Familias paisas cargadas de agradecimiento

El 15 de mayo pasado asistimos todos en familia a la parroquia Santa María de Los Dolores

Por: Andrés Ávila Garavito

El 15 de mayo pasado asistimos todos en familia a la parroquia Santa María de Los Dolores en Medellín, a la celebración eucarística por en honor del beato Álvaro del Portillo. La ceremonia contó con muchos asistentes recogidos en oración a pesar del monumental diluvio que inundó las calles cercanas.

Álvaro del Portillo falleció en Roma en la madrugada del 23 de marzo de 1994, pocas horas luego de regresar de una peregrinación a Tierra Santa, en donde había seguido con intensa piedad los pasos terrenos de Jesucristo. La última Misa la celebró en la capilla del Cenáculo.

LA FIDELIDAD ES COMO UNA FUERZA QUE CONQUISTA EL TIEMPO, NO POR RIGIDEZ O INERCIA, SINO DE UN MODO CREATIVO, INTEGRANDO LAS NUEVAS CIRCUNSTANCIAS DE CADA DÍA

Como joven ingeniero recibió directamente del fundador del Opus Dei la formación y el espíritu propio de aquel nuevo camino en la Iglesia. Fiel colaborador de san Josemaría fue, además, su primer sucesor al frente del Opus Dei. Como sacerdote ejemplar, sirvió a la Iglesia en todo momento. Colaboró con documentos del Concilio Vaticano II. Asimismo, recibió la ordenación episcopal en 1991 de manos de Juan Pablo II.

El sacerdote celebrante principal fue el padre Gustavo López. En la homilía nos recordó algunas pinceladas de la vida de don Álvaro, resaltando su gran capacidad intelectual y una inmensa humildad. El beato nunca se acostumbró a estar junto a san Josemaría. Nos reímos con las ocurrencias muy paisas del sacerdote cuando relató detalles de la vocación profesional y sobrenatural de don Álvaro (…)De la costumbre de la oración Saxum, Memorare o simplemente Acordaos, que es una prácticamuy cristiana, que le sirvió particularmente en un momento de su vida durante la Guerra Civil Española. Mencionó el testimonio de un cardenal ya fallecido, que manifestó públicamente que había conocido dos personas que vivieron una profunda humildad: san Juan Pablo II y el beato Álvaro. Su trato era tremendamente sencillo. Impresionaba su humildad, dejando un hondo mensaje en quienes le trataron por tan solo unos instantes.

El ambiente de familia, dando gracias a Dios por el regalo del beato Álvaro, era evidente. Se notó en todos una alegría de saber que está en el cielo gozando de Dios y que desde allí nos ayudará en nuestras luchas personales.