En las periferias con los más necesitados

El Prelado del Opus Dei, Mons. Fernando Ocáriz, ha enfatizado que la formación que se ofrece en el Opus Dei desea ayudar a los jóvenes para “que sean fermento cristiano en las familias, en las profesiones, en todo el campo inmenso de la vida humana”.

Por Daniel Aristizábal y José Miguel Baquero

El Prelado de la Obra, en su Carta de junio de este año, puso de manifiesto que los muchachos jóvenes que participan en las actividades formativas de la prelatura no son personas que simplemente reciben unos medios de formación espiritual, sino que sienten la Obra como suya y procuran cooperar activamente en su misión apostólica. A continuación, contamos algunas anécdotas que reflejan esa cercanía de algunos muchachos con la labor.

Durante el primer semestre de este año, Andrés y Felipe que frecuentan el Centro Cultural Sabana, localizado en la ciudad de Chía, uno de los municipios colindantes con la ciudad de Bogotá y donde se encuentra el campus de la universidad de La Sabana, estimulados por las palabras del Papa en llegar a las periferias materiales y espirituales, hicieron contacto con los que tienen a su cargo un albergue que atiende madres solteras de escasos recursos que deseaban abortar y no lo hicieron y que lleva por nombre AMEN (albergue de madres embarazadas y que no abortan). Son mujeres que viven en las calles o con familias de escasos recursos y que, presionadas por la pobreza, tenían planeado abortar, pero gracias al trabajo de las personas de este albergue deciden no hacerlo y son acogidas y atendidas. Les ofrecen temporalmente un sitio de vivienda y las capacitan en algunas actividades que les permitan ganarse la vida (manualidades, confecciones, pequeños negocios, etc.), además de ofrecerles catequesis sobre los Sacramentos y otros principios básicos de vida cristiana.

Andrés y Felipe, con la ayuda de otros amigos, diseñaron un plan de actividades de apoyo al funcionamiento del albergue, que realizaron durante el primer semestre de este año. Como es natural, llegado el tiempo de vacaciones escolares, cada uno de los que colaboraban se fue a sus casas, pero decidieron dar continuidad durante esos meses a la ayuda en el albergue. Para eso, organizaron durante el tiempo de vacaciones tres jornadas que llamaron de solidaridad, y que destinaron a despejar un terreno para crear una huerta auto sostenible con un triple fin: capacitar a las madres solteras en este tipo de actividades, generar recursos económicos para el albergue y conseguir una mayor participación de la alcaldía municipal con el albergue. Después de estas jornadas de trabajo se logró conseguir uno de los sueños de la fundadora del albergue: adecuar el terreno para poder contar con una huerta auto sostenible.

Nos cuenta Felipe: “cuando me llegó la invitación a visitar familias pobres con necesidad espiritual o material, en un primer momento, no me daban ganas de ir, pues no tenía la virtud de dar mi tiempo, ni sentía especial aprecio por este tipo de actividades. Sin embargo, vinieron a mi recuerdo unas palabras de San Josemaría que había escuchado en algún medio de formación, cuando le decía a un joven más o menos lo siguiente: ‘Hay que hacer las cosas también cuando no se tienen ganas; entonces, como están fundamentadas en el sacrificio, en la contradicción, son más fecundas, valen mucho más ante Dios y brillan como los luceros de la noche. Y si no tienes ganas, díselo al Señor en la oración, y entenderás el favor que Él te hace al acercarse a ti y de pronto lo entenderás y harás con ganas las cosas que, sin ganas, no querías hacer’. Por lo tanto, recordé todo lo que con el corto tiempo había aprendido en los medios de formación de la Obra sobre la necesidad de dar sentido de servicio a la vida y dispuse la voluntad para emprender este apasionante camino de reconocer, en cada uno de los rostros del necesitado, al Señor”.

Por otra parte, en el Centro Cultural Palogrande, en la ciudad de Manizales, a lo largo del año, aprovechamos los fines de semana para realizar varias visitas solidarias como parte del proyecto de Huellas en la Nieve en compañía de Ricardo, Juan José y Daniel.

Se trata de ir haciendo contacto con promotores de labores de solidaridad en la ciudad, y los invitamos al Centro Cultural para darlas a conocer a los muchachos que participan en la labor de formación. Después de esa sesión teórica, vamos con amigos a visitarla y compartir lo que hacen, para conocer y comprender el alcance de la labor. Siempre quedamos muy sorprendidos de la diversidad de tareas que hay en ese campo y de la generosidad y entrega callada de muchísimas personas. Ha resultado una manera excepcional de aprovechar el tiempo de receso escolar.

En una fundación dedicada a la reeducación de menores de edad que han tenido problemas de drogadicción, después de una plática que se les dio a los niños, aprovechamos para cantar canciones populares que pedían los muchachos. Todos lo disfrutamos y luego nos costó despedirnos por el cariño y agradecimiento que nos demostraron, con el compromiso de rezar unos por otros.

Daniel Aristizábal y José Miguel Baquero