtudes como, el trabajo en equipo, la disciplina, la puntualidad, el compañerismo, la seguridad… Cuando termine la emergencia sanitaria, volveré a la fundación para sentarme en el suelo sobre nuestro tapete y seguir cantando con los niños”, afirmó Adiela con ilusión.

De esta manera, el voluntario de la fundación, más que pertenecer a un voluntariado, es un amigo de la soledad de los niños quienes esperan con ansia el encuentro para jugar, aprender y tener la esperanza de volverse a reunir.

Aunque su actual directora ejecutiva, María Inés Luna, inicia de manera presencial con el programa Crecer Creando, en agosto de 2021 y hasta el momento tiene inscritos 45 niños. “El trabajo con las voluntarias continua de manera virtual con los niños que quieren seguir siendo protagonistas”, afirmó.

La Fundación Los Valles es una prueba de que la generosidad traspasa el tiempo y el espacio, y quienes la promueven viven con la esperanza de que esa generosidad se expanda día a día, mucho más

Jacquelin Noguera